En pocos años, la alianza Cambiemos (PRO-UCR) ha pasado de una serie de promesas de mejoras a una arremetida contra la educación pública. De las promesas de jerarquizarla como eje central en la lucha por lograr la "pobreza cero", se viró sin escalas a su desfinanciamiento y deslegitimación. La negativa de abrir la paritaria nacional docente, la pérdida de más del 30% del salario docente universitario de diciembre de 2015 a la fecha, el recorte del presupuesto universitario, el retaceo del giro de las partidas en 2016 y su discrecional reparto en 2017, el consentimiento sobre el ingreso de las fuerzas de seguridad en las Universidades y al (ex) MinCyT, la quita de rango ministerial a la Ciencia y la Tecnología, la detención de estudiantes y la drástica reducción de la cantidad de investigadores que ingresan a CONICET constituyen algunos ejemplos que caracterizan la relación del gobierno con la Universidad y el sistema científico-tecnológico. Consideramos que no se trata en ningún caso de accidentes, hechos aislados, o eventuales exabruptos en el uso de la fuerza represiva; se trata, más bien, de una pretensión, instalada en el corazón de los gobiernos neoliberales de Argentina y de la región, de transformar la Universidad Pública según el canon del mercado.

La nueva morfología del neoliberalismo no recurre a la estrategia mercantilizadora de los '90, centrada en un retiro y repliegue del Estado, sino a un avance en clave de colaboración público/privada. No procede, como otrora, trasladando a manos de empresas privadas ciertos servicios básicos (luz, agua, jubilaciones, etc.), sino que dispone lo público a producir para el mercado. En ese sentido, la Universidad Pública no se privatiza, pero sí los conocimientos que pretende impartir y generar. De este modo, se desplaza su objetivo original de fomentar el pensamiento crítico para generar contenidos acordes a las exigencias empresariales, orientadas por las normas de la utilidad y el consumo. A grandes rasgos, podemos identificar dos aristas sobre las cuales se busca transformar los contenidos de la educación: por un lado, la des-epistemologización del conocimiento y, por el otro, la configuración de un sujeto caracterizado por un comportamiento empresarial y competitivo.

La idea de des-epistemologización remite a un proceso en el cual el mercado impone nuevas pautas de competitividad a la educación que no pueden ser absorbidas por el antiguo sistema de calificaciones. En este sentido, ya no adquirimos conocimientos sino competencias. La educación por competencias -concepto mágico al que se apegan los ministerios de educación para justificar las reformas educativas ordenadas por el Banco Mundial- se presenta como una pedagogía de última generación capaz de salvar al sistema capitalista de su crisis y a las nuevas generaciones del desempleo. Su objetivo está orientado a garantizar la flexibilidad de la educación. Siguiendo esta premisa, no forma en cuestiones rígidas, sino, más bien, ofrece herramientas que permiten al individuo adecuarse a un mundo en permanente cambio. De esta manera, el conocimiento deja de ser el objetivo central del proceso educativo, ya que resulta prioritaria la enseñanza de técnicas y procedimientos. En este sentido, no se enseña "lengua" sino a leer anuncios, a completar un formulario, a escribir pedidos; del mismo modo, la enseñanza de las "matemáticas", con sus axiomas y teoremas, queda reducida al aprendizaje para completar una solicitud de un préstamo.

Cuando hablamos de des-epistemologizar no nos referimos al abandono de los principios generales del conocimiento, o de la epistemología sobre el hacer concreto. Toda práctica, toda habilidad, toda capacidad se asienta sobre principios epistemológicos, no se trata del desplazamiento de la epistemología por las competencias, sino del velamiento de la primera. Tal como lo expresa el propio Hayek con suma claridad: no importa saber por qué pasan las cosas, sólo importa saber cómo las hago. La perspectiva de las competencias acentúa este derrotero del pensamiento, no interesa saber por qué suceden las cosas, interesa hacerlas y hacerlas lo mejor posible. Esta pretensión abre el camino para el abandono del pensamiento crítico, cuya expresión más clara y, al mismo tiempo, más chabacana, la presenta el actual jefe de gabinete, Marcos Peña, en diciembre de 2016: "En la Argentina se piensa que ser crítico es ser inteligente, pero nosotros creemos que ser entusiasta y optimista es ser inteligente, y que el pensamiento crítico llevado al extremo, le ha hecho mucho daño a la Argentina".

En otro orden de cosas, es notable la tendencia a considerar el ingreso a las Universidades como un privilegio más que como un derecho. Es importante reconocer este rasgo puesto que, por un lado, proviene de una concepción meritocrática de la educación superior y de un paradigma del capital humano tendiente a acrecentar las diferencias sociales. Por otro lado, desde esta perspectiva, no son las necesidades sociales las que fijan las pautas de los contenidos sino las exigencias empresariales. Además, quienes suscriben a este punto de vista y acceden a la Universidad se aferran de tal modo a su "privilegio" que abandonan el cuestionamiento hacia las condiciones de trabajo, a menudo precarias, y las de cursado, a veces con horarios excluyentes para quienes trabajan además de estudiar. La gobernadora Vidal había expresado: "De qué sirve llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad". Los datos desmienten estos dichos, el 94% de les estudiantes de la Universidad de La Matanza es primera generación de universitarios, así como también el 91% de les estudiantes de la Universidad Nacional de Moreno, el 83% de la Arturo Jauretche, el 74% de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y varios etcéteras. El asunto es que Vidal no se equivoca, no hay un error de apreciación en sus dichos, sino la expresión misma de la manera en que piensan la educación superior. El "para qué" y el "para quién" de la universidad están planteados en los dichos de la propia gobernadora.

Las transformaciones que encara el neoliberalismo, encarnado en Cambiemos, no apuntan sólo a reformas de carácter económico, sino a una reestructuración sociocultural, así como el neoliberalismo no es sólo un paquete de medidas económicas sino un modo de gobernar y producir subjetividades atomizadas, frenéticas, precarias. Pretenden fundar un nuevo sujeto caracterizado por un comportamiento empresarial y competitivo. En esta clave, la transformación que se pretende llevar adelante en la Universidad apunta a borrar su impronta emancipadora y ponerla al servicio de las necesidades empresariales.

No es posible reconocer cambios sustanciales en el orden de lo económico y dejar incólume la dimensión política. Las transformaciones en lo económico impactarán en la esfera de la democracia, la participación, la ciudadanía y la subjetividad política que se requiere para ensanchar y fortalecer la musculatura de nuestras democracias. Si lo que se construye es un sujeto flexible, un individuo cerrado sobre sí mismo y se hace del mérito la regla de nuestros resultados, entonces aquella musculatura comienza a debilitarse hasta reducir nuestras democracias a un mero conjunto de procedimientos formales.

De esta manera, cuando el crecimiento económico se vuelve la única meta deseable para un individuo, una comunidad y un Estado, no sólo la meta sino la legitimación misma del Estado y del individuo, cualquier compromiso democrático con la igualdad, la libertad, la participación, la soberanía popular quedan subordinadas al proyecto de crecimiento económico y acumulación del Capital. La permeabilidad de la educación a las lógicas del mercado no es sólo un asunto económicamente peligroso, se trata de la producción política de un mundo más miserable, lo que nos habilita a afirmar que estamos asistiendo a mutaciones de semejante envergadura hacia nuevos procesos civilizatorios que, por paradójico que suene, colocan a la barbarie como su principio rector.

*Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales/ Universidad Nacional de Rosario. [email protected]