La profanación de personajes podría ser la tarea literaria de las próximas generaciones. Carlos Zanón profana al mítico detective creado por Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003) en Carvalho. Problemas de identidad (Planeta). No escribe una novela a la manera de. No imita, sino que compone su propia música. El juego metaliterario promueve una especie de contrato de lectura previo: “El protagonista tiene su propio autor, MVM”, se lee antes del comienzo de la novela. El Carvalho con que se encontrarán los lectores –más viejo, escéptico y enfermo– tiene una relación tensa con “El Escritor”, un guiño de respeto y a la vez un sobrentendido, como si fuera redundante pronunciar el nombre de Vázquez Montalbán. “Muy a menudo me pregunto qué pensaría El Escritor de esto y aquello. ¿Qué diría de todo lo que sucede ahora en esta ciudad, en este país, en este mundo al que, supuestamente, se le había acabado la Historia…? ¿Qué diría de Trump, del Rey y Corina, de Messi, de todo…? Hablar con él me tranquilizaba”, confiesa el Carvalho de Zanón.

 A Vázquez Montalbán lo vio una sola vez, cuando publicó su primer libro de poesía, El sabor de tu boca borracha (1989). “Yo lo llamaba al periódico El País, donde trabajaba, pero no daba con él. Hasta que al final di con él y quedamos en un bar. Yo quería hablar de Carvalho y él quería hablar de poesía. Al final no me presentó el libro, pero escribió unas líneas. Y no lo volví a ver”, recuerda Zanón (Barcelona, 1966) que se presentará hoy a las 20.30 en la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires para hablar de la Barcelona de Vázquez Montalbán, junto a Xavi Ayén, Javier Pérez Andújar y Álvaro Abós, en la sala Tulio Halperin Donghi. El autor de las novelas Nadie ama a un hombre bueno (2008), Tarde, mal y nunca (2009), Yo fui Johnny Thunders (2014) y Taxi (2017) eligió un verso de Juan Gelman, “ser uno es no tener nada”, como epígrafe de Carvalho. Problemas de identidad. “La poesía era muy importante en la narrativa de Vázquez Montalbán. En la novela Pepe Carvalho dice que ha llegado a una cierta edad en que se ha protegido muy bien. Quizá le hubiera ido mejor si hubiera sentido más. Cuando vi el verso de Gelman me dije: esto es para mí”, cuenta el escritor en la entrevista con PáginaI12.

–Uno de los personajes de la novela en un momento afirma: “Los catalanes no queremos la independencia. No de verdad. Algunos sí, pero la gran mayoría, no. Lo que sí queremos es reclamarla”. ¿Cómo se explica esa contradicción?

–A veces deseas cosas, pero no la quieres. El deseo es libre, fantástico, fabuloso, pero querer implica una acción, es decir un precio. Yo puedo desear algo pero no estar dispuesto a pagar el precio para conseguirlo. Una gran parte de la población en Cataluña desea la independencia, pero como eso tiene un precio y hay que apostar a una serie de cosas, estamos muy bien deseándola, pero no queriéndola. 

–Pero el referéndum del 1° de octubre arrojó un resultado abrumador a favor del “sí” con casi un 80 por ciento de votos, ¿no?

–Se dijo que “sí”, pero luego la gente no ocupó las calles, no se arrió la bandera española, la gente no dejó de pagar impuestos a España. Todo son declaraciones, pero a la hora de la verdad tienes que decidir. Si dejas de pagar impuestos a España y se los pagas a Cataluña, España te va a sancionar. Si como comunidad queremos la independencia, hay un precio que hay que pagar, sino la independencia queda en el terreno de las fantasías o del desiderátum de una sociedad. 

–¿Por qué Carvalho no toma partido?

–Carvalho reparte hostias por todos lados a unos y a otros porque en el fondo es una lucha de legitimidades, de identidades, de banderas, ¿no? Carvalho no es un patriota. En una novela Vázquez Montalbán dice: “por no tener no tengo ni compatriotas”. Él tiene su tribu, su gente a la que cuida, su pequeño mundo, su código de lo que es correcto o incorrecto y ya está. No está detrás de una bandera o de una pancarta.

–Hay algo de coro griego en el momento en que aparecen las voces de las prostitutas asesinadas en la novela. ¿Por qué elegiste hacerlo de esta manera?

–No me gusta el realismo de las novelas en España porque prefiero el salirse un poco del marco. Tenía la idea de probar cosas con un libro como Carvalho. La cuestión no era hacer un libro con la vocación de best seller para que lo pudiera leer todo el mundo, sino poner en aprietos al lector. Eso me parecía interesante. El lector de novelas es demasiado conservador. En el cine o en las series permitimos todo: que nos hablen muertos, que los muertos vuelvan; aceptamos el código enseguida, en cambio en la novela te dicen: “usted no puede hablar en primera persona porque estaba hablando en tercera”. ¿Por qué no? ¿Qué pasa? Juguemos, ¿no? Por eso quise explicar esa historia desde la montaña donde están enterradas las prostitutas y que hablen ellas. La idea de coro griego la tenía porque son las prostitutas las que hablan de su propia tragedia desde la oscuridad. Yo creía que de esa manera trasmitía mucho más la soledad, la brutalidad y la injusticia de todo: gente olvidada, desaparecida, que no le importa a nadie y que están ahí, hablando, con esos cuerpos dislocados. La novela cien por ciento realista no me gusta ni como lector ni como escritor.

–En Pepe Carvalho. Problemas de identidad se tematiza el poder de la novela: “Uno puede acceder a la verdad a través de mentiras, imaginaciones, ficciones”. ¿Estás de acuerdo que la mentira es como un puente de acceso hacia la verdad?

–Sí, ese es el territorio de la novela. Cuando haces periodismo, cuando haces una investigación, llega un momento en que si no puedes probar algo, aunque sepas que ha pasado, no puedes publicarlo. La fortaleza de la novela es que hay verdades que solo pueden ser reveladas con mentiras. Es el territorio de la ficción, del mito. En política eso está muy claro: sabes quién dio la última orden, quién decidió eso y por qué.

–Hay un juego metaliterario entre el personaje Pepe Carvalho y El Escritor. ¿Cómo se te ocurrió formularlo de esta manera en la novela?

–Yo nunca había trabajado la primera persona y quería probarme. Había un problema técnico que era la edad del personaje. Si seguíamos la cronología de los libros de Vázquez Montalbán, el personaje tendría como 80 años… jugar como detective era raro, al menos que fuera el Sinatra del asilo (risas). Entonces se me ocurrió la idea de que fuera un personaje que hubiera inspirado a su autor. Cuando Vázquez Montalbán llevaba publicadas dos o tres novelas, en un semanario Interviú hacía crónicas de sociedad en la cual él se ponía como personaje y decía que alquilaba un estudio para escribir y en el piso de arriba vivía Pepe Carvalho. Entonces subía y comentaban aspectos de la actualidad. Cuando leí eso pensé: “ya está”; es un personaje que ha inspirado a Vázquez Montalbán, más joven, y además podía colocarle mis fantasmas y no los de Vázquez Montalbán, que fue un niño de la posguerra de una Barcelona que yo no viví. El personaje le rinde cuentas al autor; esa idea de que si tienes un escritor cerca de tu vida te vampiriza. Joyce Carol Oates dice que lo peor que le puede pasar a una familia es que haya un escritor en ella y estoy absolutamente de acuerdo (risas). Me gustaba que el personaje odiase a su creador porque le ha vampirizado, pero por otro lado le echa de menos. Esto me permitía que los lectores desde el principio supieran que hay un personaje, un autor y otro autor. Cuando Vázquez Montalbán empezó a sacar sus libros de Carvalho, los críticos lo destrozaron porque le echaron en cara que un señor tan inteligente se dedicara a hacer esas “novelitas” de género. 

–Hay un homenaje a Paco Camarasa, el librero de Negra y Criminal que murió el año pasado. Esa parte de la novela es muy graciosa porque Carvalho va a la librería y no sabía que estaba cerrada. ¿Qué significó para vos Camarasa?

–Paco me ayudó mucho y me quiso mucho. Yo sabía que estaba muy enfermo y sabía que le iba a hacer mucha ilusión estar en esta novela porque él había tenido mucha relación con Vázquez Montalbán. Carvalho vive tan en su mundo que no se enteró que la librería cerró. Negra y criminal murió de éxito. Cuando la novela negra no tenía sitios donde encontrarla, la encontrabas allí. En el momento en que la podías encontrar en grandes superficies, la gente no hizo el esfuerzo de ir a comprar a la librería de Paco. Tuve la suerte de que le pude mandar ese trozo de la novela, se lo envié por mail y me contestó. Dos semanas después murió.

–¿Cómo fue la experiencia de escribir por primera vez una novela por encargo?

–La experiencia fue muy buena. Me daba miedo trabajar con una editorial como Planeta, pero la verdad es que me dieron absoluta libertad. Escribir es arriesgarse y una de las cosas que no había hecho nunca era escribir por encargo. No sé si volvería a hacer otro Carvalho. Tenía muchas posibilidades de que saliese mal o que la gente dijera: “pero aquí no está Carvalho”.

–En cierto modo no está, ¿no? Pudiste escribir a Carvalho porque lo “traicionaste”, porque no intentaste emular al personaje, sino que te lo apropiaste.

–Lo releí. Carvalho siempre busca la verdad y siempre es decepcionante. ¿Qué coño hago con esto? No sirve para nada la verdad. Tuve que sacar a Carvalho de los libros para volverlo a meter en mi novela. Hubiera sido un desastre intentar ponerme en la piel de Carvalho. 

–¿Qué fantasmas tuyos tiene Carvalho?

–La literatura funciona muchas veces como un traje de amianto y te insensibiliza un poco para vivir, esa es una de las cosas que me preocupan y que está en el personaje. La enfermedad es un fantasma porque yo estuve enfermo de pequeño. Cuando nací me cambiaron la sangre y tuve hepatitis C, hasta que hace dos años con un tratamiento me curé. Cuando era muy chiquitillo estaba muy unido a mi tío, que se murió en un accidente de coche y eso me tocó mucho. Mi tío estaba leyendo Chacal, de Frederick Forsyth, pero se murió y dejó el libro a medio leer. En un cuento que escribí volvía a la vida para acabar el libro. El miedo a la muerte y a la pérdida siempre está en mis novelas.