En los últimos días, varios artículos informaron sobre la realización, en este año electoral, de un programa de televisión denominado “Debate presidencial”, réplica del de 2015. Lo particular este año es que en 2016 se convirtió en ley (27.337) la obligatoriedad del mismo, incluyendo sanciones a “aquellos candidatos que no cumplan con dicha obligación con el no otorgamiento de espacios de publicidad”. Por otro lado, la ley establece la realización de dos instancias de debate, uno en el interior del país, determinado por la Cámara Electoral. En caso de ballottage, se realizará un debate adicional.

Ahora bien, durante 2015 se realizaron los dos primeros programas de este ciclo, uno perteneciente al debate entre los candidatos que habían superado el 1,5 por ciento de los votos en las elecciones primarias, y el segundo programa, el recordado ballottage entre Mauricio Macri y Daniel Scioli. Aquellas emisiones fueron promovidas por la ONG Argentina Debate y este año la responsabilidad será compartida con la Cámara Nacional Electoral. 

Si bien el último debate será inolvidable, por supuesto que no inaugura dicho género televisivo, y en nuestra historia se recuerdan también casos como el que protagonizaron el ministro de Relaciones Exteriores Dante Caputo con el senador catamarqueño Vicente Saadi en 1984, por el conflicto con Chile por el Canal de Beagle, transmitido por Canal 13 y moderado por el periodista Bernardo Neustadt. También el frustrado debate en 1989 entre Carlos Menem y Eduardo Angeloz, recordado como “La silla vacía”, porque el riojano no asistió a la cita. También moderado por Neustadt en su ciclo Tiempo nuevo. Y naturalmente, frente a cada elección los canales promueven encuentros de candidatos, entre ellos A dos voces, de la señal TN.

Y el género tiene un episodio histórico en Estados Unidos, cuando en 1960 debatieron en TV Kennedy y Nixon, recordado por el uso explícito de estrategias de manipulación de la imagen, mediante el maquillaje, la iluminación, etc. 

El objetivo de la ONG Argentina Debate es “promover la cultura del diálogo y del debate en la sociedad”.

Ahora bien, el debate Macri-Scioli será recordado al menos por dos cuestiones fundamentales: por la metodología y por los resultados.

La primera, que los moderadores fueron periodistas reconocidos de los canales nacionales privados y de Buenos Aires. Como es sabido, Argentina es un país que desarrolló un sistema televisivo concentrado en Buenos Aires que irradia su sistema de representación e imposición de agenda para el país. Y si bien la televisión nació promovida por el Estado, la Revolución Libertadora demoró solo unos meses hasta promover el sistema privado que impone hasta hoy condiciones al sistema político para garantizar sus intereses económicos devenidos en oligopolios, en concentración multimedia, y en apropiación de las pautas de publicidad pública y privada, nacional, provinciales y municipales. 

En aquel debate en la Facultad de Derecho de la UBA no había ningún periodista de los cerca de 600 medios comunitarios de todo el país, de los más de 100 medios universitarios, ni de los 60 canales privados de gestión pyme, cooperativa, etc, ni de los más de 50 medios públicos. Todos con sus agendas y sus enfoques.

En segundo lugar, el debate será recordado por la exacerbación de la mentira... “no vamos a ajustar, no vamos a devaluar” entre otras cosas. Y no puede culparse por ello a malos resultados sino lisa y llanamente a una estrategia de captación de votos. A los pronósticos de las políticas económicas se lo consideró campaña sucia. Y la mentira, un componente más del impacto de las fakenews y la posverdad. 

La ley no establece sanciones a la mentira.

Como expresó el investigador del MIT Noam Chomsky, “la desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos”.

Y la narrativa televisiva también imprime sus formas. Como expresó el investigador colombiano Omar Rincón, “la televisión todo lo que toca lo convierte en drama. La reflexión argumental no es el fuerte televisivo. La narrativa televisiva siempre buscará del conflicto para generar drama, emoción y acción, desde la telenovela, el talk show hasta la Santa Misa”.

La expectativa es si este nuevo debate promoverá el diálogo o el espectáculo.

* Vicedirector del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes.