Por primera vez en la ciudad de Buenos Aires se desarrollará el Festival Itinerante de Teatro Latinoamericano (Fitlâ), encuentro bienal que fomenta el intercambio entre artistas de la región, tanto reconocidos como emergentes. Durante doce días, se realizarán más de treinta funciones, con la presencia de elencos de Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba y Ecuador y la participación de compañías nacionales. El invitado de lujo es el Teatro de los Andes, emblemático grupo surgido en Sucre a comienzos de los 90. La oferta se completa con talleres, charlas, conversatorios y un ciclo de cine.

La organización corre por cuenta del colectivo Âmbar, red de artistas y promotores escénicos latinoamericanos que nuclea a importantes grupos, como Malayerba (Ecuador), Yuyachkani (Perú) y La Candelaria (Colombia). Comenzó organizando encuentros de formación con maestros y luego, en 2013, activó el desarrollo del festival. Las anteriores ediciones se hicieron en San José de Costa Rica, Salvador de Bahía y Lima. “Tratamos de recuperar la creación colectiva. Es el principal criterio de selección. Y que la dramaturgia de las obras esté centrada en el actor”, resume Gonzalo Alfonsín, integrante de Âmbar. 

Entre la programación sobresale el teatro testimonial. La espera, por ejemplo, es una obra hecha por cuatro hombres que estuvieron detenidos en el penal de Santa Martha Acatitla (México). La pajarera: gestos femeninos de resistencia (Colombia-Canadá) está inspirada en testimonios de las Madres de Plaza de Mayo, militantes de Ciudad Juárez y víctimas de la violencia en Colombia. Viento nocturno es un trabajo autobiográfico de Héctor Aristizábal en el que narra la experiencia de la tortura a manos del ejército colombiano, y el secuestro, tortura y asesinato de su hermano perpetrados por grupos paramilitares en Colombia. “La mayoría de los espectáculos coloca al actor como eje del proceso creativo”, añade Alfonsín. En este grupo se inscriben obras como La soledad de las luciérnagas, dirigida por Arístides Vargas, ejercicio teatral de una actriz colombiana y un actor argentino; y los unipersonales que llegan desde Brasil (La deseada y Archivo 64/15: rincones de la dictadura). “Los montajes son muy austeros por una cuestión de recursos”, completa el actor. 

En Buenos Aires, hasta el 21 de este mes, los espectáculos se podrán ver en diferentes sedes, tanto oficiales como independientes. Algunas de las salas son el Centro Cultural 25 de Mayo, el Centro Cultural Haroldo Conti, el Galpón de Guevara y el Cine Teatro York. El Fitlâ copará también zonas del conurbano, con un propósito “descentralizador”. Además, en fechas posteriores al encuentro, arrancará una extensión federal en 15 localidades de las provincias. Según remarca Alfonsín, el festival es de carácter inclusivo y promueve la “democratización” del acceso a la cultura: alrededor del 50 por ciento de las actividades es con entrada gratuita. La propuesta incluye actividades en barrios vulnerables y escuelas públicas.

“Me parece importante reunir a creadores y creadoras de América latina, y ver el teatro que se hace en este lado del mundo. En un momento de crisis como el que vivimos, juntarnos, informarnos y poetizarnos es fundamental”, dice a PáginaI12 Arístides Vargas. “No creo que exista un canon de lo que es o no es teatro de Latinoamérica, pero sí ciertas identidades cambiantes, que se inscriben en culturas locales, en una mitología propia, que para nada son estáticas, por eso son difíciles de canonizar. El teatro de este continente es tan variado y diverso que, lejos de ser un problema, es una riqueza. Son teatralidades diferentes, aunque atravesadas por un sistema de producción, en algunos casos básico, con la ausencia total de subsidios, con estados neoliberales que confunden a Kafka con una salchicha”, agrega el dramaturgo y director.

El Teatro de los Andes, con 27 de años de trayectoria desde la autogestión, presentará Mar (2015), justamente con dirección de Vargas. Es una alegoría de lo que representa la ausencia del mar en el alma boliviana. También traerá Un buen morir (2018), con dirección de Elías Cohen, que cuenta, desde una estructura fragmentada y de un realismo mágico que mezcla diferentes lenguajes, la historia de una pareja de actores y sus momentos de encuentros y desencuentros, con el paso del tiempo, la enfermedad y la muerte de por medio, según adelanta Alice Guimaraes, actriz del grupo.

“Creemos que el teatro latinoamericano se caracteriza fundamentalmente por la existencia de grupos independientes, la creación colectiva y de poéticas propias muy vinculadas a su entorno cultural”, define. “Las dificultades para las producciones y desarrollo de las propuestas cambian un poco entre países. Hay algunos que ya establecieron políticas que logran aportar apoyo al teatro y otros donde son todavía muy débiles. Sin embargo, el movimiento teatral no se detiene. Con o sin ayudas, el arte sigue produciéndose, cuestionando y haciendo su diálogo con la sociedad”, concluye.

La actriz destaca el desarrollo del teatro boliviano en los últimos años. “Creo que contribuyó el hecho de finalmente haber una escuela, ahora con nivel superior, que es la escuela de teatro de Santa Cruz. También el surgimiento de nuevos directores, directoras, dramaturgos y dramaturgas con poéticas propias y la creación de nuevos espacios gestionados por grupos teatrales”, explica. Y agrega: “Son pocos los grupos que logran una permanencia. Nosotros somos autosostenibles. No tenemos ningún apoyo institucional. No hay nada para mantenernos además de lo que ganamos con la presentación de obras y organización de talleres. Pero creo que esa necesidad también ha condicionado el teatro que hacemos. Debemos ser necesarios a nuestro público. Nuestras obras deben tener muy buena calidad y un lenguaje universal para permitirnos girar fuera de Bolivia”.

* La programación completa del Fitlâ se encuentra en www.festivalfitla.com.