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OPERACIÓN DECADENCIA
Por James Neilson
En la tarea de quitar de en medio la Constitución y los otros obstáculos democráticos que están cerrándole el paso, Menem ha contado con la colaboración inestimable de algunos líderes de la Alianza que parecen compartir su nostalgia por los buenos viejos tiempos. Al hablar de la lucha armada, Raúl Alfonsín ayudaba a los menemistas a trasladar el campo de batalla hacia un terreno que les parece muchísimo más conveniente que el propio de una democracia. No sólo es cuestión del mayor poder de fuego que tiene a mano el movimiento que nos dio la Triple-A y un sinnúmero de pistoleros sindicales, sino también de que frente a la opción Menem o la resistencia armada muchos buenos ciudadanos preferirían a resignarse a cuatro, ocho o doce años más del statu-quo. Igualmente contraproducentes desde el punto de vista de la Alianza han sido las amenazas de boicotear el Parlamento y las elecciones. Si los legisladores de la oposición renunciaran a sus bancas, ahorrarían a Menem la eventual "necesidad" de decretar el cierre del Congreso; si la Alianza no se presentara a elecciones, los menemistas lo atribuirían a su temor a verse aplastada. Tampoco ayudarán los intentos de "advertir" a los dirigentes del Primer mundo sobre los peligros que entraña el plan menemista de regresar cuanto antes al Tercero. Si la Argentina se borra nuevamente de la pantalla democrática, la reacción norteamericana y europea será más económica que política. No serviría para debilitar a Menem: antes bien, lo fortalecería al acelerar la degeneración de la Argentina en la clase de país en la que es normal que los caudillos sin escrúpulos se eternicen en el poder.
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