El equipo económico de Macri sostiene que la inflación es un problema monetario y, como tal, lo enfrenta a través del régimen de “metas de inflación” del BCRA. Se trata de una regla de política monetaria que indica al Banco Central que suba la tasa de interés cuando la inflación se va por encima del nivel que se tiene como meta, y la baje cuando la inflación se encuentra por debajo de la meta. Las metas de inflación fijadas por la autoridad monetaria fueron del 20-25 por ciento para 2016, del 12-17 por ciento para 2017, 8-12 por ciento para 2018 y 5 por ciento para 2019.

El régimen de metas de inflación se basa en dos supuestos muy fuertes. Por un lado, supone que la inflación se debe a un exceso de demanda que no puede ser satisfecho por la producción e induce la suba de los precios. La refutación de esa argumentación ha sido la evolución de la economía en el primer año de Cambiemos, donde la demanda se derrumbó generando una crisis de la producción pero los precios se aceleraron. Una clara muestra de que evolución de los precios se encuentra más atada a la política cambiaria, de tarifas y paritarias, que al costo del financiamiento.

El segundo supuesto fuerte del régimen de metas de inflación es que la tasa de interés influye significativamente en la demanda agregada y, a través de ella, en la inflación. Es cierto que la suba de tasas puede disminuir el consumo en cuotas y, en menor medida, a la inversión ya que encarece su financiamiento. Pero el canal más importante hacia los precios está en la atracción de capitales especulativos y consecuente abaratamiento del dólar que puede inducir la suba de tasas. Como en Argentina el valor del dólar es más relevante para la evolución de los precios que la demanda agregada, la desaceleración se produciría por la vía de la apreciación cambiaria con los costos en materia de competitividad que trae aparejados dicha política.

El hecho de que la inflación de 2016 haya cerrado en un 40 por ciento, superando en 20-15 puntos porcentuales a la meta del 20-25 por ciento para aquel año, arroja muchas dudas sobre la seriedad del propósito de que este año cierre en torno al 12-17 por ciento. La falta de reformulación de las metas pese a tan grosero desvío del objetivo es, sin dudas, una excentricidad argentina frente a su habitual implementación en otros países. Una particularidad que esconde el uso real de las “metas de inflación” como “metas de paritarias” por parte del macrismo. Es decir, el anuncio de metas de inflación irrealmente bajas es utilizado para condicionar las negociaciones paritarias intentando, de esa manera, contener las demandas de aumentos de salarios por debajo de las expectativas reales de evolución de los precios.

La mencionada política de “metas de paritarias” tuvo un costo significativo para los trabajadores en 2016, que vieron deteriorarse el poder de compra de sus salarios entre un 15 y un 5 por ciento en el sector formal. También tuvo un costo para el BCRA, cuyas metas de inflación dejaron de ser creíbles y pasaron a ser consideradas un elemento más del folklore de anuncios y amenazas que suele acompañar el tire y afloje propio de la negociación paritaria.

@AndresAsiain