Desde hace poco más de diez años, el trabajo de los editores, ilustradores y escritores argentinos viene cosechando logros en la Feria del Libro de Bolonia, aprovechando el territorio fértil de oportunidades que ofrece este evento, que al día de hoy congrega a más de 1400 profesionales del sector, la representación de ochenta países y 57 ediciones consecutivas. Mucho antes que esta maravillosa ciudad medieval conservada casi intacta, en 1088 se fundó la Universidad de Bolonia (algunos la datan como la primera de Occidente). La misma Universidad y la ciudad que vieron nacer a esta Feria, y a su fundador Antonio Faeti, escritor, ensayista, académico, pedagogo, ilustrador, pintor y titular de la primer Cátedra italiana de Literatura para Niños y Jóvenes, también fundada por él en la Universidad de Bolonia. 

Este evento que en 1990, y por pedido de Faeti, inauguró su amigo Umberto Eco, está conformado por una Exposición Internacional de Ilustración (iniciada en 1967), la venta de libros físicos y de derechos de publicación de obras literarias ilustradas. En ese contexto, también se entregan los premios más importantes del género en las categorías  Trayectoria Editorial del año (BOP Bologna Prize a la mejor editorial), Trayectoria Literaria y Trayectoria en Ilustración. Es sin dudas el evento más importante del sector, que una vez más tiene a muchos argentinos como protagonistas. Sin ir más lejos, este año la editorial argentina Limonero fue elegida como la mejor de Latinoamérica. El mismo lauro obtuvo en 2015 Pequeño Editor, la editorial dirigida por Raquel Franco, y los sellos Calibroscopio y Iamiqué recibieron nominaciones, todo un premio en sí mismo. 

Isol ganó el prestigioso Astrid Lindgren en 2013, y María Teresa Andruetto obtuvo el “pequeño Nobel”, el Hans Christian Andersen, en 2012. Y en 2008, por gestión de un nutrido grupo de ilustradores, reunidos en el Foro de Ilustradores, Argentina fue país invitado, con una exposición de Ilustración que mostraba lo que los ilustradores argentinos estaban produciendo en nuestro país y en el exterior. Por otro lado, muchos ilustradores formaron parte de la Muestra Internacional durante los últimos seis años. Este año también nuestro país tuvo como representante dentro de la exhibición a Luis Goldberg. Y la ilustradora Nella Gatica fue finalista en el Silent Books Award. A mí me tocó ser uno de los miembros del jurado que curó la Muestra Internacional de Ilustración. Y en este listado faltaría destacar que muchas de las pequeñas editoriales que acuden a la cita del stand argentino han promovido a sus autores (y a nuestro país), y vendido derechos de sus libros en diferentes lenguas: chino, coreano, francés, alemán, portugués, italiano, ingés, etc. 

Pese a este crecimiento exponencial del sector, este año Argentina casi queda afuera. La situación se resolvió gracias a que, una vez más, las únicas que se acercaron a participar del stand nacional fueron las pequeñas editoriales. Año tras año es notable la ausencia de las grandes casas editoriales argentinas (hoy sellos transnacionales, que editan autores argentinos que no son promovidos en esta feria). Otro gran ausente es la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), que aglutina a muchas de las grandes y medianas empresas del sector. Pero si alguna ausencia hay que destacar es la de la Secretaría de Cultura de la Nación, que deja en manos de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional todo el paquete, cuando ambas instituciones deberían ser aliadas en la promoción de una de sus industrias culturales más importantes. 

Si exploramos cómo trabaja Chile su “marca país” en el sector del libro, por ejemplo, veremos a los representantes de ProChile y del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, que van de la mano haciendo gestión junto a sus autores y editores, ganando espacio año tras año, a través de un poderoso trabajo institucional, que pese a los cambios de gobierno, mantiene intacta la estructura que promueven desde ambas reparticiones gubernamentales. Con ellos viajan autoridades de la Cámara del Libro chilena, y periodistas para dar a conocer a posteriori el trabajo hecho por toda la comunidad del sector. Es un ejemplo que nuestro país debería emular.

Argentina tiene muchas condiciones y logros pero eso no es suficiente. Las instituciones (Cultura, ausente sin aviso) no acompañan orgánicamente y, por ende, no capitalizan ni potencian el trabajo continuo y denodado que los privados del sector vienen realizando, con grandes esfuerzos económicos y sin apoyos. Cada pequeño sello, de hecho, paga por su sector en el stand, y es la única feria internacional de libros que nunca tuvo apoyo económico para viáticos de los editores y autores. 

  Y hablando de libros e “institucionalidad”, mientras voy terminando esta columna se está discutiendo en la Cámara de Diputados el Proyecto de Ley sobre la creación del Instituto Nacional del Libro Argentino. Allí han acudido escritores, editores y especialistas para explicar a nuestros representantes el sentido de la creación de un instituto que proteja a la industria del libro, su cadena de producción y la circulación del pensamiento libre. Espero fervientemente, que la aplicación de esta ley sirva como camino para que la unión entre privados y el Estado se establezca definitivamente, pese a cualquier cambio de Gobierno. 

Mientras tanto, no hay tiempo que perder. Tenemos que seguir trabajando en la construcción de una identidad, de una “marca país” representativa del trabajo que se hace en el sector. Pero tenemos que poder hacerlo junto a nuestras instituciones.

* Ilustrador y editor. Este año fue miembro del Jurado de la Feria de Bolonia (Bologna Children´s Books Fair).