Desde Santa Fe

El juicio a siete represores ante el Tribunal Oral de Santa Fe develó esta semana la persecución de las patotas de la dictadura a los pibes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), algunos adolescentes y otros niños, y el espesor de la complicidad social con el terrorismo de estado. Uno de ellos, Víctor Astesiano, que entonces era un chiquilín de 15 años, les contó a los jueces cómo fue secuestrado en la Escuela de Comercio Domingo Silva, en la misma Dirección del establecimiento, donde dos integrantes del grupo de tareas lo encapucharon y se lo llevaron, el 16 de julio de 1976. Ante preguntas del fiscal Martín Suárez Faisal, Víctor señaló dos hechos reveladores de la entrega: nombró a la directora de la escuela que era la profesora Beatriz Arguelles y dijo que la docente no le avisó a su familia, que se enteró del secuestro por un preceptor que llamó "a título personal".

Astesiano recorrió todo el circuito represivo: las comisarías 1ª y 4ª, un centro de torturas clandestino conocido como La Casita y la prisión del Ejército que operaba en la Guardia de Infantería Reforzada (GIR). Recién quedó libre un año y medio después, el 11 de octubre de 1977, en la Jefatura del Area 212, donde su jefe, el coronel Juan Orlando Rolón, les dijo él y a otros compañeros, que se dedicaran a estudiar, que el martirio debía "servirles de experiencia" y que no "tendrían una segunda oportunidad".

Víctor comenzó a militar en la UES en 1974, a los 13 años. Era delegado de su curso en la Escuela de Comercio. Cuatro meses después del golpe, en 15 de julio de 1976, la patota allanó su casa, que está a tres cuadras de la plaza de Mayo. "Se llevaron algunos libros y discos míos". Eran más de 20 y con el tiempo pudo identificar al jefe del allanamiento ilegal, el comisario Lisandro Kaufmann, ex jefe de la seccional 1ª.

"Esa noche no dormí", dijo. Se asomaba por la ventana que da a la calle y vio que la casa estaba vigilada. A la mañana, el padre insistió que fuera a la escuela. "Pensé que me iban a matar". No tenía DNI, que recién se otorgaba a los 16, así que tomó "la precaución" de llevar el carné de socio de Colón. "Querían que me identificaran, que supieran quién era yo", imaginó. 

Llegó a la escuela y se tranquilizó, pensó que estaba a salvo. Pero en la primera hora, un preceptor lo fue a buscar al aula. "Te llama la directora", le dijo. Ella no estaba sola, entró al despacho y dos personas que la acompañaban, lo detienen. "Me pusieron una capucha y me llevaron", relató.

-¿Quién era la directora de la escuela? -le preguntó el fiscal.

-Beatriz Arguelles. Era conocida de mi madre, que siempre le reprochó que no le hubiera avisado que me habían detenido -contestó. La familia se enteró del secuestro por el preceptor, que salió de la escuela y llamó por teléfono a "a título personal". Víctor sólo recuerda su nombre, Ernesto, pero no el apellido.

El primer lugar de cautiverio fue la comisaría 1ª, donde operaba Kaufman. "Y el primer interrogatorio con picana eléctrica, golpes y la denigración como persona". Siguió la tortura psicológica. "Me dijeron que habían matado a mis padres, y a partir de ahí ya no me importó nada", contó. El segundo día, lo hicieron escuchar el interrogatorio a dos compañeros, Julio Clementín y Darío Ramírez. Y a la noche, lo trasladan en el baúl de un auto a La Casita, un chupadero que aún no fue localizado. Él lo ubica en la zona de Santo Tomé porque había que cruzar el puente Carretero y en un descampado, donde el silencio se rompía con los gritos de una mujer, que Astesiano cree que era una "persona grande"  a la que torturaban. "Ella los insultaba".  "Estuve dos o tres horas en ese lugar. No me hicieron nada". Pero el terror se le impregnó en el cuerpo.

Volvió a la comisaría 1ª, donde le dijeron que si no contaba lo que sabía le iba a pasar lo que había escuchado. Compartió celdas con otros compañeros de la UES, entre ellos los hermanos Jorge y Julio Clementín, Angel López y Esteban Gastaldi.

-¿Pudo identificar quién era esa mujer que gritaba en La Casita? -insistió el fiscal.

-No sé su nombre. Entiendo que la interrogaban, le pegaban y ella los insultaba -respondió. Sí identificó a uno de los torturadores al que le decían "El Tío". Así llamaban al jefe del chupadero, un ex suboficial del Ejército Nicolás Correa.