"Arrancamos en 2012. Llevó su tiempo", dice sonriendo el realizador Diego M. Castro a Rosario/12. Finalmente, la pantalla grande recibe en salas de todo el país a 1100, la película que dirige el rosarino y que articula el trabajo técnico y artístico de muchas y muchos profesionales de la ciudad. (En Rosario, 1100 se exhibe únicamente en Cines Del Centro).

"En ese momento ganamos un fondo de desarrollo de Espacio Santafesino que nos ayudó mucho. Luego de remarla bastante y de filmar un teaser, en 2015 ganamos como Ópera Prima en el Incaa y conseguimos el financiamiento. Se filmó a finales de 2017 y ahora estamos estrenando", continúa Castro. Vale agregar que durante ese mismo año, 1100 fue declarada de Interés Municipal por el Consejo de la ciudad, y ganó el concurso Entre Todos de la Municipalidad de Rosario.

1100 es también el número de placa del taxi que conduce un atormentado Santiago Ilundain, el taxista que conjuga una crisis de pareja, ser un hijo mandoneado, además de músico frustrado y empleado cabizbajo. Un cúmulo de situaciones que conviven junto a pasajeros eventuales, mientras la cámara descansa en el primer plano del actor, junto a un paisaje visual y sonoro cada vez más extrañado. El reparto suma los nombres de Cecilia Patalano y Andrea Fiorino, dos puntos de referencia -pareja y madre- en la vida y días de este taxista.

Castro trabajó en el proyecto desde 2012.

"La película sucede a lo largo de un día, y el tipo está un poco harto, pero eso es algo que nunca se dice. Se percibe un estado de conflicto con todo. Es alguien que no tiene mucha expectativa o algo que lo contenga, como la política, la religión o el fútbol, no hay nada. Es alguien cargado de mucha tensión y le cuesta reaccionar", consigna el director.

--Algo que debe tener su correlato con los pasajeros.

--Él arranca el día con un conflicto de pareja, y luego sale a trabajar. Las situaciones con los pasajeros y la calle en general lo van cargando todavía más.

"La película sucede a lo largo de un día, y el tipo está un poco harto, pero eso es algo que nunca se dice. Se percibe".

--El proyecto te llevó casi ocho años, es increíble cómo la temática coincide con el momento actual.

--Mientras trabajaba el guión y lo charlaba con (el director) Juan Villegas, a él le llamaba la atención de la película que a Rosario se la veía (desde Buenos Aires) como a una ciudad de "espacios verdes". Más o menos al año, Rosario pasó a ser Sinaloa, algo que tampoco es. A la ciudad nosotros la conocemos de otra manera, y durante todo este tiempo, siempre pensé que era una película para estrenar ya, por varios temas. Lo cierto es que casi nunca perdió actualidad, sino que la fue ganando. Es como que estamos siempre a punto de explotar (risas).

--No puedo evitar la referencia a Taxi Driver, y el clima claustrofóbico.

--El encierro está, la cámara no sale nunca del auto. Pero con los pasajeros también se da un espacio de intimidad, entre extraños. El taxi es un espacio que lo usa gente muy pobre y muy rica. Salís con pasajeros de un barrio privado y después terminás yendo a zonas muy carenciadas. A través del taxi se produce un nexo en la ciudad que se acentúa todavía más en el caso de las ciudades latinoamericanas, dado el grado de diferencia social.

--Rosario, entonces, aparece como otro de los personajes.

--Con el taxi se ve mucho la ciudad. Uno está acostumbrado en el cine a ver Nueva York, París o Buenos Aires, pero Rosario no suele aparecer. La película ha transitado toda la ciudad, da un reflejo de eso: Molino Blanco, Saladillo, Fisherton, 7 de Septiembre, Parque Casado, la zona céntrica. Está bueno ver en el cine lugares que uno transita todos los días.

--Y a través de una película realizada desde el propio profesionalismo de la ciudad.

--Por eso son importantes los apoyos. Filmar una película es caro y lleva mucho tiempo. Son importantes las instancias de apoyo porque más allá de lo culturalmente importante que significa hacer una película, está la cuestión económica. Se trata de dinero que viene a la ciudad y a la provincia, que se utiliza para pagar el sueldo a profesionales rosarinos, para alquilar productos rosarinos, para comprar comida, hacer fletes. Alrededor de una película se mueve toda una estructura, es como una micro-pyme que funciona por un momento y da mucho valor. Es importante conocer este lado más industrial.

"Los apoyos son importantes porque más allá de lo cultural, está la cuestión del dinero que viene a la ciudad".

--En lo personal, ¿qué te aportó la experiencia de 1100?

--Yo venía trabajando de una manera, buscando una línea narrativa más vinculada al realismo pero llevándolo al extremo, con narraciones que no sean ampulosas, atento a elementos pequeños. Mi productora -que tengo con mi mujer, Marina Sain- se llama Minúscula Cine (que coproduce 1100 junto a Murillo Cine). Esta búsqueda ahora se consolida en un largo, veremos qué pasa. Me sentí muy cómodo al realizarlo. Había muchos con quienes ya había trabajado antes, en Señal Santa Fe (Programa audiovisual del Ministerio de Innovación para el que Castro dirigió el documental Los movimientos, dentro del ciclo "Ensayos sobre interculturalidad"). Creo que la película es fiel a sí misma, a las ideas que la generaron y eso me tiene muy contento.

--El cine es siempre consecuencia de un grupo de trabajo.

--Esa cuestión colectiva es lo que tiene de hermoso y hace que nos guste, apasione y sigamos. Cuando trabajás el guión estás solo, pero luego abrís la película y pasás a filmar con todo el mundo. Todos aportan algo. Ésa es una linda sensación.

Los rubros técnicos de 1100 se completan con Lucas Pérez (Fotografía), Marina Sain (Arte y Montaje), Irene Depetris (Vestuario), Santiago Zecca (Sonido), Santiago Guidi (Asistente de Dirección), Georgina Baisch y Cecilia Salim y Diego Castro (Producción).