En medio de las enormes manifestaciones contra Jair Bolsonaro para que no destruya la educación, el hombre de mayor confianza de Lula pasó por la Argentina y explicó el tablero completo: el presidente de Brasil le habla a un 20 o un 25 por ciento pero el resto empezó a preocuparse por la salud, la educación y la economía. Según Luiz Dulci, la novedad es que cambiaron los temas de la agenda pública.

Dulci fue secretario general de la Presidencia durante los ocho años de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, desde el primer día de 2003 al último día de 2010. Después acompañó la actividad diaria del líder del Partido de los Trabajadores en el Instituto Lula hasta la prisión del fundador del PT, agrupación de la que es vicepresidente este profesor de Literatura que encabezó el paro docente más grande de la historia brasileña. Desplegó contactos en la Argentina invitado por la Federación de Trabajadores de la Industria, Servicios y Afines (FeTIA, piloteada por Pedro Wasiejko) con el apoyo del Frente Grande.

–El problema en Brasil no parece ser el ajuste. Pero hay una crisis profunda.

–El ajuste ya lo hizo Michel Temer después del golpe, con el apoyo del establishment y los grandes medios. La industria empezó en ese momento a sufrir una gran depresión. A Temer lo mantuvieron en el poder hasta las elecciones justamente porque era débil. Y, como era débil, podían obligarlo a cumplir con el programa duro. Después llegaron Bolsonaro y su campaña tosca.

–¿Por qué tosca?

–No es una apreciación subjetiva mía. Diputados que compartieron la cámara con él durante muchos años cuentan que le interesan tres o cuatro cosas, sobre todo de gran impacto. 

–Pero la economía hoy parece estancada.

–La previsión de Paulo Guedes, el superministro de Hacienda, era que este año Brasil crecería un 5 por ciento. No sucederá. Tampoco Guedes conseguirá que la reforma jubilatoria sea aprobada en los términos durísimos en que él la propuso. Y al mismo tiempo se registran grandes perjuicios para trabajadores rurales, pobres y mujeres. En estos meses la expectativa bajó a crecimiento cero. Cayó la inversión pública. La política de vivienda fue cortada. Las obras de infraestructura, como aeropuertos y carreteras, y también logística, cortadas o suspendidas. Cayó el consumo de las familias. El gobierno quiere avanzar en todo. En su política de prejuicios y en la entrega de Petrobrás, de la energía eléctrica y de la Amazonia. El Gobierno esperaba que con la victoria de Bolsonaro el anuncio de un programa ultraneoliberal traería inversión externa. No pasó. Algunos empresarios compraron activos a precio muy bajo. Pero no hubo inversión nueva. Hay muchas semejanzas con el fracaso de la política ultraneoliberal en la Argentina. 

–Los grandes medios gráficos y Globo a veces critican a Bolsonaro.

–Una parte lo hace. Pero solo al estilo. O a los hijos. No al programa económico. Ahora incluso ex ministros de Fernando Henrique Cardoso, que fue un hombre de izquierda pero hace mucho que no lo es, sostienen que la obsesión por una nueva Ley de Seguridad Social compromete las posibilidades de crecimiento. Subió el desempleo a una cifra espantosa: 14 millones. Ya se habla de recesión. Tres trimestres seguidos es recesión técnica.

Otros hablan, más moderadamente, de estagnación. 

–¿Hablan públicamente?

–Sí, aunque en el caso del PT la palabra “públicamente” no se aplica a los programas más vistos de la tele. Ni lo invitan a Fernando Haddad, que fue nuestro candidato en 2018 y sacó 47 millones de votos. Pero la discusión se filtra cada vez en la sociedad. Y se expande. Economistas liberales como Andrés Lara Rezende, uno de los padres del Plan Real de Itamar Franco y su ministro Cardoso, un hombre muy crítico del PT pero con sensibilidad civilizatoria, escribió un artículo diciendo que era una estrategia suicida. Pero no puede ser una solución el sacrificio de los pobres. Hasta Fernando Henrique dijo que estaba preocupado por la situación. Está creciendo la inflación incluso en medio de la gravísima crisis de la industria. Hay una reducción de salarios en términos reales. Ya podemos hablar del fracaso de la política económica ultraneoliberal. 

–¿Bolsonaro es tan popular como cuando ganó?

–En absoluto. Cayó su imagen, sobre todo en los sectores populares y pobres. Reacciona no con medidas económicas sino con peleas que califica de ideológicas y en realidad son falsamente morales. Ataca a los homosexuales, a las libertades sexuales, al comunismo, a las universidades y a los educadores, a los que llamó “idiotas útiles” y “masa de maniobra”. Los parlamentarios cuestionan cada vez más a Bolsonaro. Él dice que es por la “vieja política” que impediría la renovación. Pero fue diputado durante más de 20 años y pasó por muchos partidos. 

–¿Qué sucede con el PT?

–Participamos de la resistencia cada vez mayor a la propuesta predatoria de la jubilación, a las privatizaciones, a la política entreguista de los yacimientos petroleros a grandes profundidades del pré sal. Y estamos por presentar una propuesta de medidas económicas. La reforma jubilatoria tiene cuestiones muy duras contra las mujeres, que van a perder derechos todavía más que los hombres. Visto en general, si la reforma jubilatoria es aprobada el gobierno puede sentirse tentado de imitar a Margaret Thatcher en 1979 y limpiar todo componente estatal: la energía eléctrica, el sistema financiero, el petróleo, la petroquímica, la banca… Sería gravísimo, porque por ejemplo los bancos públicos en nuestra época pasaron del 25 al 40 por ciento del mercado e impidieron que el país entrase en recesión. 

–¿La sociedad escucha al PT?

–Sí. Muchos además empiezan a pedirnos que presentemos alternativas. El propio Haddad está trabajando con la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, a la cabeza de un equipo que presente propuestas, como un pacto social para salir de la crisis económica. Estos temas pesan cada día más. Bolsonaro asumió el 1ª de enero y desde ese momento tuvimos que discutir solo temas como la violación de la soberanía y el autoritarismo. Ahora se agrega la dimensión socioeconómica. Nuestros diputados trabajan muy bien con los del Partido Socialismo y Libertad, con los del Partido Comunista de Brasil y con otras fuerzas. Juntos somos 120 diputados sobre 530. Nos hacemos escuchar en el Congreso. 

–¿Qué hace Lula desde la cárcel?

–Está muy informado, muy en sintonía con la estrategia. Nos insiste en que el centro de nuestra política debe ser lo que afecta la vida de la mayoría: jubilación, educación y salud. Y tiene razón, porque con sus prejuicios al desnudo Bolsonaron dialoga hoy solo con un 25 por ciento de sus electores. 

–¿Cómo es ese 25 por ciento?

–Son sectores que reaccionan contra la secularización de la vida social. No es solo un tema de algunos pastores, como a veces se dice, sino el fruto de gente que fue criada con una visión arcaica de familia. Por esos nos enfrentan. El PT siempre fue abierto. Pionero en la cuestión feminista, en la cuestión de los negros. Estos sectores atrasados, en cambio, llegan a decir que la escuela pública es un nido de víboras y alientan la educación domiciliaria. Hay un movimiento que se llama Escuela sin Partido. Presentan a Paulo Freire no como el ejemplo de gran educador que fue sino como el símbolo de un presunto “marxismo cultural”. Hubo una disputa entre lo social y los valores de seguridad. No solo en materia de seguridad pública. Bolsonaro promovió un liderazgo fuerte y violento. Y los efectos se dejan sentir. Un grupo de soldados disparó 80 balazos contra una familia que iba en su auto. 

–Mientras tanto, las olas de protesta por la educación pública son cada vez mayores.

–Es que hubo un ataque a la educación. Un recorte lineal del 30 por ciento en todas las universidades. Un recorte de becas tanto de graduación como de licenciatura y rectorado. Vahán Agopyian, el rector de la Universidad de San Pablo, que es muy prestigiosa, dijo que así la USP perdería el sistema federal de becas. Sin polemizar con nombre y apellido rebatió todas las acusaciones de Bolsonaro. El rector es ingeniero pero refutó las agresiones de Bolsonaro contra las áreas humanísticas. Las encuestas muestran que hoy la población tiene orgullo de que sus hijos llegaron a la universidad. La Iglesia católica es muy moderada en Brasil. Pero se hizo eco del humor social y también criticó la reforma jubilatoria y los recortes educativos. 

–¿Y Sergio Moro, el juez que condenó a Lula y terminó como ministro de Justicia de Bolsonaro? ¿Sigue siendo importante?

–El mundo jurídico lo critica cada vez más. Surgió un movimiento, Derechos Ya. 

–Suena a Directas Ya, el gran movimiento de 1984 por el voto directo, sin electores de por medio.

–Es así. Muchos sectores nos escuchan porque está apareciendo la comparación con los años de Lula y Dilma. Hay reuniones cada vez más amplias. Los seis últimos ministros de Medio Ambiente se juntaron y divulgaron un manifiesto. Incluida Marina Silva, que compitió contra el PT. Fueron durísimos porque dijeron que Bolsonaro está terminando con toda estructura de protección. Lo mismo hicieron en política exterior embajadores retirados y ex ministros, como Rubens Ricupero y Roberto Abdenur, que cuestionaron el rumbo en relación con Oriente Medio y el alineamiento automático con Estados Unidos. No es solo la izquierda la que reacciona. Cada semana aparece un crítico nuevo. Actores, actrices, rockeros…  

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