Las acciones profundizaron la caída en dólares en las últimas semanas. El promedio de las empresas acumuló una pérdida de 51 por ciento el último año. El Banco Central recicló su programa monetario esta semana pero no alcanzó para contener la presión financiera. Los inversores locales recuerdan la historia y reconocen que los procesos de elevada tasa de interés no son sustentables. El miedo es que los desequilibrios del Banco Central terminen en una fuerte devaluación para licuar las deudas del organismo. Los inversores internacionales no necesitan mirar hacia atrás para tomar decisiones. La tasa de inflación en 54 por ciento funciona como una alerta que frena el interés de los fondos extranjeros para comprar activos argentinos.

Las acciones son uno de los instrumentos financieros más castigados por la falta de certezas del Central. Los rebotes registrados en enero se esfumaron y a partir de la segunda semana de febrero regresó la duda con fuertes caídas en la bolsa. Las agencias que operan en el mercado de capitales publican semana a semana informes que resumen la performance de precio y capitalización bursátil. El desplome del valor de las firmas es notable en lo que va de 2019 si se tiene en cuenta que la bolsa porteña había sido una de las que más cayó en el mundo el año pasado.      

Las pérdidas de las acciones pueden revisarse en función del rubro en que operan las empresas. Desde abril del año pasado son pocas las compañías que se salvan de registrar caídas importantes. En el sector de las siderúrgicas se destacó la merma en moneda dura del 47 por ciento de Aluar y del 65 por ciento de Agrometal. En petróleo y gas sobresalió la baja de YPF, con un retroceso en dólares del 31 por ciento. Las energéticas también computaron bajas importantes. Pampa Energía anotó una contracción del 59 por ciento, mientras que Transener cayó 67 por ciento, la distribuidora Edenor 68 por ciento y Central Puerto 49 por ciento.  

Las empresas gasíferas fueron otro de los rubros en baja. Transportadora Gas del Sur acumuló una contracción del 45 por ciento, al tiempo que Transportadora Gas del Norte retrocedió un 65 por ciento, Camuzzi un 83 por ciento y Metrogas un 85 por ciento. La cotización de estas acciones en pesos no estuvo ni cerca de compensar la devaluación del último año y provocó el desplome de los precios de estas firmas en moneda dura. El próximo año no es claro cómo será el flujo de ingresos de estas empresas y la reacción natural es vender los activos hasta que se ordene el panorama. 

La situación es parecida para los bancos. Las entidades financieras vienen recibiendo importantes premios del Banco Central en los últimos meses. Principalmente fueron las firmas más beneficiadas por las inversiones en las letras de corto plazo Leliq. Pero estas ganancias no se reflejan en la bolsa. El Banco Supervielle acumuló una pérdida del 80 por ciento el último año, mientras que el Grupo Financiero Galicia bajó 59 por ciento, el Francés un 58 y Macro 52 por ciento. 

Los bancos se convirtieron en un activo de alto riesgo. Esto se debe a que las entidades financieras se encuentran muy expuestas a la deuda de corto plazo de la autoridad monetaria. Algunos economistas plantean que no resultaría extraño un canje de Leliq en los próximos meses en respuesta a un intento de corrida cambiaria antes de las elecciones. La situación potencia la volatilidad de las acciones bancarias. Los números de la bolsa hablan por si mismos. 

Las empresas de la construcción también atraviesan fuertes pérdidas. Las acciones de Loma Negra (producción de cemento) anotaron una pérdida de 44 por ciento, mientras que Fiplasto retrocedió 81 por ciento y Holcim 60 por ciento). El sector del agro tampoco consiguió una buena performance. Ledesma acumuló una merma de 59 por ciento y Cresud del 47 por ciento. Por su parte, las empresas que producen para el mercado interno marcaron importantes disminuciones. Mirgor anotó un retroceso de 76 por ciento y Longvie del 77 por ciento. 

La bolsa porteña, pese a estas pérdidas, aún no se ubica en los mínimos anotados en otras crisis financieras, como la del 2002 o 2009.