(1) La intensificación de la agresión de Estados Unidos sobre Venezuela en este primer cuatrimestre de 2019, con la consiguiente amenaza de invasión militar directa, está propiciando la reinstalación del imperialismo como problema legítimo en América Latina. La caracterización mediática y académica dominante del drama venezolano como un “efecto de imperialismo” rompe con una pesada estigmatización acumulada a lo largo de cuatro décadas en la región. La invisibilización del fenómeno se inicia con la irrupción de las dictaduras militares en el Cono Sur y se refuerza a partir del reacomodo político e identitario de los intelectuales de izquierdas de allí en adelante. La negación del efecto de apropiación imperial se acentúa durante la década del 80 con el avance de la agenda democrática en las ciencias sociales regionales, de la mano de las auspiciosas gestiones de Clacso. Los intelectuales que promocionaron la recuperación de la democracia en América Latina, virtuosos en muchos aspectos, terminaron desactivando la pregunta por el imperialismo. De esta manera, el desarrollo del tópico quedó en propiedad de un marxismo políticamente disminuido y científicamente detenido. A partir de la década del 90 se profundiza la descomposición de los proyectos intelectuales modernos en las ciencias sociales latinoamericanas y con ello se refuerza el bloqueo mental respecto a la cuestión imperialista. En ese mismo período se torna hegemónico un nuevo sentido común privatista y escéptico que bajo un discurso pseudo-científico de necesarias experticias e hiperespecializaciones logró procesar con éxito los nuevos ingredientes neoliberales de la cultura política nacional, así como las fantasías posmodernas de una cultura de consumo generalizada. En cualquier caso, todo indica que la actual ingerencia externa en Venezuela se constituye en el acontecimiento que termina de sepultar los argumentos que aún persistían para intentar convencer a las juventudes de las universidades argentinas de que el mundo académico estaba condenado al procesamiento de los pequeños asuntos y de los fragmentos de sociedad de una época posmoderna irreversible. De este modo, el retorno del imperialismo como problema para América Latina y para las ciencias sociales se constituye en la segunda reconfirmación brutal –la primera fue la crisis económica global de 2007- de la existencia del continente como un espacio y un tiempo modernos.

(2) El problema del imperialismo, como toda preocupación nuclear y no perecedera de las ciencias sociales, exige una permanente reformulación. Tal demanda de creatividad teórica no puede prescindir de un retorno permanente al repositorio de las teorías clásicas del imperialismo. La idea de iniciar una revisión crítica de las grandes teorías heredadas para repensar la relación y el proceso imperialista podría fundamentarse hoy a partir de cuatro postulados arraigados en la historia nacional y regional:

(i) No hay posibilidad de comprender ni de explicar los procesos de cambio socio-históricos en Argentina y América Latina sin contar con una teoría del imperialismo.

(ii) No hay posibilidad de actualizar el marco identitario de la izquierda sin recrear una historia nacional y regional que reconozca como núcleos de indagación central: (a) los regímenes de visibilidad constituidos en torno a la cuestión imperialista; (b) el cúmulo de posiciones y discusiones en torno al problema, y muy especialmente en relación a los lazos existentes y deseables entre el sistema imperialista, el sistema capitalista y las expectativas de cambio socio-estructural; (c) el modo en que los puntos a y b se inscriben en las transformaciones sociales del presente.

(iii) No hay posibilidad de reconstruir una teoría del imperialismo para las ciencias sociales regionales y para la acción política nacional sin delimitar un campo de indagación teórica lo suficientemente amplio como para contemplar y a la vez trascender la tradición marxista y los sistemas teóricos de los autores del Norte Global.

(iv) No hay posibilidad de repensar el sistema imperialista sin definir las relaciones y las contradicciones que éste establece con otros tres sistemas de apropiación de la sociedad moderna: el sistema capitalista, el sistema patriarcal y el sistema de la naturaleza.

(3) Si el proyecto intelectual del mítico grupo Pasado y Presente, liderado por José María Aricó, representa el antecedente nacional más avanzado de realización de los dos primeros postulados mencionados, el tercero y el cuarto se terminan de instalar en el país como imperativos ineludibles a partir de una serie de eventos recientes. A saber:

(i) el registro de la oxidación del motor científico de la teoría marxista a partir de su incapacidad para ofrecer en una misma fórmula una explicación de la expansión neoliberal y una salida superadora, a la vez política y económica, para los países de la región;

(ii) la recuperación de la crítica moderna al eurocentrismo en América Latina, contra el negacionismo de la crítica posmoderna y decolonial;

(iii) la revalorización de las perspectivas teóricas desarrolladas por los movimientos nacionales y populares del Sur Global desde principios y mediados del Siglo XX (por el peronismo de izquierdas en la Argentina), tendientes al establecimiento de una diferenciación sustantiva entre la cuestión imperialista y la cuestión capitalista; y finalmente,

(iv) la extraordinaria expansión del movimiento feminista en el siglo XXI y su notable capacidad para profundizar la crítica al sistema de apropiación patriarcal.

Repensar el imperialismo para propiciar un cambio social progresista en la Argentina actual es una tarea urgente para las ciencias sociales, para los partidos políticos y para los movimientos sociales.

Esteban Torres es profesor de sociología en la UNC; investigador del Conicet; coordinador del GT Clacso “Teoría Social y Realidad Latinoamericana”.