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Globalizar la solidaridad

 

Por J. M. Pasquini Durán *

 

T.gif (67 bytes) En vísperas del vigesimosegundo aniversario del golpe de Estado de 1976, nos hemos convocado para ratificar nuestro compromiso con la irrenunciable búsqueda de verdad y justicia. En estos años, a veces parecía que predicábamos en el desierto, sobre todo cuando los gobernantes elegidos en las urnas habían decidido que la mejor política era el olvido o la reconciliación (imposible) entre los verdugos y sus víctimas. Hoy podemos afirmar con orgullo que la mayoría popular, en una proporción abrumadora, está reclamando el fin de la impunidad.
No somos un partido ni una conjura de necios quebrados por la tragedia, sin amor por la vida ni expectativas de futuro. Al contrario: somos mujeres y hombres de tres generaciones, con talantes y opiniones distintos, congregados por amor a los que perdimos, por respeto a la justicia y por pasión de libertad. A diferencia de los 213 generales retirados que firman hoy una declaración para reivindicar la "guerra sucia" y oponerse a la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, no exaltamos el pasado ni buscamos revanchas. Tampoco esto es lo único que nos separa: quiero dejar constancia de la cualidad ética. El derecho al botín de los terroristas de Estado no fue una consecuencia no buscada de la guerra sucia. Por las cuentas en Suiza y las nóminas de bienes mal habidos, ahora está claro que el latrocinio era una causa principal de la cruzada supuestamente antisubversiva. ¡Cuánta desfachatez la de los camaradas de Bussi que quieren darnos lecciones de conducta!

Vamos a decirlo otra vez: Queremos construir una sociedad de convivencia pacífica y honesta, en la que el principio de igualdad ante la ley sea la norma para todos, sin excepciones ni privilegios, y en la que los criminales sean castigados por lo que hacen y no por lo que dicen. Mientras la impunidad ampare el pasado, será difícil que podamos lograr justicia para los crímenes aberrantes del presente, como el atentado contra la AMIA o el asesinato de José Luis Cabezas, por citar sólo dos casos de una insoportable nómina de heridas abiertas. En nombre de la seguridad futura de todos, reclamamos el legítimo derecho a la justicia.

Por lo mismo, y en esta casa, es lógico que hoy nos honren con su presencia tres hombres de ley, protagonistas directos en la justa causa que se tramita ante la audiencia que preside Baltasar Garzón. Este juez, ha dicho el ministro Corach, aquí sería echado de su puesto. Qué duda cabe, si dependiera de un gobierno que ha colonizado los tribunales superiores de la nación, subordinándolos a su voluntad patrimonialista que hace del poder una propiedad privada.

Los voceros oficiales han pretendido desconocer el derecho internacional y la legalidad española, en nombre de argumentos leguleyos sobre la extraterritorialidad. Notable hipocresía entre quienes no repararon en semejante argumento para aprobar el bloqueo norteamericano a Cuba o sumarse a las aventuras bélicas del Pentágono en el golfo árabe. Tamaño desparpajo entre quienes justifican el remate nacional en nombre de un mundo globalizado, y reverencian a las corporaciones multinacionales que no tienen patria ni fronteras.

Queremos decirles a nuestros tres huéspedes que los que estamos aquí, y muchos más, tenemos otra idea de la globalización. Anhelamos un solo mundo, sí, pero con múltiples voces y ligado por razones de cooperación y solidaridad. La causa que hoy nos vincula forma parte de una corriente civilizatoria que se globaliza en nombre de la condición humana. Es la misma que inspiró a otros jueces en Francia para condenar a Astiz, al Parlamento Europeo para repudiar la senaduría vitalicia de Pinochet, a Nelson Mandela en Sudáfrica, que también busca ajustar cuentas con el pasado en nombre de la verdad y la justicia.

Para no extender la enumeración, quiero señalar que, en el caso de argentinos y españoles, también honramos la tradición solidaria que hace poco más de seis décadas encontró a nuestros padres y abuelos, allá y aquí, en el territorio común de la libertad contra el fascismo. Y nuestros pueblos volverán a reencontrarse, siempre, cada vez que la historia nos demande. Sean todos ustedes bienvenidos a esta casa común de puertas abiertas, reunidos en la certeza de la fraternidad compartida.

 

 

* Palabras pronunciadas ayer en la Facultad de Derecho, en la mesa redonda "Justicia o impunidad".

 

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