La campaña por la reelección de Mauricio Macri comenzó con una serie de videos difundidos en las redes sociales. En uno de ellos, un empresario señala que “tenía una fábrica” pero “que hace 4 meses que no vendo”, y aun así apoya al gobierno porque “no se puede vivir toda la vida de prestado y ahora hay que sufrir, viste cuando a vos te dicen ganaba 20 lucas y gastaba 30 y esas 10 lucas las tenemos que devolver. 70 años viviendo así”. En otro video, un jubilado afirma que no le “sobra nada” pero apoya igual al gobierno porque “una Argentina que está en crisis hace 70 años y está a los tumbos, no la podes corregir en 4 años”. Ambos protagonistas de la campaña concluyen con que “el problema de la Argentina son los argentinos”. 

La frase que adjudica las dificultades económicas del empresario y del jubilado a “los argentinos”, en lugar de culpar al programa económico en curso, es mucho más que una estrategia de campaña. Desnuda como desde el oficialismo se reproduce aquella visión de los colonizadores y de sus aliados locales, que veían en los habitantes de estas tierras y sus costumbres, como un estorbo para el desarrollo. 

La encrucijada entre “civilización y barbarie”, que justificó el exterminio de los pueblos originarios y el sometimiento del gauchaje mestizo en el siglo XIX, renace en el siglo XXI como “ajuste o populismo”. El oficialismo y el FMI se sienten portadores de una verdad económica (el programa de ajuste liberal) que deben aplicar a una sociedad que se resiste. Su verdad civilizadora debe sobreponerse sobre los instintos populistas del argentino medio. 

El fracaso del programa no está en su desajuste respecto a la economía y sus necesidades reales, sino en la negación de los nativos a adaptarse a “la realidad” y querer seguir viviendo en la “ficción populista”. 

Para los liberales locales y sus padrinos extranjeros, la crisis en la que sumergieron a la sociedad con más de tres años de políticas liberales, no es el resultado de dichas políticas, sino de su aplicación gradual. Por ello, Mauricio Macri señala que no hay plan B y que, en caso de ser reelegido, aplicará el mismo programa pero en forma acelerada. Para esa mesiánica tarea debe sobreponerse a la resistencia de CFK, la militancia kirchnerista, los gobernadores, intendentes, sindicatos, movimientos sociales, empresarios y ahora directamente a “los argentinos” que son culpables de no permitir una aplicación a fondo del programa liberal. La resistencia populista al ajuste civilizador. 

Arturo Jauretche señalaba respecto al mesianismo de liberales y su cruzada civilizadora contra la realidad nacional: “si la realidad se opone a la aplicación de la ideología según se transfiere, la inadecuada no es la ideología de transferencia sino la realidad, por bárbara. Si el sombrero existe, sólo se trata de adecuar la cabeza al sombrero. Que éste ande o no, es cosa de la cabeza, no del sombrero, y como la realidad es para él la barbarie, la desestima. De ninguna manera intenta adecuar la ideología a ésta; es ésta la que tiene que adecuarse, negándose a sí misma, porque es barbarie”.

@AndresAsiain