La otra parte de una noche excepcional de jazz en Buenos Aires tendrá como protagonista a Kenny Barron. Pianista clase 43, figura central del post bop y las aproximaciones latinas del jazz, entre sus influencias, además de los ineludibles Thelonious Monk, Art Tatum y McCoy Tyner, es evidente la marca de Tommy Flanagan, de cuyo lirismo podría considerarse un continuador. El lenguaje pianístico de Barron está hecho de riqueza armónica, un sonido cristalino a partir de voicings bien abiertos y el gusto por el contraste y la sorpresa. Tras tempranas colaboraciones con Philly Joe Jones, Jimmy Heath, Tootie Heath, Lee Morgan, John Coltrane y luego con Yuseef Lateef y James Moody, Barron se incorporó en 1962 al grupo de Dizzy Gillespie, en el lugar de Lalo Schifrin. De la experiencia con Gillespie le quedó el conocimiento de la música latina en materia y espíritu, que diversificó en discos como Peruvian Blue (1974), en el que toca piano eléctrico, y Sambao (1992). Como Ron Carter, también el estilo de  Barron se identifica con las melodías suntuosas, entendidas como laboratorios para diálogos e improvisaciones. Más allá de esa afinidad, entre el pianista y el contrabajista hay una historia en común. Barron fue parte del grupo de Carter entre 1976 y 1980 y participó en algunos temas de discos como Yellow and Green y Pastels (ambos de 1976) y es parte fundamental de Piccolo (1977), por ejemplo. El pianista y el contrabajista se encontraron más tarde, entre 2013 y 2016, en el Thrasher Dream Trio, junto al baterista Gerry Gibbs y ocasionalmente en un disco del saxofonista Bud Shank de 1985, sosteniendo la columna rítmica junto al baterista Al Foster. El más reciente entre los más de cuarenta discos en primera persona de Barron es Concentric Circles, un trabajo con obra propia.