¿Cómo hacemos para que el diagnóstico pase a la etapa de ejecución de un plan comunicacional? Sin entrar en la discusión acerca de la posición cada vez más agobiante de determinados medios, es momento de fortalecerse a partir de la experiencia, reivindicar el territorio virtual donde se habita y tener lucidez creativa para revertir realidades oprimentes.

En la Argentina existen diversos proyectos periodísticos de comunicación popular que necesitan de políticas públicas, garantías de igualdad de oportunidades y equidad de condiciones para producir y distribuir sus contenidos. Medios que en su praxis cotidiana asumen un compromiso ineludible con lo social basados en la participación, la interacción y la acción política. Por tanto, defender y exigir una estrategia comunicacional unificada debe ser una demanda insoslayable de la ciudadanía.

La unidad mediática en coberturas periodísticas es una respuesta posible. Algo que de facto ya sucede cuando las manifestaciones sociales ocupan el espacio público. Ejemplos varios: las concentraciones en el Congreso a favor del debate por el aborto legal, seguro y gratuito; Ni Una Menos; las represiones policiales a las protestas sociales; las convocatorias de los viernes contra el tarifazo, etc. La lista es larga y en parte representativa de una agenda común compartida por los medios populares. Necesaria pero no suficiente. 

Como pacto de lectura en sentido amplio, entre quienes producen contenidos y quienes consumen debe estar explícito que no hay verdades absolutas ni definiciones únicas. La confrontación ideológica existe y se transforma, sustancialmente, en una lucha de relatos y de sentidos interpretativos que disputan modelos de sociedad en las superficies mediáticas de todos los medios existentes. Sin embargo, es en el terreno de los medios populares donde se despliegan, simbólicamente, las representaciones plurales, diversas y respetuosas del quehacer cotidiano de las prácticas sociales. Y en donde las acciones de los sectores del campo popular se legitiman, se interpelan y se reconfiguran en nuevos diálogos.

Entonces, es una tarea ineludible de los medios populares concretar agendas colaborativas y la conformación de redes eficaces de comunicación y distribución de la información. Ello implica pensar en la centralidad de sus propios dispositivos como productores de acontecimientos colectivos, aún en la disparidad actual. Esta revisión precisa reivindicar el rol eminentemente político de sus prácticas comunicacionales. Y articular de manera eficiente con quienes todavía se resisten al discurso peyorativo como única mención posible de lo público. Por tanto, requiere interpelar ese sentido común en el mercado de representaciones que vapulean identidades políticas, sindicales, sociales, clasistas, de género y disidencias.  

  Si el horizonte trazado es la transformación social de la realidad que acontece, entonces la resistencia mediática no debe ser testimonial. Deberá tener la imperiosa tarea de lograr que ello se traduzca en votos para revertir las riendas del poder estatal y volverlas populares en pos de la defensa a ultranza de los derechos a producir, emitir y distribuir contenidos. Es hora de dejar de batallar entre los pequeños por la imposición de agenda –en términos liberales del periodismo tradicional– y pensar más en los puntos de encuentros que se reflejen en criterios compartidos de agendas colaborativas populares.

* Agencia Paco Urondo