PáginaI12 en EE. UU.

Desde Nueva York

Cuando está por contestar algo y no encuentra la palabra justa, Julia Louis-Dreyfus hace una mueca con su boca, como si le anunciara a un compañero de partida de truco que tiene el siete de espadas. Enseguida, sus ojos se iluminan y tira una respuesta tan certera como hilarante. Entonces, sus interlocutores recuerdan ambos gestos de tantas horas frente al televisor. En Veep, la serie cuya séptima y última temporada comienza hoy a las 23.30 por HBO, la actriz y comediante encarna a Selina Meyer, primero vicepresidenta de Estados Unidos (de allí el nombre del programa), luego fugaz presidenta, candidata derrotada en las elecciones y ahora nuevamente embarcada en la carrera hacia el Salón Oval de la Casa Blanca.

Pero si algún título se merece Julia Louis-Dreyfus es el de reina de la comedia. O “patrimonio nacional”, como la definió Dave Mendel, showrunner de Veep, durante la presentación de la séptima temporada en el Lincoln Center neoyorquino. En esta ciudad, la imagen de Selina Meyer convertida en estampilla marcada con el sello “devolver al remitente” asalta desde los costados de los colectivos, desde los carteles fijos en los subtes y desde esas pantallas que ahora ocupan los lugares donde antes había afiches. Así de grande es el lanzamiento que HBO preparó para la despedida de uno de sus programas estelares, que ganó tres Emmy consecutivos a la mejor comedia.

Louis-Dreyfus, en tanto, se llevó las estatuillas como mejor actriz del rubro ¡durante las seis temporadas de Veep!, que sumó a otros que ya tenía por Seinfeld (como actriz de reparto) y The New Adventures of Old Christine. Porque, claro, el camino hacia el reinado de la comedia (y de la televisión toda, podría agregarse) tuvo esos notables mojones, que se iniciaron con su paso por Saturday Night Live. La actriz luego fue Elaine Benes, la única dama del grupo disfuncional alrededor de Jerry Seinfeld en su “programa sobre nada”, y más tarde Christine Campbell, la mujer que trataba de encontrar su lugar en el mundo tras su divorcio.

En Veep, Louis-Dreyfus está acompañada por un elenco notable, que compone personajes sólidos e incómodamente hilarantes. Está Tony Hale, por ejemplo, que encarna al atribulado ayudante personal de Meyer; Anna Chlumsky como la jefa de despacho; Matt Walsh, cuyo personaje pasó de encargado de prensa a periodista de Buzzfeed; Reid Scott, que se hace cargo de las comunicaciones sin un ápice de conciencia; Kevin Dunn como el desgastado jefe de despacho de la presidencia; Gary Cole como el robótico estratega presidencial, siempre dependiente de las encuestas; y Timothy Simons, que le puso su sello –brutalmente estúpido– al enlace entre presidente y vice que luego se convierte en diputado.

Todos ellos componen un rompecabezas en movimiento, en el que cada pieza encaja a la perfección para mostrar la trastienda de la política en Estados Unidos. A la velocidad de la luz, actrices y actores disparan frases brillantes en cuadros corales que harían tambalear a muchos de sus colegas. Todo para mostrar la mezcla de ambiciones, envidias, celos, egos y –finalmente– estupideces de lo más mundanas que pueden llegar a habitar los pasillos de la Casa Blanca. “Creo que este segundo año con nuestro actual presidente, a quien voy a llamar ‘presidente fake’, se nos convirtió en un desafío mayor escribir acerca de comportamiento extremo. Pero lo hicimos”, le dice la actriz a PáginaI12 durante la rueda de prensa internacional para la última temporada de Veep.

–Selina es una mujer fuerte y poderosa, pero puede tomar medidas extremas y a veces ser despiadada. ¿Cómo te sentís al decirle adiós a este personaje?

–Me está destrozando decir adiós. Cuando me encuentro a mis amigos acá, en estas entrevistas, y nos vemos nuevamente, aunque apenas hayan pasado dos meses de que finalizamos las grabaciones... No se dan una idea de cómo he disfrutado interpretar a este personaje, pero también creando estas relaciones con mis amigos, al frente y fuera de las cámaras... Sí, es un trago amargo despedirme de una serie después de tantos años. También es triste no volver a interpretar a Selina, un personaje tan narcisista, tan complejo y tan lleno de ira. Fue encantador darle vida a alguien así (risas).

–¿Creés que es el momento adecuado para que termine Veep?

–Honestamente, no queríamos recurrir a repetir chistes o momentos. Si hubiera sentido que hacía falta seguir, lo habríamos hecho, pero nos pareció que la historia podía contarse mejor en una sola temporada que en dos o tres más. Eso fue lo que dictó el final del programa. Y es un final agridulce, con el que estoy muy contenta.

–Has trabajado en programas que son iconos de la comedia. ¿Cómo ha evolucionado el género, según tu mirada?

–Es difícil contestar eso porque no soy exactamente historiadora y no tengo una perspectiva tan académica para decir algo... En cuanto a los personajes femeninos, se han abierto de tal manera que hubiera sido imposible verlos hace quince años, por ejemplo. ¡Quizá diez! Y eso es muy importante, es un gran avance. Por otra parte, ahora la comedia es algo denso, más cuando los episodios son de veinte minutos: tenés que saber perfectamente cómo acomodar todas las ideas. Y no necesariamente lo hacés esperando generar risas sino por la fluidez en la historia. Es decir, alguien dice algo y sí, ahí está la broma, pero sabés que hay algo más profundo que se asoma entre líneas.

–Ahora que termina Veep, ¿qué nuevo tipo de comedia te ves haciendo?

–Bueno, si soy honesta, no creo que mi siguiente proyecto vaya a ser necesariamente una comedia. Lo que quiero es que sea algo bueno, algo bien hecho. Sé que he tenido muchos papeles en comedia, pero sería bueno ejercitar otros músculos, incluso algo dramático. ¡Eso me interesa! Busco colaborar con actores y directores grandiosos para trabajar en material de calidad, de buen calibre. Sé que es más fácil de decir que de hacer, pero es lo que estoy buscando.

–Veep tocó muchos temas delicados de la política. ¿Es fácil para un comediante dejar eso una vez que aparece en un episodio o hay algo que queda adentro?

–En Veep, nuestro partido no se identificaba como uno meramente de derecha o de izquierda, y eso permitía hablar más de la cultura de la política que de un punto de vista sobre un partido en particular. Sin embargo, yo, Julia, siempre he sido una persona que ha tomado partido. Mi activismo como ciudadana de Estados Unidos sigue en su lugar y continuará ahí en las siguientes elecciones.

–Más allá de que Veep sea una comedia, ¿creés que lograron reflejar la variedad de aspectos que implica ser una mujer en la política hoy?

–No sé, digamos que tocamos algo de lo que veo sobre la frustración de ser una mujer, no sólo en la política sino en la vida. Espero haber reflejado algo de eso. Pero no me propuse reflejar a nadie que esté ahí en este momento... ¡gracias a Dios! Por suerte, está lleno de políticas enormemente capaces, poderosas, ambiciosas e inteligentes.

–¿Cómo se logra mantener la humanidad de un personaje como Selina y no reducirlo al arquetipo de una política “perra”?

–Tiene que ver con dos cosas. Antes que nada, el chiste tiene que estar muy sólidamente ubicado. Sé que puede sonar a que no estoy respondiendo, pero realmente me interesa remarcar eso. Y el segundo punto es que necesita sentir la motivación, porque nunca me acerqué a este personaje pensando “estoy interpretando a una perra”. Eso hubiese sido un enfoque errado. Interpreto a este personaje que puede llegar a actuar de cierto modo, pero soy yo quien tiene que entender por qué actúa así. Y si yo creo que lo entendí y las palabras en el papel apoyan ese comportamiento desde el punto de vista de la motivación, entonces lo comprás. No quiero decir que vaya a gustarte, pero creo que tenés la capacidad de reírte de eso y vas a sentirlo como real.

–Después de todos estos años, ¿te cae bien Selina Meyer?

–Amo a Selina Meyer. No se puede no amarla. Es un ser humano miserable y yo la amo con todo mi corazón... sólo que no votaría por ella. 

–¿Y si la opción fuera Selina versus Donald Trump?

–Oh, no puedo contestar a eso porque ella es ficción... y él es una clase diferente de ficción (carcajadas).