Con sendas presentaciones en la nueva sede central del complejo Multiplex Belgrano, tuvieron lugar ayer las proyecciones seminales de los dos primeros títulos que forman parte de la Competencia Oficial Internacional del 21° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Este año no hay ningún largometraje comparable en extensión a La flor, la monumental película de catorce horas dirigida por Mariano Llinás que en 2018 ocupó uno de los dieciséis espacios dedicados a la sección competitiva de mayor relevancia en el catálogo. Sin embargo, corolario directo de la reducción de títulos y salas, en esta nueva entrega del Bafici serán apenas quince los films que competirán por los premios principales, que serán evaluados por un grupo integrado por cuatro integrantes femeninas y uno masculino: Estrella Araiza, directora del festival de Guadalajara; Brigitta Burger-Utzer, fundadora del sello experimental austríaco Sixpackfilm; la leyenda del exploitation setentoso Christina Lindberg; la actriz portuguesa Isabel Ruth y el realizador, crítico y ex director del Bafici Sergio Wolf.

Posiblemente como consecuencia de una toma de posición curatorial, este año se evidencia la falta de un largometraje que pueda ser descripto como ciento por ciento argentino (aunque sí hay tres coproducciones en las cuales el país participa), y el pelotón está integrado por películas gestadas en países tan diversos como Canadá, Suiza, Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Colombia, Uruguay, Israel, Japón, Suecia y el Reino Unido. Como siempre, según las reglas oficiales de la casa, se trata de primeras, segundas o terceras obras, manteniendo el sentido original de la competencia: el descubrimiento de nuevos talentos. Tal es el caso de Max Linz, joven realizador (nació en 1984) alemán que viene de presentar su tercer largo en el Festival de Berlín, dentro de la sección Forum. El título Weitermachen Sanssouci parece una cruza entre los idiomas germano y francés, aunque también podría referir al famoso parque del municipio de Postdam. Tal vez por ello el nombre internacional con el cual se presenta en todo el mundo es el mucho más convencional Music and Apocalypse, aunque su sentido último sea tanto o más misterioso que el original.

Hay música en el film de Linz, desde un preludio de Buxtehude hasta Erik Satie, y de allí a la banda sonora del clásico arcade Pacman, pero el apocalipsis es apenas de escala moderada. La acción transcurre casi exclusivamente en el así llamado Instituto de Investigación en Cibernética y Simulaciones, una universidad berlinesa que está a punto de ser evaluada por un trío de gerenciamiento de fondos. Que ese hecho se produzca en medio de una toma de la biblioteca por un grupo de estudiantes es apenas una de las dificultades que los directivos de la institución deberá enfrentar. Lejos de cualquier prototipo realista, la película opta por un lenguaje satírico poco habitual en el cine contemporáneo, aunque una cantidad sustancial de dardos envenenados puede llegar a pasar inadvertida para aquellos espectadores ajenos al ámbito académico. En el Instituto priman el lenguaje corporativo –lleno de neologismos y anglicismos–, y una tendencia a poner de relieve los aspectos económicamente más funcionales de las investigaciones teóricas y prácticas (léase, su capitalización en el futuro inmediato dentro del mercado laboral), en contraposición al recuerdo del Proyecto Cybersyn, el experimento ciber económico y socialista del gobierno de Salvador Allende.

La protagonista, Phoebe, una joven docente en plan de suplencia, debe adaptarse a los particulares modos de la “organización”, más preocupada por el material con el cual estará encuadernado un informe académico que por su contenido. “‘¿Puedo molestarlo?’ Discursos sobre la cortesía en el negocio hotelero”, es el irónico título de un ensayo presentado con pompa en un seminario universitario, cortesía del director de la universidad. Max Linz, quien en varias entrevistas declaró haber basado una parte del guion en experiencias personales durante sus años de estudio, crea un objeto tan familiar como extraño, una comedia de bajísima intensidad que tiene más de un tesoro oculto para aquel que sepa buscarlo. Sobre el final, el desatino toma el control de la situación y allí parece cruzar por la pantalla el espíritu del Alexander Kluge más satírico, el de la 6ta Flota de Willy Tobler y los viajes espaciales en latas de conserva y piezas de ferretero.

El agite canadiense –región que parece estar atravesando una importante renovación cinematográfica en los terrenos más independientes– está presente en esta Competencia Internacional con dos títulos. El primero de ellos, dirigido a seis manos por Lev Lewis, Yonah Lewis y Calvin Thomas, comparte con Music and Apocalypse el sentido del humor, aunque en el caso de Spice it Up el cine mismo es el punto de partida de una narración quebrada por las ficciones dentro de la ficción general. Rodada en Ontario y en Toronto, su protagonista es una joven estudiante de cine llamada Rene, una chica algo tímida empeñada en darle forma final a su primer largometraje. Esto es, una película semi autobiográfica filmada con una cámara GoPro y centrada en un septeto de chicas decididas a ingresar en las fuerzas armadas, única solución a la vista ante el bajo rendimiento escolar. Las consultas de Rene a profesores y profesionales tienen invariablemente la misma respuesta: falta esto, sobra aquello, lo importante es tener una única protagonista, deberías filmar más escenas, es necesario ponerle más drama, “más pimienta”.

Spice it Up, que viene de exhibirse en el Festival de Vancouver, parte de zonas conocidas para ir abriéndose a una serie de derivaciones y subtramas cada vez más disparatadas, incluyendo una inesperada revelación sobre los padres de la protagonista. Es durante el tercer acto que cierta amargura comienza a permear en el tono, usualmente ligero, con el cual el trío de directores había hilvanado hasta ese momento el tejido narrativo, cuando se presenta con fuerza la idea del proceso creativo como un tránsito muchas veces angustiante y doloroso, marcado a su vez por las diferencias entre las ambiciones y los logros. Ultra independiente en sus formas y en su modo de producción, la película de Thomas y los dos Lewis es otro ejemplo de proyecto pequeño pero curiosamente rendidor.

* Music and Apocalypse se exhibe hoy a las 14.55 y mañana a las 14.15 en Multiplex Belgrano 4.
Spice It Up se exhibe hoy a las 17.25 en Multiplex Belgrano 4 y el domingo 7 a las 23 en Gaumont 1.