En las familias peronistas, como la mía, Eva era una más, formaba parte del álbum familiar. No era inalcanzable aunque sí admirada, era alguien cuya voz y figura circulaba en la casa, aun cuando mi padre era socialista. Por esta familiaridad es que siento que ella tiene que ver con mi crecimiento, con mi desarrollo; siempre la tuve fresca y presente.

Yo nací después de su muerte pero mi madre, como ella, nació el 7 de mayo. Todos los años cumple mamá y cumpliría Eva y ahora que son cien, pongo en dimensión su importancia y a la vez la historia de mi vida. Como tanta gente, tengo varias anécdotas que me rozan con ella. Mi abuelo, que era de Avellaneda, quería ser intendente. Eva lo conocía y quería nombrarlo porque era un militante súper honesto pero mi abuela, que carácter no le faltaba, puso el grito en el cielo. Le dijo “si vos te metés en política, yo me separo”, porque siempre fue complejo ese universo y ella, no sin razones, tenía miedo. Entonces él no agarró. Pero mis charlas con mi abuelo eran eternas: con mi grupo de amigos íbamos a escucharlo para que nos hablara de Eva, de su lucidez, de sus ideas. Y nos nutríamos con sus palabras porque teníamos sed de militancia. Lo que esta mujer hacía sin descanso nos resultaba fascinante. Estaba al frente ella misma de La Fundación, y mi abuelo nos contaba qué hacia con los pibes y con las copetudas de alta sociedad. Todo eso fue alimentando las sensibilidades de mi generación. No por nada se convirtió en mito.

Un día mi papá, que como escribí antes, era socialista, lo acompañó a mi abuelo a una mesa chica de discusión militante. Creo que Perón estaba preso y muchos compañeros atacaban a Eva por ser mujer, no sé si les suena… Entonces mi papá, que estaba mudo hasta ese momento, dijo “muchachos, si el general la eligió por algo será, así que no le falten el respeto”. Después mi abuelo le agradeció y esa historia se convirtió en leyenda familiar. 

También tengo mi pequeño tesoro evitista: un tío de mi ex marido que me quería mucho me mandó a llamar antes de morir y me dijo “yo quiero que tengas esto” y me regaló un prendedor del escudo de Argentina que usaba ella en los tailleurs que eran su marca registrada. Le pedí a mi mamá que lo pusiera en su caja fuerte y jamás lo use, ¡no me animo! Era de Eva, es un objeto sagrado, un fetiche. 

Yo soy evitista y peronista. Antes decía “Eva es todo”, y después comprendí que era el peronismo su gran paraguas, y lo fuerte de las parejas peronistas. Mi generación se movilizó mucho, tuvo mucha participación política y fue liberador comprender quién era el general, su obra y ella… separarla de él para valorarla como mujer y militante. Los ´70 fueron épocas muy duras pero también fueron épocas de mucha búsqueda de razones y de conocimiento, de figuras y de militancia y allí estaba ella, ellos dos, haciendo razón común a algo que se nos hacía carne en cada reunión, en cada puesta del cuerpo en la calle. 

A mi papá le decíamos gorila, pobre. Se murió en 2009 bancando a Cristina y a Néstor. Me acuerdo de él mirando la tele y diciendo “tienen que hacer algo porque los van a voltear”. Y haciendo hincapié en eso de la dupla, del dúo. Las parejas peronistas tienen un amor muy fuerte, muy abarcativo, como dice Silvio Rodríguez “te molesta mi amor, mi amor de humanidad”. Y ese amor de humanidad era tanto de Eva y Perón, como de Néstor y Cristina, un amor que trasciende a la pareja y abarca a un país.

* Cantante de tango.