Ya era de noche. Y de noche, me convertía en un vampiro chupasangre travestido. Salía de cacería con una sed irrefrenable. Muchos tipos eran presa fácil, estaban morbosamente ligados a las tetas con pito y eso me facilitaba la cacería. Me produje como para matar. Botas bucaneras estampadas de dálmata, minifalda haciendo juego, remera escotadísima negra de encaje apretada al punto de la asfixia, para marcar las ubres siliconadas de vaca prostituta y mucha pintura en la cara, mucho labio rojo, mucho delineador negro al estilo trola dark. Así estaba. Vestida para fagocitar un alma masculina con problemitas de identificación sexual.

Caminé por Perú hacia Belgrano, luchando con las veredas traicioneras de la ciudad, y sorteando las baldosas flojas que odio más que a los hombres de pija chica. Pensaba comerme un rico pedazo de carne humano e irme a bailar con la panza llena y el corazón contento, sabía que moviendo el culo y poniendo la boquita como lista para pete express algo iba a levantar que me llevaría hasta el boliche, costumbre arraigada para ahorrar. Caminé varias cuadras, quizás más de diez y no pasaba un alma, si la noche seguía así, iba a tener que desayunar mi propio pis porque no tenía un mango. En eso, ante mis ojos desesperanzados, un taxista paró y sacó la cabeza por la ventanilla

–¿Adónde vas morocha? ¿Te alcanzo?

Yo por supuesto con tal de ahorrarme el taxi, que estaba saliendo con los sucesivos aumentos como nueve pesos, me hice la reina de la flor de Escobar y murmuré dulcemente:

–Dale... voy a Viamonte y Uriburu… ¿vos para dónde vas?

El me miró con cara de burro en celo y contestó:

–Justo iba para ese lado yo…

Canté bingo, me arreglé las tetas, me subí un poco la minifalda y abrí la puerta para subirme sensualmente en el asiento de atrás. Sentí su mirada de baboso empedernido por el espejo y pude percibir que ya estaba al palo solo con hablar. La situación me calentó y me hice la gata estirando mi mano hacia el asiento de adelante para tocarle el bulto. Él se dejó hacer, y pude palpar una hermosa pija dura preparada para actuar.

–Pará… en la calle no… que si nos llega a agarrar la cana vamos con pitos y cadenas… vamos a buscar otro lugar que yo conozco…

Saqué la mano de esa enloquecida bragueta y me relajé apoyando mi espalda en el asiento de atrás, encendí un cigarrillo y abrí un poco la ventanilla. El viento fresco me hacía bien, me hacía sentir bien, viva… era esa época del año ideal donde no te cagás de calor ni te cagás de frío. El tachero mirándome por el espejo retrovisor y sin dejar de manosearse de vez en cuando el gansito violador de repente dobló y se metió en un garage de ladrillo a la vista por microcentro. Estaba todo oscuro. Y yo dudé de que ese sea un lugar seguro.

–Che me parece… me parece que acá no…

Con la seguridad de estar meando territorio conocido mientras bajaba del coche me dijo:

–Dale bajá acá… está todo bien de verdad…

Bajé detrás de él y ya estaba apoyado contra el capot con el pantalón y el calzón bajo mostrándome su hermoso pijón duro por explotar. Me quedé muda. Me subí la minifalda, me arrodillé en el suelo de cemento y empecé a chupar como una descocida. Estaba chocha con semejante falo. El gozaba como un perro en celo y miraba para arriba empujándome la cabeza. Estaba muy excitada y me masturbaba al ritmo que chupaba ese premio que la noche me había regalado. En eso lo miro y le digo:

–Avisame cuando estés por acabar pa…

Y noté que su miembro se empezaba a bajar lentamente dentro de mi boca… no entendía que podía haber pasado, que podía haber hecho mal… quizás al haberle hablado en ese momento tan especial le había cortado el mambo y yo me quería matar por ser la estúpida que nunca me aprendía a callar. El me levantó de los hombros con dulzura y me explicó:

–Ya acabé…

–¿Ya acabaste?...– Pregunté yo llena de dudas…– No me mientas… me hubiera dado cuenta… ¿qué pasó? ¿por qué no acabás?

El me volvió a mirar mientras se acomodaba el pantalón:

–Sí… acabé… lo que pasa que estoy operado de cáncer de próstata… y cuando acabo el semen se mezcla con la orina… despido la leche después cuando voy a mear…

Mi cara no sé en qué se transformó… el asco que me dio la explicación en vez de tranquilizarme porque había logrado hacerlo acabar con mis maravillosas habilidades era indescriptible. Se me revolvió el estómago, si hubiera tenido un litro de ayudín limón, juro que hacía fondo blanco. Pero ya no había nada que hacer más que subirse al coche e irse a bailar. Me alcanzó amablemente hasta la disco y cuando bajé, me saludó dulcemente con su mano. Me sostuve un momento en un pilar de un estacionamiento y lancé.

Se le mezcla el semen con la orina, ja, qué asco, nunca me había pasado. Pero nada me iba a detener y la noche estaba en pañales, después de todo, qué me podía llegar a pasar después de eso. Cuando se me pasó un poco el asco en el estómago entré al boliche y me enredé entre las luces.

Algo había de bueno en esa noche… algo había de bueno de verdad, la vida una vez que ponés un pie en la calle, nunca te deja de sorprender y eso es realmente fantástico, para bien, o para mal. 

Naty Menstrual presenta la reedición de Continuadísimo y Batido de trolo por Red Editorial. Sábado 13 de abril a las 20 en Mu, Riobamba 143.