Mark Fell es uno de los artistas destacados en ese ámbito siempre difícil de definir que, entre las ganas de bailar, la promoción de nuevos dispositivos y la experimentación sonora, se señala como música electrónica. En ese universo, el músico británico se mueve con amplitud y sin prejuicios. Su producción abraza el sonido y los procesos compositivos desde una inmensa variedad de soportes electrónicos e informáticos, además de la escritura académica. Este domingo a las 20, el compositor y productor presentará una obra acústica y otra electrónica en la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), con el auspicio del British Council. 

El concierto es el primero de un ciclo denominado Ruidos y se articulará en dos partes. En la primera estará el ensamble de percusión Tambor Fantasma --integrado por Oscar Albrieu Roca, Bruno Lo Bianco, Marcos Cabezaz y Gonzálo Pérez Terranova--, que tendrá a su cargo el estreno de Intra#2, para cuarteto de percusión. En la segunda, el mismo Fell interpretará Multistability, para computadora sola, obra por la que se lo reconoce en buena parte del mundo. “Se trata de establecer algunos cruces posibles entre los dos trabajos que tienen sus particularidades, pero también cosas en común”, explica Fell. “Ambas obras utilizan sistemas de desarrollo de esquemas de base con los que vengo trabajando desde hace algunos años. La idea es no perder de vista que los humanos y las computadoras son cosas muy diferentes. En principio porque algo que es fácil con una computadora puede ser bastante difícil para un humano. Y viceversa”. 

--¿Por ejemplo?

--Cuando trabajo con música acústica interpretada por artistas no solo me interesan los patrones específicos con los que estoy trabajando, sino también la forma en que los humanos pueden interpretar esos patrones y los problemas que surgen a partir de esa interpretación. Por ejemplo, cuando un patrón cambia, incluso de una manera bastante simple, un humano tiene que tomarse cierto tiempo para asimilar ese cambio. En período más o menos breve produce, a menudo, un momento de imperfección que me resulta muy interesante. 

--¿Usa la conducta del intérprete como material posible para una composición?

--Parte de mi trabajo responde a eso, que tiene que ver también con salir de las ideas de perfección y expresión que son tan centrales en el concepto occidental de concierto. 

--¿Concibe la música como entretenimiento, como un campo de experimentación, como un arte, como todo eso junto?

--Parto de la base de que toda la música es experimental. Por eso evito explicitar ese término en mi actividad, lo doy por sentado. Por supuesto pienso que la música que hago debería ser placentera para una audiencia, de lo contrario no tendría mucho sentido hacerlo, pero teniendo en cuenta que lo que constituye placer son factores bastante complejos. Más allá de esto, principalmente espero que mi trabajo plantee preguntas al oyente, haga que las personas consideren lo que encontraron y cómo lo encontraron. 

Fell comenzó sus experimentaciones sobre el sonido durante la década de 1980. Eran años del Pop y la explosión del House. Al final de esa década, el compositor estudiaba cine experimental en el Politécnico de Sheffield. “Los politécnicos tenían menor status que una universidad. Eran para quienes no esperaban desarrollar carreras académicas, por lo que la enseñanza pasaba por lo práctico”, recuerda Fell. “Sheffield se convirtió entonces en una usina de radicalismo artístico. Fue fantástico, porque éramos un grupo de loquitos que asistíamos a cursos de cine, video, sonido y performance”, continua. “Me influyó el trabajo de los cineastas estructuralistas y el movimiento cinematográfico materialista, que es un poco posterior”, agrega.

--¿De qué manera ese cine te influyó como músico?

--En los procesos que planteaba. El enfoque no pasaba tanto por contar una historia, sino en centrarse en cómo contarla. Cómo se hace la película, con qué materiales y qué técnicas. Eso fue algo que en su momento influyó enormemente en mi trabajo con el sonido y la música.

En contraste a ese clima de experimentación artística, la década de 1980 fue para Inglaterra también una época de neoliberalismo explícito. Fell nació en 1966 en Rotherham, en el condado de Yorkshire, en el norte del Reino Unido, donde comenzaron las protestas de los mineros del carbón que se extenderían por todo el reino contra las políticas restrictivas del gobierno de Margaret Tatcher. Esa devastación de la actividad minera, la represión a las huelgas y la supresión de los derechos adquiridos por los trabajadores en la primera mitad del siglo XX, marcaron la vida del músico. “Fue un momento muy horrible y me retiré a un mundo de literatura, cine, música, filosofía. Ese fue mi mundo alternativo, donde pude sobrevivir emocionalmente ese momento”, repasa el músico. “Yo era un adolescente y las comunidades en las que vivía fueron destrozadas por políticas divisivas, que buscaban destruir a los mineros como una fuerza política. Esa época fue fundamental para mi desarrollo como artista, pero también como ciudadano, porque sigo siendo políticamente muy activo en movimientos antifascistas. Aquel momento difícil, para mí y para muchos otros, me enseñó la importancia de la comunidad y la resistencia”.