El Museo Sitio de Memoria Esma cumplió cuatro años. Quienes lo hacen diariamente –y una sociedad toda– tienen mucho que festejar. Primero, la posibilidad de su continuidad en estos años que transcurrieron con el mismo equipo de dirección, desde su inauguración a fines de la gestión anterior de gobierno. También el trabajo sostenido que ha abierto este sitio a público en general y particularmente a escuelas, y que ha crecido en acciones como la web institucional, que se presentó formalmente. Y en particular, el plan de trabajo llevado adelante para la candidatura del museo a Patrimonio Mundial de Unesco. Todo eso se celebró ayer en este museo ubicado en la ex Esma, entre emociones cruzadas: por un lado la de los trabajadores del museo abrazados a Estela de Carlotto, Vera Jarach y otras Madres, Abuelas, familiares y sobrevivientes. Y también la de otros trabajadores del espacio que fueron a reclamarle al ministro de Justicia y Derechos Humanos, Germán Garavano, el desfinanciamiento que están sufriendo en el predio.

La cosa comenzó tensa en la presentación protocolar de las autoridades presentes. El ministro Garavano y el secretario Claudio Avruj no solo no fueron aplaudidos al ser nombrados, también recibieron algunos silbidos. Un rato más tarde, cuando el ministro habló, varios trabajadores del predio se pararon y levantaron carteles para denunciar: “No a la privatización”, “El salario no alcanza”, “No se puede vivir con $ 16.000”. “Todo esto es fruto del trabajo de un montón de organismos, el gobierno anterior lo construyó y lo inauguró, y este gobierno lo continuó. Llevó adelante una política proactiva, con los recursos escasos que lamentablemente siempre hay en nuestro país”, dijo Garavano sobre el museo. El ministro habló y se fue, y los trabajadores lo siguieron hasta la puerta para contarle cómo se materializa esa escasez de recursos. 

Pero el acto siguió, con palabras y videos que describían la tarea que aquí se sostiene. El museo se ha abierto en estos cuatro años a 185 mil visitantes, 70 mil estudiantes, que recorrieron esta puesta museográfica tan especial, basada en la voz de los sobrevivientes, en los testimonios de los juicios de lesa humanidad. Y con un hito que también se destacó: “La visita de las cinco”, que propone recorridos los últimos sábados de cada mes, con diferentes invitados. 

Además de representantes como la legisladora porteña Victoria Montenegro y de funcionarios de áreas de Derechos Humanos, estuvieron presentes embajadores y representantes de Grecia, Italia, Canadá, Alemania, Francia, Austria, República Checa, Egipto, Finlandia, Croacia, Serbia, Rumania, Australia, Indonesia, Sudáfrica, Corea; también de numerosas universidades e instituciones vinculadas a los espacios de memoria, los museos y los derechos humanos. La nutrida presencia internacional dio cuenta del fuerte trabajo que se viene haciendo en relación a la candidatura ante la Unesco, del que dio cuenta Daniel Tarnopolsky en su exposición. Solo el 1 por ciento de los bienes culturales de la Unesco en su Patrimonio Mundial son sitios de memoria, entre esos pocos el Museo Auschwitz o el Memorial de la Paz de Hiroshima, contó. “El apoyo de la sociedad es fundamental para presentar nuestra candidatura Unesco, y representa cuarenta años de lucha por Memoria, Verdad y Justicia”, dijo Mauricio Cohen Salama, parte del equipo de trabajo que lleva adelante la candidatura.

Tras la presentación de la candidatura Unesco y del flamante sitio web institucional (www.mu seositioesma.gob.ar) cerraron el acto Estela de Carlotto, Adriana Suzal, sobreviviente de la Esma y psicóloga especialista en género, y Alejandra Naftal, directora del Museo Sitio de Memoria Esma, también sobreviviente (a los 19 años estuvo detenida desaparecida en El Vesubio). Carlotto quiso recordar: “Cuando entramos por primera vez a este lugar de terror, cuando Néstor Kirchner nos entregó el espacio. Pisar esta tierra nos parecía tremendo, porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar”, evocó. “Supimos tomar los espacios para transformarlos para la memoria, no del terror, la venganza y el odio, sino de los que no debe volver a pasar”, elogió, y advirtió: “Que los canallas que tratan de mancillar nuestra lucha, sepan que no vamos a bajar los brazos”.  

Suzal también recordó la primera vez que entró a la ex Esma, “un glorioso 24 de marzo de 2004, en una tarde de sol”; la primera invitación a hablar aquí junto a su hermana, también sobreviviente de un campo de detención; su participación en “La visita de las cinco” y la “amorosa contención” que recibió en esas visitas. “El lugar que más me conmueve es este Salón Dorado, cuando terminan las visitas, se bajan las persianas y se proyectan las fotos de los genocidas, junto a la palabra ‘Condenados’. Porque ahí está el pasado, el presente y el futuro. Y es indeclinable”, expresó. 

“Este lugar me atraviesa como sujeto, como sobreviviente, como mujer. Es un regalo de la vida”, agradeció a su turno Naftal. “Creo que desde que salí del campo de concentración me preparé para estar acá. Que las Madres, Abuelas y organismos hayan confiado en mí, que Néstor y Cristina Kirchner me hayan dado este lugar, que las autoridades actuales lo hayan continuado, es un regalo para mí. Porque acá estamos transformando un lugar de terror en un lugar, paradójicamente, de libertad y expresión”, dijo la directora. 

También hubo música: en el comienzo, la de Nora Sarmoria, Gabriela Bernasconi y Nancy Stork, integrantes del proyecto Piano Matria, trayendo a Violeta Parra y su “Arauco tiene una pena” para hablar de la libertad y la memoria. En el final, la de Elena Roger junto a Javier López del Carril, en una conmovedora versión de “Las cosas tienen movimiento”. Sarmoria, que dirige las orquestas estables de niños y adultos del Centro Cultural Conti, a pocos metros del museo, se hizo tiempo para hablar de lo que significa ese trabajo en este lugar, pero también para denunciar: “Desde hace ya muchos años estamos desfinanciados, más precisamente desde hace tres años y medio”. Vera Jarach –madre de Franca, detenida desaparecida aquí mismo cuando tenía 18 años– también tomó el micrófono. “En esta sala en que se decidía la vida y la muerte, quiero decir algo”, pidió. Sonó el grito de “Presentes, ahora y siempre”, para los 30 mil. Se repitió la cifra emblemática. “Nunca Más el negacionismo, Nunca Más la indiferencia, Nunca Más el silencio”, pidió la Madre de Plaza de Mayo. 

No habían terminado de irse todos los invitados y en la puerta del museo ya llegaba un grupo de chicos y chicas de secundaria, que escuchaba atentos al guía. “Recibimos durante todo el año escuelas públicas y privadas, también grupos de otras instituciones, de intercambio internacional y público en general”, enumera la chica de la entrada ante la consulta de PáginaI12, con un entusiasmo que excede el simple “estar en la entrada”. Y en esa escena se construye el Nunca Más que acaba de postularse.