El Banco Central no para de regalar ganancias fáciles a las entidades financieras. Los días en que la autoridad monetaria planteaba que los bancos iban a tener que ser competitivos para contabilizar utilidades quedaron en el recuerdo. En 2016 la frase más repetida en las conferencias de prensa del instituto emisor era que la inflación iba a disminuir y los bancos no iban a poder aprovecharse cobrando tasas de interés elevadas. La inflación se encuentra por encima del 50 por ciento interanual y las tasas de las Leliq llegan a casi 70. Las entidades financieras son las únicas con permisos para invertir en estas letras de corto plazo y embolsar tasas reales cercanas al 20 por ciento anual.

Esta semana hubo un debate interesante entre economistas de la city. Se planteó sin rodeos el regalo innecesario que el Central le hace a los bancos. En el intercambio participaron expertos del mercado monetario y cambiario con estudios en universidades como Harvard, años de gestión en los principales puestos de la política económica y con un perfil cercano al establishment financiero. Esta es la mejor forma de entender que los premios que el organismo a cargo de Guido Sandleris le ofrece a la banca son desproporcionados. 

Puesto en palabras simple podría aplicarse una política monetaria similar sin necesidad de beneficiar con ganancias extraordinarias a las entidades bancarias.

El principal punto que se puso en tela de juicio es el uso de las Leliq como mecanismo de absorción de pesos para cumplir la meta de base monetaria (cantidad de dinero circulando y encajado). El Central remunera con tasas cercanas al 70 por ciento más de 1 billón de pesos colocados en Leliq para conseguir que esa masa de dinero no empiece a dar vueltas en el mercado. Gran parte de esos recursos son depósitos a plazo fijo que reciben una tasa menor al 50 por ciento. Los bancos guardan el dinero de sus clientes a cambio de un interés y después se lo entregan al Central a cambio de un interés todavía mayor. 

El Banco Central podría evitarse esta intermediación aumentando los encajes. La idea es simple pero aguda. La autoridad monetaria debería remunerar los encajes a los bancos con una tasa idéntica respecto de lo que pagan a sus clientes por la colocación de un plazo fijo. Esto permitiría ahorrarse casi 20 puntos de sobretasa que hoy paga. La cifra no es menor para el balance del Central. Se trata de 16 mil millones de pesos menos de gastos mensuales. Los encajes se cuentan como una parte de la base monetaria y esta medida no permitiría cumplir la meta fijada para diciembre. Pero es sólo una excusa contable. En el mercado aseguran que las Leliq son emisión reprimida que antes o después terminarán en circulación.

El segundo argumento que se ofrece en la city para justificar que el Central le regala plata a los bancos fue más original. Requiere conocer en detalle el funcionamiento de los mercados cambiarios y la lógica del sistema financiero. El planteo es que la banca tiene incentivos para que sus clientes se dolaricen. Esto se debe a que los bancos convierten los depósitos en pesos en depósitos en dólares al precio del tipo de cambio minorista. Se trata de una cotización que puede ser hasta 5 por ciento mayor respecto de la mayorista. La gracia es que el banco usa los pesos que estaban encajados por el depósito en moneda local para comprar los dólares que se requieren encajar por normativa por el nuevo depósito en moneda extranjera. Esto genera una nueva ganancia de intermediación poco justificada. El banco aprovecha para comprar el encaje en dólares 5 por ciento más barato en relación con lo que le vendió la divisa a su cliente. Se lleva esa diferencia sin hacer nada.