“Con que me digas ‘Fantastic’ está más que bien”, aclara al otro lado del teléfono Fantastic Negrito, álter ego del artista estadounidense Xavier Amin Dphrepaulezz, quien debutará en Buenos Aires hoy a las 21 (en La Trastienda, Balcarce 460). El músico de Oakland llega como parte del ciclo The Cool & The Groove, que en sus capítulos de mayo y junio presentará a artistas como Chris Dave, Robert Glasper, Knower y Louis Cole. “Todas mis cosas están de maravilla y más aún con esta primera visita a la Argentina, que me entusiasma mucho. Si bien conozco poco y nada de la cultura de allá, salvo por las empanadas, el tango y la inmigración italiana, agradezco todo el amor que vengo recibiendo.” El cantautor estadounidense de blues, folk y R&B viene al país de la mano de su más reciente álbum, Please Don’t Be Dead (2018), ganador de la última edición del Grammy al “Mejor álbum de blues contemporáneo”. Ese mismo galardón se había llevado su antecesor, The Last Days of Oakland (2016), que transformó a Fantastic Negrito en una de las revelaciones de la música afroamericana poco después de haber cumplido 48 años. 

–Antes de ganar tu primer Grammy, eras un completo desconocido incluso para los seguidores de la música negra de raíz. ¿Cómo viviste ese proceso de pasar del anonimato a la popularidad?

–No pienso mucho en eso. Si soy o no más conocido, no es algo a lo que tenga especial consideración. Soy cantautor y productor, y mi objetivo es hacer buenas canciones. Lo que más me interesa es entrar al estudio, componer, y tener una relación sincera y directa con la gente. Ni siquiera pienso esto en término de géneros musicales. 

–Si bien es un momento de empoderamiento para la música negra, a partir del auge del trap y de la experimentación del hip hop, ¿qué lugar ocupa el blues en esta época? 

–En este momento, en el que hay una escena con muy buenas propuestas, hay que honrar a los diferentes géneros que permitieron la supervivencia y evolución de la música negra. Etiquetarse en un estilo está bien para los que tienen que vender discos. Sin embargo, a pesar de que le debemos muchísimo al blues, al soul, al rock and roll, al jazz, al funk y al hip hop, lo más importante cuando me siento a trabajar es reconocerme como artista. Kendrick Lamar es quien es porque la música que hace es buena y diferente. Y de alguna manera, quizás inconsciente, sus composiciones le rinden tributo al jazz y a otras expresiones de la música negra. 

–Tras vivir en la calle y vender drogas, te dedicaste a la música después de escuchar el disco Dirty Mind (1980), de Prince. ¿Por qué, entonces, decidiste incursionar en la música negra de raíz?

–Cuando vi a Prince, me pareció copado que un artista negro se vistiera de esa manera tan femenina. Al mismo tiempo, en esa época, empecé a escuchar mucho de los orígenes de la música negra, especialmente blues. Me sentí inspirado por artistas como Robert Johnson, pese a que originalmente no era lo que buscaba. Si bien no puedo componer igual que ellos, porque lo que hicieron todavía sigue siendo brillante, sí puedo hacer un aporte a través de mi interpretación. La marihuana representa bastante bien el sentimiento del blues. Miles Davis decía que cualquiera podía tocar una nota, aunque lo importante no es la nota en sí, sino la persona que está detrás. Lo que hago es una contribución a la tradición de estos estilos, a partir de mi punto de vista. 

–Tu primer disco, The X Factor (1996), lo grabaste con tu nombre de pila, pero luego lo dejaste todo para cultivar marihuana. ¿Qué te pasó? 

–Siendo bastante joven, tuve un contrato discográfico por un millón de dólares con el sello Interscope, lo que implicó que pudiera acceder a los mejores autos, las mejores mujeres, las mejores ropas y los mejores restaurantes. Pero padecí un accidente automovilístico en el que casi perdí la vida y, tras recuperarme, me mudé a Oakland (California). Entonces renuncié a la música, y durante cinco o seis años cultivé marihuana en una granja. Sin embargo, la música me volvió a encontrar a mí, y empecé a tocar en las estaciones de trenes. En ese proceso entendí que hay dos etapas en la carrera de un artista: cuando quiere algo a partir de la música y cuando quiere hacer una contribución a la historia. Y yo estoy en esto último, que es diferente a lo que deseaba de joven.

–Mientras que The Last Days of Oakland es un trabajo autobiográfico, Please Don’t Be Dead parecería ser un disco que reflexiona acerca de la realidad de tu país en la actualidad. ¿Es así?

–La diferencia entre los discos está sujeta a las distintas etapas en las que me encontraba cuando los hice. Please Don’t Be Dead está basado en un período de observación en el que vi un montón de cosas amenazadas, porque el mundo está cambiando rápido, y quise simbolizar eso incluso en los riffs de las guitarras. A pesar de que es un momento muy oscuro de la sociedad estadounidense, el arte aún puede encontrar canales para expresarse. Es un arma para el coraje. 

–¿Creés que Donald Trump ganará la reelección el año próximo?

–Nunca se sabe lo que pasará en Estados Unidos. En una sociedad como la nuestra, pasamos de reelegir a un presidente como Obama a darle el voto a un presidente que apela por la xenofobia para disgregar a la gente. Lo que sí te puedo asegurar es lo que yo puedo hacer con mi música para desafiar al odio, la desintegración y el racismo.

–¿Tu nombre artístico representa también ese desafío?

–Hay muchos latinos en California. Ellos también son mis hermanos. Son mi gente. Además, acá se escucha español todo el tiempo. La realidad es que esa combinación me pareció atractiva, y, al mismo tiempo, era una manera de rendirles tributo a los latinos, que tanto aportaron a la cultura de mi país. Aunque no soy tan “fantastic”, quise homenajear a los que estuvieron antes que yo, y crearon musicalmente mucho de lo que reinterpreto.