Willy Crook no nació en Villa Gesell, pero “es de ahí”, ya que sus padres se mudaron cuando él era un bebé. Y su paso por Los Redonditos de Ricota fue su primera participación profesional en la música. Ambas experiencias fundacionales, Gesell y Los Redondos, siempre fueron preservadas de la dimensión pública por un Crook receloso a hablar de ellas. Tal vez sea porque no la interese espejarse en el pasado, o porque el pasado no había encontrado la forma de reflejarlo con mejor fidelidad.

Una serie de recientes casualidades hizo que esto último sucediera en un lapso de 24 horas, entre el 28 y el 29 de diciembre pasados. Una noche, después de muchísimo tiempo, Crook volvió a tocar con la mayoría de sus excompañeros de Los Redondos. Y al día siguiente, viajó 400 kilómetros para volver a volver, esta vez a Gesell, donde se presentó después de mucho tiempo, en una actividad gratuita por la recuperación del viejo Acuario, que compartió con Jorge Serrano (Los Auténticos Decadentes). 

“Fueron recuerdos del futuro”, sintetiza Willy Crook. “Hacer de viuda de Los Redondos era algo que me había prometido evitar, salvo que fuera junto a Skay. Me han llovido ofertas, aunque Patricio Rey, que no existe, me dice que no quiere”. El músico se incorporó en la parte final del show que dieron en Niceto “SemiDawi y Comando Pickless”, un formato que el otro saxofonista y el bajista de los Redondos vienen realizando con la banda del baterista Walter Sidotti.

“La de Los Redondos es una carta que aprendí a no jugar, porque no podés bastardear lo más noble que tenés, que es la música”, jura Crook. Y ejemplifica: “Yo podría hacer dos temas en mis shows para congraciarme, como ‘Un tal Brigitte Bardot’, que suelo tocar en la intimidad, pero sería dar una señal falsa”. Para esta ocasión, sin embargo, accedió. “La onda me parecía válida y porque además estaba Semilla, que es un gran amigo y eso me representaba todo”.

Lo mismo le sucedió en Villa Gesell, desde donde fue convocado para un evento en un viejo Acuario en ruinas, ahora tomado por vecinos que buscan recuperarlo. “La iniciativa me pareció muy buena y además influyó que el recuerdo que tengo en mi cabeza de Gesell es formidable: el mar en invierno asperísimo, sin olor a bronceador ni música, y la arena amontonada en las puertas de las casas de la 1 y de la 2. ¡Que genial!”, explica Crook. “Mi recelo con Gesell fue de puro mañero. Formó parte de la evolución propia de una persona detestar a su padre y a su pueblo.”