Palabras I

Por Gary Vila Ortiz

Pavese. Si hablo de marzo, me encuentre donde me encuentre, debo hablar de Pavese. Memorizar su poema "You, wind of march". Repasar en una librería de esa ciudad uruguaya una nueva reedición del Oficio de vivir. Ser o tratar de ser poeta no es tan simple como alguien puede creerlo. Por supuesto que quien así piensa nunca sabrá comprender la esencia del acto poético. Aunque la escriba, su poesía jamás será. Quedará en patético intento. Atributo de un mamarracho. Pavese hizo de la poesía ese oficio de vivir. Luego, el poeta hizo llegar la muerte, como una prolongación de un diálogo en las sombras.

Trampas. En el truco sería un bajunje, creo. He abolido los días de la semana. El día es el día que creo que es. Me importa el calendario para rebatirlo. Pensaba hacerlo con los meses, con los años, pero es mucho más difícil. Imposible, me dicen, y además para qué, agregan. El secreto reside en no preguntarse para qué o por qué.

Gitanas. No sé si en enero y febrero hay gitanas en Punta del Este. Nunca he venido en esos meses donde el consumo y la riqueza deben quitarle belleza al mar. El mar —creo— es de los pecadores que ya no existen, de la inmensidad y la distancia que apenas existen.

Globalización. Palabra que resulta tan antipática como bañera o velatorio. La definiría como la antípoda más peligrosa del humanismo. Del renacentista y los caminos humanistas de este siglo, que parecen no encontrar una forma de expresión que les de la certidumbre que en realidad tienen, pero que nadie o muy pocos, quieren ver.

Otoño. Palabra que resulta tan antipática como bañera o velatorio. La definiría como la antípoda más peligrosa del humanismo. Del renacentista y los caminos humanistas de este siglo, que parecen no encontrar una forma de expresión que les de la certidumbre que en realidad tienen, pero que nadie o muy pocos, quieren ver.

Otoño.Debe haber muchos otoños bellos. Para mi el único es el de Rosario. El amarillo de Rosario no existe en otro lugar del mundo. El Paraná sobrevive en el Atlántico, como clandestinamente, marrón de otoño también, con sabor de pacú o del sábalo de correntada.

Mujeres. Una de las tristezas de los años es no poder seducirlas. Otra tristeza es que alrededor de la mujer se van creando arquetipos de cómo debe ser. La figura, el peinado, la ropa, el andar, cómo manejan, cómo actúan en política o en los negocios. En todos lados parece ocurrir lo mismo. Sin embargo en Rosario (lo pienso con nostalgia desde Punta del Este) quedan aún muchas mujeres al natural, rotundas como una roca. Las mujeres, como decía la hermana de Borges de los tigres, están hechas para el amor. Olvidarlo es un crimen cuyo precio será muy alto.

Amigos. Un amigo, médico, cuyo padre era amigo del mío (los dos también eran médicos) me da el comienzo de una narración, una novela, para que le de mi opinión. Tal vez una corrección. Puede opinar, no podría corregir. Lo que he leído hasta ahora tiene páginas de auténtica belleza, se sincera sentido autobiográfico. Creo que mi amigo debería, en algunos de los momentos de la narración, interrumpirla con su misma voz pero como si se observara todo desde afuera, un comentario que fuera creando un contrapunto enriquecedor. Lo conozco lo suficiente para saber que su lucidez haría de eso algo poco común. No es un médico que tiene el lobby de la medicina. Que me perdone si exagero.

Zweig. Creo que Stefan Zwieg, o Martín Buber o Walter Benjamin o Max Jacob, como Brecht o Chaplin, hubieran aceptado las declaraciones del Papa sobre la actitud del cristianismo con relación a los tiempos del nazismo. Las hubieran comprendido como muchos parecen no comprenderlas ahora. Ese documento confirma lo que ya hemos dicho en otras ocasiones: el antisemitismo no es algo cuantitativo sino cualitativo.

Periodismo. Cuarenta y pico de años de periodismo me confirman algo que supongo supe desde el principio: el periodismo, para mi, nunca fue una profesión que podía ejercer objetivamente. No se si he sido un buen o un mal periodista. Sé que es un oficio que amo y que el mal periodismo me duele porque el daño que ocasiona es muy grande. Un periodista debe central su trabajo en todo aquello que acreciente el respeto, el amor por la condición humana. Creo que ahora el daño que hace cierto periodismo que pasa por ser buen periodismo es intencional y manejado tanto maligna como inteligentemente. Modificarlo es una cuestión de honor para quienes creemos que el periodismo, ante todo, obliga a reivindicar las injusticias, a proponer la libertad que aún no tenemos, a hacer de todos los hombres verdaderos prójimos a quienes no debemos ofender ni herir de ninguna manera.