Cuando el sentido común de las mayorías seguía pensando en clave de endeudamiento, dependencia externa y servicios privatizados; cuando el “Que se vayan todos” prevalecía como consigna vigente y sentida; cuando Memoria, Verdad y Justicia no había ingresado en el horizonte de lo posible; cuando el “Estado de malestar”, en definitiva, no era capaz de conducir los destinos del país ni de garantizar a la mitad de la población su reproducción material básica, Néstor Kirchner accedió a la Presidencia de la Nación con el 22% de los votos, iniciando, según afirma Daniel Filmus, “la transformación más profunda que vivió la Argentina desde 1955 en adelante, acompañando un proceso latinoamericano que fue en la misma dirección”. Con el objetivo de hacer un balance acerca de lo construido y lo que faltó hacer durante los doce años de kirchnerismo, y también para evaluar factores explicativos de la derrota electoral, Filmus convocó a once autores y compiló Pensar el kirchnerismo, en donde se analizan las políticas y sus obstáculos en distintas áreas (educación, ciencia, trabajo, cultura, integración regional, entre otras), además de temas como la comunicación y el estilo de liderazgo de Néstor y Cristina Kirchner. El libro no es pensado desde una premisa de objetividad: en la gestión del gobierno nacional, en el Senado, y también como candidato y referente mediático, Filmus ha sido y es parte del kirchnerismo. Despojándose de toda pretensión de neutralidad valorativa, encaró este proyecto de evaluación profunda invitando a participar a personalidades que pudieran tener una mirada propia, que trascendiera la evaluación de las políticas implementadas, y que además compartieran las metas trazadas por aquellos gobiernos; muchos, incluso, ocupando cargos en ellos, como Mercedes Marcó del Pont, Jorge Taiana y Horacio González, y otros que no, como Eduardo Dvorkin y Mempo Giardinelli.

   La derrota electoral de fines de 2015 compone la trama en que fue concebida esta compilación: los autores ubican a los elementos estructurales pendientes dentro del conjunto de factores explicativos de los votos que faltaron. Son expresamente dejados de lado los análisis circunstanciales, vinculados a la postulación de candidatos y a la estrategia electoral. De este modo se busca saldar cierto déficit, dentro del movimiento nacional y popular, en la discusión acerca de cuestiones de raíz: “En líneas generales, los debates estuvieron poco en los temas estructurales; la militancia, y todos nosotros, somos más proclives a discutir los temas coyunturales vinculados a la campaña electoral”.

El debate no es un lujo 

“Ninguna fuerza política verdaderamente democrática y transformadora puede darse el lujo de temer dar un debate profundo, plural y sin concesiones acerca de lo que ocurrió”, afirma Filmus en el prólogo de Pensar el kirchnerismo. Para él, no resulta algo nuevo: por su doble condición de político e intelectual –es sociólogo e investigador del CONICET–, tanto la arena política como su labor docente lo expusieron a infinitas ocasiones en las que ejercitar el intercambio de ideas. Sin embargo advierte que, en general en América Latina, los gobiernos progresistas de comienzos de este siglo adolecen de una construcción teórica que les permita pensar un modelo de desarrollo, sortear problemas recurrentes y, en definitiva, fortalecer los procesos de transformación: “Muchos de estos procesos fueron prácticamente de un día para el otro. Nosotros, diez días antes de la elección de Néstor Kirchner teníamos miedo de tener que elegir entre Ricardo López Murphy y Carlos Menem”.

Por ello, deviene imprescindible la búsqueda hacia atrás para analizar, en diferentes áreas (“se eligieron once, pero también quedaron afuera temas importantísimos como seguridad, salud y defensa”, acepta) cuáles fueron las políticas llevadas adelante por los gobiernos kirchneristas, y también las limitaciones que se encontraron en el camino.

El kirchnerismo pudo salir de momentos críticos con una fuerte iniciativa, a través de varias de las políticas que los autores mencionan en los diferentes capítulos. ¿Qué pasó después?

–Yo creo que ahí hay una cuestión fundamental, que retomo en algún aspecto en el prólogo, en base a indicios que da Ricardo Rouvier en su artículo, que es el tipo de liderazgo. Tuvimos un tipo de liderazgo que fijó agenda, Néstor y Cristina Kirchner plantearon la agenda pública. Cuando Néstor llega al gobierno y habla de derechos humanos, desendeudamiento, integración latinoamericana, o de romper con el Fondo Monetario Internacional, no eran temas de la agenda. Algunos no sólo no estaban en la agenda: vos hacías encuestas respecto de identidad de género, o matrimonio igualitario, y la gente estaba en contra. Y al otro día de haberlas votado, cuando Cristina plantea que algunos habían ganado derechos y que los de los otros no se habían visto afectados, vos te das cuenta que la opinión pública cambia radicalmente.

En el libro se hace referencia a que algunas políticas generaban malhumor social.

–Nosotros tuvimos esa iniciativa durante mucho tiempo a pesar de la ofensiva de los medios. Ya en la última etapa, la ofensiva y las operaciones en los medios fueron de una magnitud tal, que por lo menos en un sector medio, socavaron la credibilidad en el gobierno a pesar de los beneficios que habían tenido con el kirchnerismo.

¿Puede ser que haya habido cierta incomprensión de esa conflictividad política que se estaba gestando, de ese creciente malhumor?

–Por supuesto, me parece que en esa falta de comprensión está a la luz del día que los temas comunicacionales ocupan un papel central, y más cuando casi todos los medios de comunicación los tienen los otros. Entonces, es verdad que la comunicación directa de Cristina fue muy efectiva, fue muy fuerte, y tenía altísimos grados de credibilidad, pero también sobre eso machacaron los medios de comunicación, con lo de las cadenas nacionales, etcétera, para tratar de limitar la capacidad de llegada de la comunicación directa de la presidente, que es fundamental en su credibilidad y su liderazgo.

Tiempos cortos, tiempos largos

Abordar un trabajo analítico por área permite mensurar los logros y las dificultades en cada una de ellas. Así, es posible advertir que los avances en materia de crecimiento económico y equidad, mercado de trabajo e inclusión educativa, por ejemplo, convivieron con limitaciones en la transformación de la estructura productiva, la persistencia de sectores con precarización laboral y resultados educativos peores de lo previsto. Evidentemente, una década puede ser mucho tiempo o un período breve. “Doce años, también, es un tiempo corto para la envergadura de las transformaciones que necesita la Argentina” asiente Filmus. “Hace poco hablaba con Álvaro García Linera; él había hecho varias autocríticas cuando estuvo en la Facultad de Ciencias Sociales, y habló de corrupción, de las clases medias, que si los beneficios no son acompañados con una labor ideológica, corrés el riesgo de que al otro día se te vuelvan en contra, y le planteo esta cuestión: que en estos años América Latina se había primarizado. Un poco duramente me dice “Mirá, nosotros hace 500 años somos un país primarizado, ¿vos querés que en diez años cambiemos todo?”.

En cuanto a una evaluación más candente del tiempo presente, Filmus plantea que “estamos en un momento de repliegue en toda América Latina. A nivel internacional es un momento de retroceso para las fuerzas progresistas”. De este modo, los recientes resultados electorales a escala continental y global se pueden enmarcar en esta ola de reflujo; en ese contexto, esta obra colectiva adquiere especial relevancia: “Quienes escribimos este libro no somos surfistas, no estamos con la tabla esperando que llegue la ola progresista, sino que buscamos generar el debate para que agite la opinión pública y el movimiento popular, para intervenir en la próxima ola con mayor profundidad.” Esta etapa, dice Filmus, debe tomarse como la oportunidad para debatir hacia adelante.

–Nosotros no sólo tenemos que resistir a los avances del neoliberalismo, sino que tenemos que proponer, para la construcción del modelo de país que nosotros queremos. El neoliberalismo mostró que no tiene ninguna novedad, las políticas que promete en nuestros países no tienen nada nuevo que ofrecer. Entonces, si la derecha no tiene novedades para mostrar, si no puede tener un modelo de desarrollo inclusivo que genere atractivo en la mayoría de la población, somos nosotros los que debemos tenerlo. Por eso yo hablo tanto de mantener la identidad: si vamos a ir a discutir la agenda que nos plantean ellos, si vamos a hacer matices dentro del modelo neoliberal, está perdido. Nuestra estrategia tiene que ser mostrar claramente un modelo alternativo al neoliberalismo.

¿En qué espacio y con quiénes creés que debería darse ese debate?

–Yo creo que tenemos que hacer un esfuerzo para plantearlo no sólo con las fuerzas políticas sino también con los movimientos sociales. Por supuesto los trabajadores ocupan un lugar particular en esta discusión, pero también hay muchísimos sectores medios que son, para nosotros, en general uno de nuestros núcleos problemáticos más grandes. Todos esos grupos deben participar. Yo incorporaría a los científicos que han jugado un papel muy importante en estos días en el debate del modelo de país, no solamente de una beca más o una beca menos: ¿qué modelo genera innovación y soberanía tecnológica en nuestro propio modelo de desarrollo? Y muchísimos otros actores. Pero yo sigo pensando que la arena de este debate es la arena política: la arena de los partidos políticos, de las fuerzas políticas. Es un debate que tiene que colocar al kirchnerismo y al peronismo en la ofensiva respecto de tener las mejores medidas de transformación. Sin lugar a dudas, las consignas históricas del peronismo en cuanto a la soberanía, la independencia y la justicia social, son permanentes; la cuestión es cómo se expresan en este momento. Para eso hace falta ampliar, hace falta gran capacidad de escucha, gran capacidad de debate. No hay ningún movimiento transformador y crítico en el mundo, que a su vez al interior no tenga discusiones, no hay que tenerles miedo. Es, en parte, el planteo del libro: hay que ir al debate. Es bueno que haya distintas perspectivas y que en algún momento se encuentre, como siempre decía Néstor, la síntesis, para que en ese contexto trabajemos todos en conjunto.

A pesar de los indicadores socioeconómicos negativos y de la orientación general de las políticas del actual gobierno, Daniel Filmus es optimista. En parte, cuenta él, por su trabajo como docente: “Savater dice que los docentes deben ser optimistas; sino, se convierten en adiestradores”. Y también, porque cree que la recuperación del rol protagónico del Estado es una transformación de largo alcance, lo que permitió que en las más diversas áreas haya existido una considerable capacidad de resistencia. 

Sin embargo, advierte, una cuestión es la capacidad de resistencia y otra es la capacidad de propuesta. “Muchas veces los movimientos progresistas en América Latina se comportaron como Sansón: tienen capacidad de tirar abajo un palacio, pero no tienen la fuerza necesaria para evitar que el palacio se les caiga encima de la cabeza. Me parece que el movimiento nacional y popular en Argentina, en lo que tiene que avanzar, es en la discusión de las propuestas para adelante. Y esto es fundamental: no sólo la reivindicación de todo lo que se hizo, que es enorme, sino generar las condiciones como para saber cómo se continúa en cada uno de los temas”. Y si algo puede agregarse acerca del libro, es que Pensar el kirchnerismo ofrece algunos indicios en esta dirección.

Pensar el kirchnerismo. Lo que se hizo, lo que falta y lo que viene. Daniel Filmus (compilador) Editorial Siglo XXI 352 páginas