Embrujo de tus ojos es el título de una canción o serie de coplas de Christian Leuzzi y Gustavo Santander, interpretada por el cantaor flamenco Camarón de la Isla, y con artículo inicial es el de una serie de collages del dibujante y artista contemporáneo Max Cachimba (Rosario, 1969) que acaba de tomar forma de libro de poesía ilustrado a todo color.

El embrujo de tus ojos, el libro, se presenta el próximo sábado 18 de mayo a las 20 en el bar Bon Scott (Pichincha 131). Es aproximadamente el centésimo libro publicado por la editorial Iván Rosado, que ese día celebrará también sus diez años de existencia.

Wunderkind de la historieta profesional argentina, el artista rosarino Max Cachimba ha recorrido con éxito además el humor gráfico, la ilustración, los dibujos animados, la televisión, la pintura al óleo, la instalación y variaciones singulares del teatro de variedades, el teatro de objetos y la música, con sus proyectos en colaboración La dimensión descosida y Ernesto y su conjunto. 

Ahora es el turno del collage y la poesía. Y como en todo lo que hace, el Max Cachimba poeta ha resultado una revelación. Al flemático autor de aquellos humorísticos y disparatados Versos selectos (2016, Iván Rosado) no cuesta imaginarlo recortando papeles o escribiendo al son de la guitarra de Camarón, que con la voz del cantaor va enhebrando esas sentidas pero extrañas coplas sin conexión entre sí.

Las composiciones poéticas del nuevo libro no sólo tienen algo de aquella cualidad fragmentaria, mezcla de dislocación y misterio, sino que invierten la relación tradicional del libro ilustrado entre imagen y texto. Aquí la imagen no se subordina al texto sino que ambas se vinculan de igual a igual, cada poema con cada una de estas "escenas con criaturas y objetos en situaciones equívocas, estrafalarias", como las define su autor.

En el universo de influencias de Max Cachimba, el surrealismo comienza con El Bosco, incluye al estilo rococó y se continúa con los ojos que dibujaba Robert Crumb. Surrealistas del siglo XX como Max Ernst alimentaban su arte con literales sueños y éstos a su vez, como sugiere Walter Benjamin en Onirokitsch, atesoran y vuelven a reproducir los interiores Biedermeier de sus atiborradas infancias. No es casual el nombre artístico de Max Cachimba, el sonido de cuyo apellido inventado africaniza y nacionaliza rioplatense aquellas pesadillas con empapelados proliferantes de vegetaciones inventadas.

Lo anacrónico es otro de los nutrientes del surrealismo que en el arte y la poesía de Max Cachimba florece con entusiasmo. Ya desde el subtítulo del libro, Folletín sentimental, una constelación de palabras coloquiales obsoletas como "piscolabis", "petitero", "bisoñé", "petimetre" y "butifarra" convive en sus textos con otros restos encontrados en el desván de la cultura tales como refranes, recetas, nombres científicos de hortalizas y oráculos del I Ching.

Diríase que todo un catálogo de lo exótico o de lo inútil se transmuta en arte. Y no es la buena poesía sino la mala, la de los empecinados anónimos que se autoeditan la que, nuevamente en la vertiente surrealista de salir los domingos a explorar el mercado de pulgas, lo inspira. Las articulaciones del significado son obra de una retórica del disparate, y la forma del texto se ordena (como en los limericks de María Elena Walsh) gracias al sonido de la rima. En este sentido cabe situar a Max Cachimba en un linaje rosarino del humor absurdo junto con los dibujantes Mosquil y El Marinero Turco, el dibujante y poeta Sergio Kern y el poeta Francisco Gandolfo (padre, entre otros hijos, de Sergio Kern y de Elvio Gandolfo).

Que con todo esto, y no sin humor ni ironía, Max Cachimba pueda crear belleza y expresar emoción, es una proeza estética que hace de El embrujo de tus ojos el punto hasta ahora más alto en su obra. Donde no sólo logra plasmar las creaciones de su imaginación mucho más adecuadamente al valerse de paisajes pictóricos encontrados que si sólo confiara en su pincelada o en su trazo, y no sólo supera una reciente tendencia al estereotipo gracias a esos préstamos ingeniosamente editados, intervenidos y recombinados, sino que además el tono y los climas, tanto de sus collages como de sus textos, hacen de estos últimos mucho más que scherzos en verso: son poemas genuinos, que rescatan para la poesía el perdido arte de la composición. Porque además de distribuir cuidadosamente el texto en la página, pintan una atmósfera equilibrando palabra por palabra. Es un barroco cuyos excesos, como los accidentes del Chapulín Colorado, están fríamente calculados. "Cantos de sirenas; / ¡Oh frutos prohibidos! / Es propicio levar anclas. / Viento en popa. / La nave del olvido, aquel barco ebrio de tantas maravillas".