La herramienta principal con la que contamos los analistas en nuestro trabajo, sea este clínico o de investigación sobre la cultura de nuestro tiempo y del pasado, es el inconsciente. Esto significa también poder utilizar el inconsciente del analista como linterna que alumbra oscuridades 

Es el punto de partida necesario en nuestra labor diaria con nuestros pacientes. La comunicación de inconsciente a inconsciente sobrevuela permanentemente la clínica. Lo primero de lo que nos ocupamos apenas recibimos un paciente en tratamiento es de las resonancias que su relato tiene en nosotros. La atención flotante consiste en esto, en la manera propia que el psicoanalista ejerce la empatía con el otro. 

Cuando llega un paciente a consulta estamos abiertos a la escucha no sólo de lo que dice y muestra sino de lo que a uno se le presenta como asociaciones que se precipitan desde una percepción inconsciente. Por supuesto esto no es lo que se comunica al paciente. Es necesario que esas asociaciones se pongan a prueba. Lo que significa que sufrirán una confirmación, transformación o desmentida durante el tratamiento. Si la captación del paciente se hiciese solo mediante nuestra apreciación consciente, cosa que por supuesto no podemos evitar, lo que surgiría es una comprensión de lo que le pasa según nuestro buen entendimiento de la situación que nos relata. Es decir, se trataría de nuestra opinión, por más profesional que nos parezca, del padecimiento ajeno. Cuestión que consiste en última instancia en tomarnos como medida de un pretendido saber sobre la vida. Al contrario, abrir la oreja del inconsciente es asumir un no saber que interroga en nosotros lo dicho por el otro. Poder distinguir luego lo propio de lo ajeno es la tarea más difícil que se nos presenta y que corresponde a la labor que realizamos en torno a la transferencia analítica durante la cura. 

Lo que en la historia del psicoanálisis tomó nombre de contratransferencia y que hoy asumimos como motor necesario de una cura, siempre que no se la confunda con una respuesta especular a los sentimientos del paciente, es el modo de facilitar que la transferencia analítica haga  del espacio común donde se despliega la neurosis un acontecimiento “entre”, donde el inconsciente del paciente encuentre la manera de devenir entrelazado con el del analista. Cuestión que obliga a éste a no renunciar a la propia y constante interrogación sobre su persona. 

Así, la interpretación psicoanalítica que hace oír lo reprimido en el relato de un paciente tiene su origen en ese entrecruzamiento novedoso que es el diálogo analítico, donde no se sabe todo lo que se piensa ni se piensa todo lo que se sabe. Es así que mediante este intercambio inédito se logra hacer luz sobre aquello que se esconde detrás de una memoria selectiva o de un recuerdo encubridor y que constituye la pieza fundamental del rompecabezas individual que no logra armar el paciente.

¿Por qué entonces no utilizar el mismo método para la investigación de obras culturales presentes o antiguas, de creaciones colectivas o individuales, de costumbres y de novedades sociales o de aquello que nos interroga de la subjetividad actual?

Así como en un tratamiento uno se sumerge en la vida de un paciente y experimenta mediante lo que denominé empatía psicoanalítica lo que permanece inconsciente y que envenenó y traumatizó su vida, podemos sumergirnos también en una obra cultural y acercarnos a lo que le dio nacimiento, a las fuerzas inconscientes que siguen actuando en el presente. Ya no como en el caso del paciente para ayudarlo a entender su mal y curarse, sino para aportar al conocimiento aquello que se nos muestra como síntoma cultural, como misterio al que nos hemos acostumbrado tanto que ya no interrogamos.  

Hacer de lo que Freud denominó malestar en la cultura materia de investigación psicoanalítica está, a mi entender, en la línea que Ulloa planteó como necesidad de distinguirlo de una cultura del malestar.  Significa entrar en diálogo analítico con aquellos acontecimientos culturales de manera que nuestra subjetividad afectada por ellos haga de caja de resonancia. Es decir que lo que en la subjetividad de nuestro tiempo permanece enterrado, oculto a nuestro conocimiento comience a vislumbrarse mediante la exploración analítica. Freud comparaba el trabajo analítico con el del arqueólogo que lee en los restos de piezas halladas los signos que le permiten reconstruir la historia enterrada. Esta tarea se lleva a buen término si ese investigador en su búsqueda no se deja influir solo por lo que sabe sino también por lo que no sabe pero sospecha.  

Asumir el desafío y requerimiento que el material cultural hace al analista es similar a lo que le impone la escucha del síntoma de un paciente. Lo lleva a dirigir su atención a los aspectos desconcertantes de éste. Abierto a lo inédito que se desliza en lo dicho y al decir antiguo en lo nuevo.

En este sentido, lo que el psicoanálisis tributa a la investigación es algo distinto a lo conocido como método científico, donde lo que se procura es garantizar la objetividad de lo descubierto. Lo que el método psicoanalítico plantea es una aproximación a la cuestión de manera diferente. La introducción de la dimensión de lo inconsciente en el trabajo investigativo sobre acontecimientos culturales aporta un elemento sustancial que es solidario con la formación de los mismos. El descubrimiento tiene carácter de insight, de iluminación nueva sobre viejas cuestiones. Más que descubrir, de lo que se trata es de producir nuevas interpretaciones que tienen su punto de partida en la recuperación de lo reprimido o de lo excluido de los hechos culturales. Tomarlos como formaciones del inconsciente a la manera del sueño y del chiste, pone a luz una nueva mirada sobre el asunto. Se trata menos de conferenciar sobre ellos que de permitir que lo silenciado en ellos se pueda escuchar.

Esta dirección de la investigación en psicoanálisis se diferencia de las opiniones psicoanalíticas sobre los acaecimientos culturales y sociales que afectan a nuestra subjetividad. No se inspira en importar los conocimientos analíticos para aplicarlos a hechos de la cultura sino en orientar nuestra atención flotante a lo que nos desconcierta y nos inquieta en ellos para seguir la pista de las asociaciones que desencadenan en un primer insight. Punto de partida de nuevas indagaciones sobre el tema. De esta manera, la investigación analítica, sin descuidar lo tratado desde distintos puntos de vista, desde diversas perspectivas teóricas, busca introducir la dimensión inconsciente en los acontecimientos culturales.

Entiendo que aceptar esta dirección en la investigación es aceptar que nuestra subjetividad participa de lo reprimido en lo social y cultural de la misma manera que un síntoma cultural participa de lo reprimido en lo personal. Esta intrincación de lo individual y lo social concede al psicoanalista la oportunidad de trabajar sobre el material sociocultural   que se le presenta, de manera similar a como lo hace con un analizante. Su escucha y exploración de los casos, sean éstos obras artísticas, sueños, acontecimientos culturales, ritos neuróticos, delirios o creencias filosóficas comienza por poner entre paréntesis sus opiniones y juicios al respecto permitiendo que estos impacten en su inconsciente. Se trata más que de su saber sobre algo aportar un granito de arena en el entendimiento de una obra humana, esto es, la dimensión inconsciente de la que se sustenta y que le otorga a la misma su complejidad apasionante.

Alguien podrá objetar que, a diferencia de un paciente, una obra de arte no habla, pienso sin embargo que cuando Freud se encuentra frente al Moisés de Miguel Angel, éste le habló con sus gestos. Lo llevó a escribir su famoso texto a partir de las asociaciones que sabemos generó en él, determinadas por su historia y la de su tiempo. A otros antes o después seguramente les hable de otras maneras, llevándolos a confeccionar artículos, dibujar, pintar, componer música o dar conferencias. Entiendo que cuando una obra tiene valor de acontecimiento cultural es porque posee la virtud de generar en el observador un nuevo impulso creador. Establece contacto de inconsciente  a inconsciente. Es la fuerza pulsional del creador la que se hace palabra en el sujeto que se conmueve con ella.  

Somos al final de cuentas, rastreadores y contadores de historias que fueron enterradas en razón de convicciones nuevas o razonamientos  provechosos. Estas historias sacrificadas en función de clisés mentales y rígidas pautas de pensamiento racional están preñadas de verdad inconsciente. Sin ella nuestras producciones culturales serían como pájaros sin alas.

* Psicoanalista.