En una semana, se pondrán en juego espacios fundamentales. ¿Quién quedará con posibilidades de gobernar la provincia? ¿Quién con chances de quedarse con una de las mayores intendencias del país como lo es Rosario? ¿Se terminará la hegemonía socialista aquí y también en Santa Fe? Todo está en juego en la previa a que se defina el destino del país el próximo octubre. En la provincia habrá que esperar las generales de junio pero el próximo domingo estarán echados los dados fundamentales de esta partida.

Sin embargo, el clima electoral es como el fresco en este otoño rosarino. Apenas es un ramalazo que aparece a la vuelta de una esquina o en medio de un día nublado. No es rotundo ni definitivo, no se instala con fuerza. El elector promedio de esta ciudad pasa del asombro ante la góndola al estrépito de los balazos y los muertos en cualquier barrio y bajo distintas circunstancias. Sin que las autoridades sepan, al menos, de dónde salieron tantas armas de grueso calibre en los últimos años.

Fue tal la escalada de muertes el jueves pasado que muchos empezaron a sospechar de alguna mano negra. No se encontraron argumentos, pero está claro que el perfil "no admito ni una sola crítica" del ministro Maximiliano Pullaro, no es suficiente. La autoridad no se actúa. Con todo el gobernador Miguel Lifschitz logra quedar aislado de estas críticas que recaen sobre la figura de su ministro. Es como esas comisiones directivas de los clubes que contratan a un técnico con personalidad como para que arrastre toda la atención.

La gente desconfía de los grandes anuncios en seguridad así como lo hace con los acuerdos de precios que ¿llegarán? a vastos sectores. Descree mucho acerca de las soluciones sobre estos temas y tiene motivos para hacerlo. Pero tampoco sale corriendo a poner esas expectativas en otros partidos. Sopesa y en esta oportunidad está dispuesta a votar en lo que podría llamarse como "política de reducción de daños". Es decir, elegir por el menos peor. Que en realidad no debería ser una decisión con pesar sino una elección posible: Nadie será perfecto, pero habrá unos mejores que otros, sin duda.

Los discursos están bastante claros. María Eugenia Bielsa avanza con la idea de señalar que tanto el socialismo como su rival interno Omar Perotti "fueron funcionales al macrismo". Antonio Bonfatti, Lifschitz y Verónica Irízar se aferran a la "tercera posición" y para eso le pegan al peronismo por los "hechos de corrupción" y al macrismo por el "ajuste que asfixia a la población". José Corral sólo habla de inseguridad pero su predicamento se hace cada vez más difícil de transmitir. Perotti, en cambio, cree que puede juntar votos de todos los decepcionados y, por supuesto, de los peronistas. En su estilo, evita siempre la confrontación y en esta etapa a su juego lo llamaron con la moderación sobre los temas fundamentales. Menos gritos y más propuestas es su lema preferido. Si sortea con éxito las PASO habrá que ver si hay un cambio de estrategia.

Andres Macera
El socialismo apuesta sus fichas a una elección agónica, de las que ya conoce.

El socialismo en Rosario se acostumbró a jugar en elecciones agónicas. Pocos recuerdan la estrategia exitosa de la intendenta Mónica Fein en 2015. Venía de perder las primarias con Anita Martínez, puso cara de derrotada y deambuló por la ciudad admitiendo todas las críticas mientras les tendía una mano a los votantes de Pablo Javkin y María Eugenia Schmuck. Enojarse con la gente hubiese sido letal, no lo hizo, se mostró comprensiva y acongojada. Resultado: Se quedó cuatro años más como intendenta y fue tan horrible lo que hizo el macrismo que terminará su gestión con mucha mejor imagen de lo que la empezó. El socialismo es experto en estas cosas. Quien se apure a darlos por derrotados no vivió en Rosario en los últimos años.

Muchos ven novedosa la comunicación política del PRO, pero el socialismo lo hacía hace 20 años. Con una gran diferencia: Lo que presentaba de lindas y sorprendentes maneras estaba más cerca de las políticas concretas que después se iban a aplicar. Si la distancia entre ese marketing político y la realidad es demasiado amplia, aparece lisa y llanamente la mentira. Tarde o temprano la gente se da cuenta.

Javkin no es socialista pero vivió desde adentro cómo se arman todas estas cosas. Hizo posible el triunfo de Fein en 2015 con su cara de renovador y piensa ir por el mismo camino: Si quieren que sigan las políticas públicas del socialismo pero están cansados de algunas figuras, acá estoy yo. Sería en resumen. El tema es ver qué cantidad de gente hace ese razonamiento.

Roberto Sukerman también luchará contra todo ese armado político y comunicacional. Pero es un peronista rosarino que sabe de memoria estas cuestiones. No las niega -como otros dirigentes del PJ del norte que aún no saben por qué el PS sigue ganando elecciones- sino que las baraja y encuentra las posibilidades. Eso intentará en este escenario que lo mantiene primero en todas las encuestas en la categoría a intendente de Rosario. Sukerman va por la historia, como los jóvenes peronistas del centro de estudiantes de Derecho de la UNR que acaban de dar el batacazo.

Es curioso que a esta altura no se tome en cuenta que el electorado no peronista de Rosario es capaz de votar por el socialismo con la misma fuerza que lo hizo por el PRO o por Ciudad Futura en su momento. Son las mismas seccionales del centro las que operan el cambio según las circunstancias. El PJ necesitaría sumar algo de ese voto para operar el vuelco.

En el primer "enojo" con el socialismo, la fuerza que ahora propone a Juan Monteverde como intendente dio el batacazo colocando tres concejales en una misma elección. El electorado había castigado al PS por izquierda. Pasaron dos años y la ola amarilla comenzó a instalarse y por eso Rodrigo López Molina ganó la elección de concejal en 2017 de punta a punta. Los electores castigaban esta vez por derecha. Ahora el socialismo está en otra posición y cree que ya no habrá castigos sino reivindicación de su rol gobernante. El pueblo hablará.