La irrupción de Roberto Lavagna como candidato opositor puso en guardia a un gobierno que, a falta de mérito propio, jugaba sus chances electorales a una creciente confrontación con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. En un intento de salir a confrontar con Lavagna, el actual ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, realizó curiosas declaraciones: “Una cosa es crecer al 9 por ciento haciendo todo mal y otra cosa es crecer haciendo las cosas bien”. Lo particular es que, aun cuando Dujovne tenga la fantasía de estar haciendo las cosas “bien” (¿bien para quién?, cabría preguntar), lo cierto  es que la economía no está creciendo, sino cayendo a una tasa anualizada cercana al 9 por ciento (7 por ciento bajó el Emae-Indec en diciembre y la recaudación de febrero fue 10 puntos debajo de la inflación). Por lo que la frase del ministro debería haber sido: “una cosa es crecer al 9 por ciento haciendo todo mal y otra cosa es decrecer al 9 por ciento haciendo las cosas bien”. 

¿Qué es mal o bien para Dujovne? El “mal” estaría dado por un contexto de desempleo del 25 por ciento luego de una caída del 22 por ciento del Producto en un contexto “de recuperación de los commodities en el mundo”, situación en la que asume Lavagna. Sumado a que “Argentina no pagaba su deuda y las tarifas estaban congeladas”, claves malignas para alcanzar un elevado crecimiento. Al respecto, es interesante la opinión de Dujovne (expandida en un amplio número de economistas ortodoxos) que afirma que asumir con una economía detonada es más favorable que hacerlo con una economía en funcionamiento como la de 2015 (desempleo de un dígito, estancamiento pero tras un largo período de expansión económica, una deuda casi completamente reestructurada y con los principales vencimientos ya cubiertos).

Si bien el crecimiento puede ser mayor tras una devastación económica, por una cuestión meramente estadística del punto de partida y porque se puede reactivar sin necesidad de grandes inversiones, lo cierto es que para ello hay que aplicar la política apropiada, so pena de hundir la economía en una crisis sin fin, tal cual propone el actual programa económico. Por otra parte, el crecimiento a tasas elevadas sobrepaso la recuperación post crisis de la convertibilidad de Lavagna y duró, con una breve caída por la crisis de 2009, hasta el 2011.

A su vez, mejor que no pagar la deuda es recibir por año unos 40.000 millones de dólares de créditos por encima de los vencimientos (más dólares que los aportados por el “viento de cola” entre 2002 y 2004), que disfrutó la gestión de Mauricio Macri sin que ello derramara en bienestar económico para la población. Tampoco ahogar a la producción a fuerza de tarifazos que redundan en elevada rentabilidad de las empresas de servicios públicos e hidrocarburos sin ningún compromiso de inversiones a cambio no parece una “buena” política económica.

@AndresAsiain