Nunca fue tan necesario como hoy ser claro. Ser específico. Dar con la palabra lo más aproximada posible a la que uno siente que corresponde. Porque afuera, ahí afuera, en el mundo público, y muy a diferencia de los ´90, el sentido de realidad, el sonido ambiente y el discurso imperante en prácticamente todos los medios de acción psicológica (que antes lo fueron de comunicación), han enloquecido. Enloquecen para enloquecernos. Se nos dice que es digno comer de la basura, se ignoran multitudes en protesta y se ignoran represiones feroces, se ignoran hechos judiciales aberrantes y toda noticia dura que pueda complicar a Macri, se siguen repitiendo mentiras a destajo, y de a poco cuando leemos las noticias es como si respiráramos glifosato.  La información que dan es tóxica. Estamos envenenados, en voz pasiva y activa. No es fácil sobrellevar este tiempo, pero es más difícil aún si se carece de voces referentes en quienes depositar la calma de la conceptualización. Saber mejor qué nos pasa y por qué. Nombrarlos como lo que son. Enterarse de hechos que ellos esconden en la sombra, y además y sobre todo, en lo que respecta a mi trabajo, ser conscientes de la época histórica que nos toca, y cuánto de local y cuánto de inferido y global tienen las pestes que nos llenan de infelicidad.

* Fragmento de Crónicas del naufragio 2, de Sandra Russo.