En los primeros nueve minutos y medio de La familia chechena (2015), su segundo film documental, el cineasta casildense Martín Solá registra el éxtasis del zikr, danza ritual de los musulmanes sufíes. El machacante batir de palmas y la insistencia de los cánticos van espesando un territorio espiritual y político. No está muy lejos del ritmo de las marchas populares criollas, esa potencia de los cuerpos.

La película mencionada compone, con la anterior y la próxima de Solá, una trilogía sobre "tres naciones que no son reconocidas como tales, tres pueblos ocupados": Palestina (retratada en Hamdan, de 2013), Chechenia y el Tibet. La cita proviene de la entrevista que le hizo a Solá otro casildense, el poeta Yamil Dora, para la nueva revista Liso Santa Fe, que él edita con colegas suyos de la región. Su primer número se viene presentando en una gira provincial donde Rosario (a mediados de marzo, en el Centro Cultural Atlas) fue un nodo más.

La nueva publicación escribe una costura necesaria entre la poesía y la vida. Los poetas que la crearon no son regionalistas ni costumbristas ni "de provincia", pero sí tienen costumbres. Una de ellas es viajar por ahí. Otra es llegar bien temprano a la estación terminal de ómnibus y echar allí el ancla de la charla con amigos.

Lleva por lema "Una revista de estación" y por nombre el título de un poema inspirado en un cartel visto desde un micro.

Un colaborador del primer número, el poeta rafaelino Santiago Alassia, evoca a su ancestro inmigrante en un poema que estaba inédito: "Si hay algo que no quiero es molestar / decía mi abuelo cuando le agarraba el magún". Magún es una palabra del piamontés que intenta bordear uno de esos estados de tristeza intraducibles a cualquier otro idioma. El poeta rosarino Fidel Maguna (radicado en Uruguay) la considera el origen de su apellido. Contertulio de la mesa de estación donde se debatió ese tema (mesa que puede estar en la Plataforma 17 de la Estación Mariano Moreno de Rosario o en otras localidades, pero nunca sin un liso, un café o una copa de vino sobre ella), Maguna fundó con Yamil en ese "no lugar" la revista, para la cual escribió durante un viaje a Italia una iluminadora crónica sobre el paese natal de Pavese.

El pueblo donde nació Cesare Pavese se llama Santo Stefano Belbo y queda en Piamonte. Al leer la crónica, se comprende una semejanza entre condiciones de existencia que quizás sea lo que ha hecho de ese poeta moderno italiano, desde hace más de medio siglo, una lectura de cabecera para sus pares de la Pampa Gringa. "Los oscuros gestos de desprecio de los dueños de esta tierra son similares a los de los dueños de la tierra argentina pero más antiguos, más directos, de alguna forma más limpios en su suciedad", escribe Maguna desde la cuna del autor de Trabajar cansa, a donde lleva como contraseña el nombre de Rodolfo Walsh.

No es casual que Liso Santa Fe lleve por lema "Una revista de estación" y por nombre el título de un poema inspirado en un cartel visto desde un ómnibus interurbano. Como la danza de los chechenos en la película, la poesía se lee en esta publicación como un habitar trazos nómades, un hábitat de flujos que acontecen en el desierto, un modo de asir un territorio desde la potencia del ritmo y no con la dura labranza al interior del perímetro alambrado por los amos de la tierra.

Y esta potencia es política. Por eso puede ser universal, desde o "en la zona", como lo fueron Aldo Oliva o Juan José Saer. Porque los versos trazan líneas de fuga por entre la agrimensura. Y el pavesiano "no entré, no pisé la era" se dispara aquí en todas las acepciones de la palabra "era", incluidas las puramente rurales o locales.

En la prosa que integra el "dossier Oliva", otres poetas testimonian sobre el bardo de barrio Parque desde una mirada muy cercana. Zulema Ratili lo evoca entre los jazmines del patio y las facturas del desayuno. Federico Rodríguez recuerda haberlo oído decir que "la cerveza es aburrida". Bruno Crisario se demora en una escena de su autobiografía oral. Su hijo Ángel analiza su poema "Mirmikes" (hormigas, en griego). Manuel Díaz y Tomás Sufotinsky exploran "La jornada en el Ehret" munidos de los conceptos de tiempo e historia. Y los poemas antologados hablan por sí mismos. Como el edificio de la Fondazione Cesare Pavese en Santo Stefano Belbo, Oliva fue moderno.

La escritora Hebe Uhart también fue moderna. La invoca Silvia Castro, en presente, conmemorando su encuentro (lente fotográfica de por medio, un intento desesperado por capturar su efímera sonrisa) en el II Festival de Literatura de Rafaela. En esa ciudad, ERA es el nombre de una institución fundada a partir de una donación de la gran poeta rafaelina Elda Massoni y significa Escritores Rafaelinos Agrupados. "Del único sitio del que no se parte es de las fotos", reflexiona (desde el Abasto, CABA) Silvia Castro, también poeta, fotógrafa, también migrante.

Una conspiración de autores en verso trama esta revista, con María Lanese (poeta, cantante, psicoanalista) como traductora del italiano, o Marcelo Cutró y Patricio Raffo (dos poetas) en el diseño gráfico. "La pensamos para un público amplio, no solamente de escritores", contó Yamil Dora por Whatsapp desde su casa en el barrio porteño del Abasto.

También se publican reseñas por Patricio Torne, Franco Rosso, Claudio Magliano y Roberto García, y poemas de Patricia Severín, Diego Planisich y Rocío Muñoz Vergara (además de Oliva y de Alassia). Fue vital el patrocinio de una diputada por la provincia de Santa Fe. La revista se consigue en Rosario en el kiosco de Oscar (Pellegrini y Ovidio Lagos, a quien Maguna dedica una breve semblanza); también en las librerías El juguete rabioso, Buchín, Paradoxa, La Maga y Oliva Libros. En Casilda, en la librería Cronopios y en la estación terminal de ómnibus; en Buenos Aires, en librería Aquiles.