“La concertación que queremos hacer tiene límites, no podemos aliarnos con la derecha. La derecha es Macri, no podemos traicionar nuestros principios”, sostuvo Raúl Alfonsín en una conocida entrevista televisiva realizada por Mauro Viale. La conformación de la Alianza Cambiemos contradijo el mandato del líder radical. Así también lo entendió la rama juvenil de la Internacional Socialista, cuando en febrero de 2016 suspendió la membresía de la Juventud Radical.

Esa decisión fue explicada porque “un gobierno que aplica una política económica liberal, aumenta la desigualdad, continúa con la destrucción de los recursos naturales, soporta a fuertes grupos de medios y criminaliza la protesta social, los jóvenes que luchan por la igualdad, la solidaridad y la libertad, debemos expresar nuestra preocupación porque sin duda este tipo de gobierno nos lleva lejos de la transformación mundial que estamos buscando”. 

La JR intentó una revisión de la medida alegando ser la “pata socialdemócrata” del gobierno macrista. El 22 de febrero de este año, el Consejo de esa organización rechazó el planteo y mantuvo su decisión. 

Al mismo tiempo, el fracaso económico del gobierno nacional despertó a algunos viejos dirigentes boina blanca. Por ejemplo, Federico Storani puso en duda la continuidad de Cambiemos: “Tenemos cien años de vigencia, no tenemos por qué tolerar muchas políticas que van en contra de la esencia constitutiva y de nuestra identidad”, declaró el dirigente radical en un entrevista radial. Sin embargo, las voces que plantean un alejamiento del macrismo son minoritarias. 

El partido centenario mantuvo un perfil mucho más crítico con un gobierno propio, como el de Fernando De la Rúa, que con Macri. En marzo de 2001, la designación de Ricardo López Murphy como ministro de Economía fue rechazada por la mayoría de la dirigencia/militancia radical. Por caso, Raúl Alfonsín no asistió a la jura de recambio ministerial. Además, el ex Presidente convocó a “derrotar a los fundamentalistas de mercado”. Meses más tarde, la aprobación de la Ley de Déficit Cero, con Domingo Cavallo como ministro de Economía, tuvo muchas resistencias internas. Un senador oficialista manifestó que “ahora el Gobierno va a tener que consultar al partido antes de mandar un proyecto, porque otra ley bajo presión no pasa”. El 11 de julio, Alfonsín advirtió que si no eran escuchados “tendremos que ir pensando en independizar al partido de la gestión de gobierno”. 

“El grueso de la estructura radical se consideraba ajena al gobierno por no ocupar espacios de peso. Casi a diario Alfonsín, los gobernadores, legisladores y demás hombres del partido se quejaban de la exclusión  que sufrían o de que sólo había delarruistas en el gabinete, sin estar representados otros sectores de la UCR”, sostiene Julián Zícari en el libro Camino al colapso. Como llegamos los argentinos al 2001. 

En las elecciones legislativas de octubre, los candidatos radicales parecían opositores. La Convención Nacional partidaria (que debía reunirse dos semanas antes de los comicios) fue suspendida para evitar una rebelión abierta contra De la Rúa. Una vez consumada la derrota electoral, Rodolfo Terragno sostuvo que “el Presidente tendría que ser suicida para continuar con este modelo económico después de las elecciones”. Comparada con esa experiencia histórica, el silencio actual de la UCR aturde.

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@diegorubinzal