Mirar el rostro radicalmente ominoso del capitalismo desde la relación entre los animales y los humanos podría ser una de las columnas vertebrales del proyecto literario de Ana Paula Maia, una de las escritoras más lúcidas de la literatura brasileña contemporánea. En Entierre a sus muertos, recientemente editada por Eterna Cadencia con traducción de Cristian De Nápoli, regresa Edgar Wilson, protagonista también en De ganados y hombres, pero ya no trabaja como aturdidor en un matadero. Se dedica a recoger los cuerpos de los animales que mueren en la ruta y los lleva a un depósito donde se los tritura hasta convertirlos en abono. Si en la anterior novela acariciaba a las vacas y sufría con ellas antes de darles el mazazo, ahora trata de no involucrarse con los animales que levanta, mirando para otro lado. “De a poco fue deteniéndose en la expresión de sus caras, y a veces les cerraba los ojos imaginando que eso les brindaría algún descanso –se revela en la narración–. Día a día observaba la evolución de la vida en la muerte. La vida en su fluir siempre avanza, siempre va hacia el frente; pero la muerte hace lo mismo desde otro lado, y se chocan. Por eso para Edgar pararse al lado de un cadáver le hace sentir que está un paso más lejos de la muerte, que ya avanzó hasta ahí, hasta el animal, y que por el momento a él no va a tocarlo”.

Aunque Edgar podría perder su trabajo, no puede evitar recoger el cadáver de una mujer ahorcada para que sea sepultada. Lo mismo hará después con el cadáver de un hombre. No es tan sencillo lidiar con un sistema policial y sanitario que no están preparados para cumplir con sus funciones. Como si la sociedad capitalista produjera “restos”, esa sala desbordada de cadáveres, dentro de una lógica de “acumulación” fúnebre. “Acá nosotros almacenamos; después, que cada uno busque a los suyos”, dice un personaje. Pero Edgar, aunque es consciente de que es una pieza más en un engranaje siniestro, le tiene no solo miedo a la muerte, sino a que los gusanos necrófagos acaben con su cuerpo. “Cuando está delante de un muerto, sea un animal o una persona, no permanece insensible. No hay expresión de desprecio más grande que la de abandonar un muerto y dejarlo a la intemperie, a la acción de las aves de rapiña”, se lee en Entierre a sus muertos. Maia se presentó en el Diálogo de Escritores Latinoamericanos de la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

“La novela surgió de esta secuencia de escribir sobre los muertos, algo que me gusta mucho. El personaje siempre está a un paso de la muerte, pero llega después. Él recoge a los animales muertos para intentar darles un final mejor, que no es un final tan bueno porque van a parar a una máquina que los tritura. Cuando se encuentra con el cadáver de una mujer y un hombre, como el coche fúnebre de la policía está roto, él se lleva los cuerpos porque necesita que sean sepultados. No quiere que esos cuerpos queden abandonados, a la intemperie, y que se los coman los buitres. El intenta arreglar las cosas después de la muerte, ya sea para los animales o para las personas”, dice Maia (Nova Iguaçu, 1977) a Página/12.

–¿Por qué te interesa tanto el tema de la muerte?

–Cuando hablo de la muerte, me refiero a la muerte física, la muerte en un sentido práctico. ¿Qué hacemos con los cuerpos de los muertos? Tenemos que enterrarlos, esos cuerpos tienen que tener una sepultura. Hay personas que mueren solas y tres días después son encontradas en sus casas y nadie reclama sus cuerpos. En muchos países cada vez hay más viejos que viven solos. Un cuerpo muerto se transforma en algo peligroso y pestilente para los otros a medida que se descompone. La literatura en general trata la cuestión de la muerte desde un aspecto mucho más sentimental, desde una perspectiva metafísica también, pero a mí me interesan las cosas más palpables, los cuerpos, la carne, la sangre… Mis personajes no piensan tanto, son más bien prácticos. Algunos escritores pueden escribir una novela sobre un cuerpo muerto en una esquina. Mis personajes si se encuentran con un cuerpo en la esquina lo sacan y la vida continúa.

–Quizá por eso tu estilo narrativo es más bien seco y directo, sin mucha adjetivación.

–Sí, mi escritura refleja exactamente lo que hacen los personajes. Por eso no escribo párrafos muy largos. Yo no sé exactamente lo que están pensando los personajes, apenas sé que no van a hacer esto o aquello; pero lo interesante es que el personaje sea desconcertante para que haya una zona de misterio, que tengan algo impenetrable. Edgar necesita que los dos cadáveres sean enterrados, no le importa si fueron buenas o malas personas. No podemos humillar esos cuerpos y abandonarlos. Mis personajes no son sentimentales, pero tienen un sentido de la justicia. No me interesan los personajes con buenos discursos. En esta novela Edgar no mata a nadie, pero en otras ha matado varias veces. 

–Ese Entierre a sus muertos del título, ¿le está hablando a la sociedad brasileña respecto del pasado, de la dictadura militar?

–Puede ser… es muy complejo lo que ocurre cuando escribimos algo. Cada lector tiene su propia reflexión sobre lo que lee. Toda lectura es válida porque en esta novela hay muchas alegorías que no tienen una única interpretación. Para mí no se puede pensar en los vivos sin pensar en los muertos. Y no se puede pensar en los muertos sin pensar en los vivos.