Su cara aniñada y todo él rodeado por unas hojas verdes. Dos estrelicias lo cercan, una a cada lado se abren como alas pequeñas. Hay un aire tropical, del sur. Cierta estética gay que remonta a los ´80. Así es la tapa del reciente y cuarto disco en solitario de Alex Anwandter: Latinoamericana. Nació en Santiago de Chile hacia 1983, tuvo sus clases de violín y su paso por la Escuela de Música y la carrera de psicología. De todas, se fue más bien temprano. Y temprano también –a sus veintidós– asomó su primer proyecto musical del que fue cantante, productor y principal compositor: Teleradio Donoso. Un Ep y dos discos (Gran Santiago en 2007 y Bailar y llorar en 2008) de espíritu guitarrero, bailable y pop que lo ubicaron en el centro, o casi, de cierta escena chilena. De forma repentina (entre otros integrantes allí estaba Martín del Real, actual guitarrista de Ases Falsos) se separaron. No hubo rencores. 

El primer paso como solista no lo encontró bajo su nombre sino como Odisea (2010), con un disco homónimo: punto germinal de lo que vendría. Luego, ya despojado de cualquier otra denominación y con su firma como toda señal, editó Rebeldes (2011) y Amiga (2016). Salvo en Alex & Daniel (2013, a dúo junto a su querido amigo y colega Gepe), en la tapa de cada uno de sus trabajos solistas esta él, la mirada puesta al frente casi sin nada alrededor: apenas un brazo tatuado, una luz de neón, esas plantas. “Es un homenaje a Bowie”, dice. Y el 12 de octubre del año pasado publicó Latinoamericana, registrado en Los Ángeles, donde vive hace poco más de un año. Apenas salió el simple “Locura”, Julieta Venegas escribió en twitter: “Qué disco tan genial, qué canción y qué video para arrancar. TE AMO”.

Un disco de pop. Tecno, electro, retro, disco. En definitiva: pop. Y muy en línea con sus trabajos anteriores, además de animar al baile, al goce del movimiento y de los cuerpos; tiene una letrística muy fina, audaz, irónica. Anclada a los tiempos de hoy. Para su lanzamiento escribió: “Uno de los esfuerzos del álbum es hacer conexiones entre distintos elementos de las identidades latinas y, en parte, una estrategia de agruparnos en la pelea. Hacer un disco que vuelva a conectar”. Cuenta ahora: “No tengo necesidad de definirlo. Una de las ideas esenciales es que las denuncias, como estrategias para frenar la opresión, no tienen el resultado deseado. A veces producen olas reaccionarias, como la que vive hoy Latinoamérica”.

“Eh mamá dime la verdad, ¿qué es esta locura?, ¿Es real o me imaginé este infierno?/ Este malinche va a matarme, esta historia va a repetirse/ El mundo se va a la mierda y no sabes si te toca a ti” o “Y yo que yo soy negro de amor, ni niño, ni ruiseñor/ para mí eres como una flor, el hombre blanco es un diablo y tú eres amor” o “Te crees predicador pero eres predecible, disfrazado de clase media renegando de tu nación/ Dime niña tu teoría, cuéntame lo que dice Dios”. Todo el disco está cruzado por este tipo de pasajes. En un mismo viaje afina la mirada adentro y afuera, en la calle y en la cama. La iglesia, la hipocresía, el fascismo, la clase política, la homofobia, la misoginia, la discriminación y la represión sexual y racial: todo ello es apuntado. No baja línea. Juega, provoca. “El disco explora conexiones, traza hilos entre lo histórico y la vida cotidiana e íntima de hoy, más que denunciar o criticar. Ya no alcanza con ‘no discrimine a los gays’ o ‘el fascismo es una mierda’. Eso se sabe, hay que decirlo de otro modo”. De alguna manera, aquí Anwandter amplía su campo de acción militante por los derechos del colectivo LGTBIQ: dirigió la premiada Nunca vas a estar solo (2016), ficción basada en el caso de Daniel Zamudio, a quien asesinaron a golpes por ser homosexual. Y estos días lo tienen ocupado en la producción y financiación de su próximo largometraje.

Sus tres discos solistas parecieran formar una única obra: partes del mismo todo que encuentra en este trabajo cierto punto G de su canción, de su sonido. “La suma de elementos que lo definen; pop, bailable, las cuerdas, que sea súper gay, que explore temas políticos o históricos, conexiones con música brasilera, lo vuelven algo muy propio. Sería difícil que alguien más llegara a esa misma mezcla. Es algo muy positivo artísticamente”.

Debe decirse: Latinoamericana es uno de los grandes discos de 2018. “Fue un ejercicio medio retro futurista: imaginarme cómo hubiese sido la música vanguardista hecha en el nadir de la dictadura chilena. Es una especie de meta-comentario en relación a la idea que no es que en Estados Unidos o Inglaterra o lo que sea se hiciera música increíble porque son más talentosos que nosotros: en absoluto. Aquí se nos negó la posibilidad de desarrollar nuestro camino musical paralelo y equivalente. El pequeño gesto de imaginarme esa música inexistente es un saludo a esa idea”. Bombos y beats a tierra, cuerdas, grooves gordos y sostenidos, pulsos funkies, programaciones y teclados. A pop de departamento, de discoteca y de barricada. A muchos comiéndose a besos mientras vuela por el aire una molotov en llamas y con purpurina. A eso y más suena Anwandter aquí. “En pocas palabras, la música bailable, hecha para mover los cuerpos colectivamente y tener una experiencia comunitaria, se me hace un terreno particularmente favorable a explorar temáticas conjuntas y comunitarias. Lo usual al respecto ha sido que tiene que ser un hombre heterosexual con una guitarra, y muy seguido, del primer mundo, el que nos hable de temas serios y auténticos. No sólo nunca me suscribí a esa idea, se me hace muy obsoleta”.

En los que son los momentos más reposados del disco, Alex retoma a dos autores brasileros: Milton Nascimento (“Um Girassol da Cor de Seu Cabelo”) y Chico Buarque (“Olha María”). Y en consonancia con esto puede pensarse este disco en línea recta con A pele do futuro de Gal Costa, también publicado en 2018. Las resonancias están allí: levitan en el aire como una pluma ensoñada, canciones para bailar cuando las papas queman. Si todo cuerpo es político, hay que verlo a Alex danzar: en sus videos –dirigidos por él mismo y con una estética a la vez retro y personalísima– y en vivo. Bowie, Pet Shop Boys, Violeta Parra. Enumera algunas influencias que siente primeras. Y Virus. Y dice, entonces: “Es una banda muy queer, desde sus letras, la performance de Federico y su no alineamiento con estéticas del macho y el rock. En ese sentido, fueron muy únicos en Argentina. Creo que mi generación en Chile se identificó mucho más con eso que con cualquier otra cosa”. Son, éstos, boleros de la era de neón. Y también pequeñas gemas pop para bailar en la trinchera. Si el mundo –y esta parte del continente– pareciera irse a la mierda, ¿por qué, entonces, no ponerse a bailar? Al menos, sobre los escombros de lo que vaya a quedar. “Y ahora esfuérzate por ser feliz” canta él. Que valga la pena. Y la alegría.

Alex Anwandter se presenta el primer día del festival Lollapalooza, viernes 29, a las 16.