“Amor” es el próximo título que publicará la Cuadrilla Feminista, una colectiva de trabajadoras gráficas que viene activando en Rosario desde el año pasado, y que ya editó dos publicaciones: la primera #1 fue tamaño afiche, con los trabajos que 17 integrantes hicieron en 2017, y que viajaron al Encuentro Nacional de Mujeres de Chaco. La idea fue de Vicky Gómez Hernández y Cris Rosemberg, del taller de impresiones Capitanas. Habían quedado entusiasmadas con el Encuentro en Rosario y decidieron llevar la producción de varias chicas que imprimían con ellas. “Notaron que la gente se apropiaba de las consignas, o del material gráfico que habían llevado, entonces nos surgió la posibilidad de aprovechar… o sea, la relación con el espacio público, que es lo que nos interesa con las publicaciones. Esto de salir a pegatinear tiene que ver con eso, con que las imágenes estuvieran en la calle”, rememoró Lucía Seisas, una de las actuales 18 integrantes de la Cuadrilla Feminista. Conoció a varias de sus compañeras en una acción fundante: la primera vez que salieron a pegar afiches. 

Esa noche había baldes con engrudo, palos para engrudar, afiches enrollados. Eran una decena de chicas al filo de la medianoche que seguían el recorrido de la marcha que se haría ese mismo día, el 8 de marzo de 2018, como parte del Paro Internacional de Mujeres. Algunas ya se conocían y otras no. Empezaron a armar una complicidad que no paró de crecer. Se concentraron en un departamento frente al río Paraná y pegaron esos afiches que luego formaron parte de su primera publicación colectiva. Agrupados entre dos tapas de cartón, tienen líneas de puntos para compartir, para cortar y pegar en una pared, en una puerta, donde sea.  “Vivas nos queremos” dice un afiche en el que están las gordas, las negras, las indias, las travas, no sólo las chicas de caras perfectas y ojos grandes que todavía en 2018, aunque cada vez menos, inundaban los avatares de las redes sociales. Rompieron el molde, como tantas otras artistas del país, y se agruparon. Después de esa primera publicación, que presentaron con fiesta para bancar los gastos y también para celebrar, insisten en proyectos propios, autogestivos, para proponer sus propias miradas sobre temas como Goce (que este suplemento ya reseñó en noviembre del año pasado), Amor, Aborto y Cuerpo. Y cada uno con su fiesta de presentación, claro. 

Amor sí, pero ¿por qué y cómo? “Cuando propusimos los temas de los cuatro fascículos, tuvimos que pensar… Por qué elegimos el amor, por qué es necesario hablar del amor y cómo lo íbamos a plantear. Cada una tiene su propio pensamiento, no sabemos muy bien cómo definir estos temas porque se están definiendo, y están justamente…”, empieza Estrella Mergá, y Florencia Garat completa: “moviéndose todo el tiempo”. “Claro, entonces también lo planteamos como no bajar una línea directa sino también con interrogantes y distintas posibilidades. Hablamos mucho sobre cada tema y también nos planteamos no hablar de qué es lo que cada una va a ilustrar, o cómo ilustrarlo todas juntas porque la idea es que haya distintas visiones”, agrega Estrella.

Para hablar de “Amor”, hace falta aclarar que no será -como no lo fue “Goce”- hetenormativo, ni ceñido por los corsés de las convenciones. Más bien libre y disruptivo. Habrá 18 versiones del amor, y ni siquiera serán la única que cada una pueda dar. “Hay tantas maneras de ver el amor como integrantes”, dice Seisas y Garat agrega: “Incluso, podría haber hecho 18.000 cosas distintas, porque me despierta 18 cosas distintas y contradictorias. Había que elegir quedarse con una, que tampoco es lo único que pienso sobre el amor, no hay manera de poner eso”. Para Estrella, “la idea de no charlarlo y desmenuzarlo tanto es justamente para conservar eso. A veces necesitamos juntarnos, dibujar y charlarlo. Pero aún así, cada una veía algo distinto”. Y la conversación sigue. “Cuando aparecen las piezas es re sorpresa… y aparece el ¡mirá lo que se le ocurrió!”, cuenta Garat.

Amor, en formato pequeño, tipo fanzine, tendrá un prólogo de la poeta feminista y activista gorda Alejandra Benz, que vive en Rosario. “Siempre invitamos a alguna autora a que complete la publicación con un texto”, dice Seisas y Garat sigue: “La conocemos, es amiga, nos encanta su obra”. Las siguientes quizás vuelvan al formato afiche, para habilitar su circulación callejera. “Ese tamaño responde más a lo que nosotras queríamos que era intervenir en las calles, y a la idea sorora de sacar y regalar. Amor sale en este formato, pero los siguientes dos todavía no sabemos”, adelanta Mergá. 

Cuadrilla Feminista pone sus imágenes en las búsqueda estéticas de los feminismos en Rosario, y por eso, en este momento de agite, les sobran las propuestas. “Tratamos de acordar en qué participamos, también nos pasa que al trabajar con la imagen, un montón de otros colectivos que trabajan con la palabra, o con otras cuestiones, nos piden que colaboremos con imágenes para difundir sus luchas o sus trabajos. Eso nos lleva a pensar entre nosotras cuáles son las organizaciones con las que colaboramos, esas cosas sí las discutimos entre nosotras y esas discusiones nos hacen repensar nuestro trabajo”, contó Seisas.

Lo que es cierto es que en esa conjunción de fuerzas, tienen algunos acuerdos. 

“La Cuadrilla es un espacio que nos reúne a todas, somos trabajadoras gráficas, nos gusta llamarnos así. Hay ilustradoras, chicas que trabajan puntualmente con la impresión, hay diseñadoras, hay arquitectas, si bien tenemos proyectos conjuntos, a la vez hay proyectos individuales, hay proyectos entre algunas, funcionamos de ese modo. Pero la Cuadrilla está siempre presente y nos reúne a las 18 que formamos parte”, abunda Seisas. 

Con inspiraciones, influencias y estilos distintos, lo que corre en el grupo de whatsapp es el halago, la admiración por el trabajo de las demás. “Es genuino, es imposible quedártelo”, expresa Garat. El vínculo las va cambiando. “Haber compartido todas esas reuniones de las que habla Estrella, o acciones puntuales como salir a pegar, salir a marchar, ir a intervenir un espacio como fue la Facultad de Arquitectura, pintar los pasacalles para la muestra Revolucionistas, hace que se vaya generando un espacio para sentirnos seguras para decir lo que pensamos, plantear nuestros miedos, nuestras cuestiones personales, y que exista ese lugar de escucha, nos sirve a todas para poder como crecer en ese camino, que es personal, pero creemos que se construye desde lo colectivo”, cuenta Seisas y también reconoce que “la cosa va tan rápido, y va cambiando. Hay veces que vos mirás dibujos de hace tres años, y no lo harías igual seguro, y eso tiene que ver con el recorrido de cada una, con cómo van pasando las cosas, y tener un espacio en el que también nosotras podamos compartir ese hacer, que enriquece mucho la práctica incluso profesional personal”.

En esa búsqueda, van también rehaciendo sus feminismos. “A algunas les gusta más la lectura de esos temas y proponen todo el tiempo textos para discutir, yo por ejemplo no estoy leyendo nada, pero me parece que –como mucha otra gente–, llegue de manera más intuitiva, por años de pensar cosas a lo mejor en soledad y no tener muy bien dónde compartirlas”, reflexiona Garat. Para Estrella es parecido, y el recorrido en Cuadrilla le permitió “ponerlas en palabras. Una no sabía bien qué era lo que le pasaba, y sin embargo le pasaban cosas”. 

La pregunta detona respuestas diversas, entusiastas, reflexivas. “Me sumé en un momento donde pensarme como feminista me resultaba un poco difícil, no sabía donde ubicar y donde compartir todo lo que empezaba a pensar, a sentir. La cuadrilla me posibilitó estas charlas y estos encuentros, dejar de pensarme sola y pensarnos colectivamente. Mirarnos, reconocernos, cuestionarnos usando el recurso de la gráfica. Me siento afortunada de ser parte de esta construcción de amor”, dice Paulina Antelo.

En épocas en las que reunirse en torno a una actividad para plantar reivindicaciones, pensar y producir es un gesto feminista multiplicado, para las Cuadrilla es también una ampliación de las posibilidades expresivas. Así lo cuentan. “Me siento infinitamente orgullosa de formar parte de la cuadrilla, para mí es un espacio de encuentro, de compartir cosas y de canalizar la militancia feminista de una manera horizontal, creativa y hermosa”, dice Malena Guerrero, quien asegura que “el paso por este grupo cambió nuestra forma de vivir y pensar el feminismo, discutiendo, compartiendo, desde el hacer y la calle, poniendo en valor nuestra producción gráfica “. 

Para Joaquina Parma, “formar parte de la cuadrilla es de aquellas experiencias que una tiene la suerte de transitar en donde la lógica feminista de vincularnos se hace cuerpo. Desde las discusiones por el contenido de cada publicación, la libertad para trabajarlo, la autogestión para organizar cada actividad, la forma de autocuestionarnos todo, hacen que una crezca todos los días un poco más. Es una apuesta a lo colectivo, a lo sensible”. 

Hilen le suma que la Cuadrilla le cambió “la perspectiva del feminismo en varios niveles. Venía tal vez de vivirlo con poco más de ingenuidad, más guiada por la intuición tal vez. Con las pibas aprendí un montón, de cada una de ellas, todas tenían perspectivas diferentes y saberes nuevos para mi. Tanto en la parte política como en la creativa, de repente rancheaba o estaba rodeada de mujeres espectaculares autogestivas que me enseñaron a valorar mi laburo como artista y como profesional, además de incentivarme zarpado”. 

Gómez Hernández cuenta que “el vínculo fluyó enseguida y se afianzó fuerte el día que salimos a pegatinear la calle, ese día para mi nació la Cuadrilla”. Cuenta que hace poco tiempo, Hilen compartió una presentación de la primera publicación: “Ese día también fue mágico, yo sentí: paaaaa que poderoso ésto, es posta, se contagia, la foto de Hile decía ‘hace un año’ y yo pensé, ¿sólo un año? Cómo puede ser, yo siento que las conozco desde siempre”. 

Rouse considera que “la mismísima lógica horizontal de la colectiva  es de por sí un modo de construir y vincularse cargada de potencia feminista. La lógica patriarcal de la competencia (sobre todo entre mujeres) es algo de lo cual muchas veces no se es muy consciente y se reproduce. Esa es una de las formas en las que la Cuadri me interpela constantemente: no hay jefas. No hay jerarquías. Hay roles y hay ganas. Hay aprendizaje de la que dibuja distinto a mí, en el plano y en la vida”. 

Angelina “Angi” Pedemonte dice que ser parte de esa colectiva le significa “todo” “en el momento de la impotencia, en el momento de lo injusto, en el momento de la bronca. Cuando matan a una piba, es uno de los pocos motivos que me da aliento para seguir. Me modificó tremendamente, me enseño a dibujar. También me interpeló, me incomodó, me acompañó, me abrazó”. 

Otra de las que se suma a poner palabras a eso que todos los días dibuja es Jazmín Varela. “Para mi ser parte de la Cuadrilla cambió la forma en que vivo el feminismo. Creo que todas veníamos con la necesidad de juntarnos, compartir distintas perspectivas, debatir y pensar juntas. Me llena de felicidad que nos hayamos encontrado y me siento orgullosa de formar parte de este grupo que lleva a la práctica una lógica feminista a la hora de funcionar como colectivo y es una dinámica que fue posible por reconocernos como compañeras”.

Para Virginia Coletto la experiencia tuvo otro origen. “Cuando me sumé a la Cuadrilla estaba muy enojada. Creo que estar enojada está bueno porque impulsa al cambio, pero además de estar enojada, estaba frustrada. Las conversaciones que tenía sobre feminismo me dejaban sin fuerzas y con pocas ganas.  Conocerlas y formar parte de la Cuadrilla cambió completamente mi forma de vivir el feminismo: ya no me siento sola”. En esa línea, Renata Berta, cuando se creó la cuadrilla, “transitaba un momento bastante complicado”.  “Me interpelaban cada uno de los temas que abordábamos, pensaba solo en encriptarme, hasta que entendi que la única forma era volviéndome más permeable. La cuadrilla forma parte de esta etapa de volverme más pública. Más pública porque la otra nos conoce,  porque la otra nos habla, nos escucha, nos entiende, nos apuntala. Creo que este es el lugar más mágico de la cuadrilla, llegar a cada pensamiento encriptado por el miedo. Profundizar sobre cada lugar que habitamos para volverlo más hermoso,  y volvernos nosotras más audaces por sentirnos acompañadas, convencidas de conquistar cada uno de los territorios que nos fueron negados”, escribe por whatsapp lo que le provoca la experiencia.

Por su parte, Cris Rosemberg, cuando piensa en la Cuadrilla, recuerda “el momento en que, no sin dejar de hacer,  nos preguntábamos ¿por que nos habíamos juntado? ¡Así de impulsivo fue el amontonarnos! Mas allá de que hoy siento que pudimos dibujarnos esa respuesta y salir a la calle a pegarla en las paredes, este aquelarre de lápices sigue siendo hermosamente misterioso para mí”.  También integran la Cuadrilla Lucía Tognarelli, Victoria Rodríguez, Shuly Roberts y Estefanía Clotti.