La primera vez que Sandro King vio la luz encendida en los ojos lésbicos y de inmediato también estrábicos de una platea, fue en el cumpleaños número 13 de Casa Brandon. Con un traje celeste y un pantalón que le ceñía lo que aún hoy se considera en muchos ámbitos “el” atributo viril - era un dildo que le había regalado su novia de entonces- se lanzó a cantar en vivo “Trigal”, una de las canciones más osadas en eso de quebrar la lógica. Sandro King fija su mirada libidinosa sobre una y otra y otra más y extiende su mano mientras canta  “……”

Desde ese punto de partida, como no podría ser de otra manera, el ídolo saltó al universo de las fiestas de cumpleaños para señoras de entre 90 y 50 años, las auténticas nenas, aquellas que le respondían al ídolo con un gesto tan dislocado como la letra de Trigal: bombachas al viento como muestra de devoción y liberación a la vez. La presencia de este Sandro torteril provoca risa espontánea y risa nerviosa. “Te juro que no tengo levante en los shows a pesar de que el público es mayoritariamente lésbico…Lo más hermoso me pasó con las señoras, las auténticas nenas. Me miran embobadas como lo mirarían a él en los recitales. Primero se resisten a que me acerque pero en la segunda canción siempre alguna se atreve y me toca el bulto…Recuerdo a una de ellas que cuando terminó el show se me acercó emocionada, me habló como si estuviera a punto de darme un beso y me dijo: “Qué hermosa voz”. ¿Qué estaría pensando esa señora? ¿O sintiendo? Porque fijate que la voz es lo único que no puedo disfrazar, es lo menos Sandro que tiene mi drag. Y ella estaba destacando justo eso…

Además de graciosa y evocadora, la presencia de Sandro King, con su despliegue de seducción lésbica en clave de coreografía macho no sólo deja en evidencia la materia prima de la masculinidad exacerbada, no sólo devela el carácter construido y artificial de una “masculinidad femenina”, sino que en ese movimiento, arrastra a la artificialidad a la masculinidad “en sí”. “ Eso sí. Cuando veo un agujero, un espacio coreográfico o de sentido, aprovecho y hago lo mío”, concluye Belén Gatti.

¿Qué es lo tuyo?

Quiero decir que sale mi tortillerismo, digamos que soy una torta poseída por la masculino de Sandro y entonces, en ese movimiento,  se resignifican mis nenas.

¿Cómo nace Sandro King?

Hace unos años convocaron a la directora de teatro y dramaturga Carla Grela para hacer una reversión de clásicos. Ella eligió hacer “Don Juan” y que ese personaje estuviera representado por un imitador de Sandro. En esa obra yo era un chico trans, loco por Sandro que me enamoraba de una policía y más que donjuanesco digamos que era un practicante del poliamor. Luego lo convertí en un drag que hace tributo a Sandro. Sandro King es una torta completamente loca, que cree que es algo así como una reencarnación.

¿Y antes de actuar? ¿Cómo aparece Sandro en tu infancia en Lobos?

Bueno, sí, aparece. A los 15 años, cuando me di cuenta de que me gustaban las chicas me puse a mirar cosas de Sandro. Creía que si lo copiaba me las iba a poder levantar. Viste que hablo en un tono bastante español, es porque en los recitales él crea una tonada neutra, supongo que es porque es “Sandro de América”.

¿Y cómo te fue con esas nenas?

Definitivamente no me sirvió para levantar. Además… esas chicas que levanté en Lobos y alrededores hoy están casadas, con maridos y con hijos…

¿Qué es lo que no puede faltarle a Sandro King para ser lo que es?

Lo fundamental es la ropa, y los accesorios. Sandro tiene su dildo que usa siempre. Drag king no es lo mismo que actuar de hombre ni pasear la masculinidad por las calles como un modo de ejercitar el no binarismo. Al menos desde mi punto de vista, es un género que se desprende del cabaret, una escena que no dura mucho más de diez minutos y que consiste en cantar, bailar. Actuar de varón es otra cosa. Por eso creo que una diferencia importante te la da la ropa. El drag king se disfraza, parodia y exagera, no usa vestuario sino disfraz.

¿Y la faja que oculta las tetas?

Me di cuenta de que necesitaba fajarme cuando me vi en una foto. Ahora me doy cuenta de que lo necesito fisicamente. Incluso te digo que me quedo con la ropa y personaje luego de que termina el show.

¿Pensaste en avanzar hacia la masculinidad en tu propio cuerpo más allá del show?

Sí. No quiero ofender a mis compañeres trans diciendo que me siento trans. Porque al menos por el momento se trata de algo muy difuso para mí. Un deseo, una situación muy placentera, un no lo sé. 

¿Estás dando junto con Maruja Bustamante clases de drag king en Casa Brandon. ¿Qué pasa en esas clases?

Comienzan con la búsqueda de una arqueología del  king de tu infancia. Ese juego, esa aproximación que luego se fue perdiendo. Y luego se va armando ese personaje remitiéndose a algún estereotipo que en general va por el lado de algún macho cercano. Un padre, un galán, un tanguero... Tenés que venir y lo vas a encontrar.