Dibujos de Oscar Mara y textos inéditos de Cortázar se combinan en una muestra que Krass presenta hasta fin de mes.
Por Fernanda González Cortiñas
Al verlos es difícil adivinar qué fue primero: si el texto o el dibujo. Y como se trata de dos grandes, definir qué fue el huevo y qué la gallina, no es sustancial. Abriendo la temporada, la Galería Krass presenta "Después hay que llegar", una inusual exposición que reúne obras del artista Oscar César Mara y textos inéditos de Julio Cortázar. Esta muestra inaugura así un ciclo de exposiciones que incluirá nombres como Hermenegildo Sabat, Carlos Alonso, Luis Ouvrard y Juan Carlos Castagnino, entre otros.
Un dibujo de Mara disparó las primeras líneas del texto: Entonces, mira, a veces una muchacha parte en bicicleta, la ves de espaldas alejándose por un camino. Veinte años después, el primero completó una serie de quince dibujos que hoy acompañan un puñado de cartulinas escritas de puño y letra del autor de Rayuela.
La excusa para esta especie de trabajo interdisciplinario era hablar de la violencia, del exilio, de la violencia del exilio. Entonces a Cortázar le provocó escribir. No hay discurso del método, hermano, todos los mapas mienten salvo el del corazón vuelto a los rumbos de la vida, dónde el oeste, dónde el sur. Dónde está el sur en este corazón golpeado por la muerte, debatiéndose entre perros de uniforme y horarios de oficina, entre amores de interregno y duelos despedidos por tarjeta, dónde está la autopista que lleve a un Katmandú, sin cáñamo, a un ShangriLa sin pactos de renuncia, dónde está el sur libre de hienas, el viento de la costa sin cenizas de uranio, de nada te valdrá mirar en torno, no hay dónde ahí afuera, apenas esos dóndes que te inventan en plexiglás y Guía Azul.
Los originales viajaron desde la casa del escritor en la ciudad luz, hasta el atelier del artista, en la capital española. Como un chico, Cortázar intentó a pedido del artista emprolijar su cursiva montando la métrica sobre un improvisado escenario de grafito confeccionado a tal fin. A la muerte del escritor, dibujos y escritos durmieron una larga siesta, hasta que el año pasado, el amigo sobreviviente, decidió terminar de darle forma a aquel sueño. El resultado es magistral: las palabras de Cortázar, a medio camino entre un poema largo y un cuento corto, acompañan la línea sensible de Mara, rítmicamente, ralentándose en el trazo sinuoso de un perfil de mujer, arremolinándose en el sombreado de un cielo tormentoso.
Así, el dibujante esboza un fondo oscuro, y sobre ese cielo negro de facto, que ponía mar y silencio entre el artista y su origen, el escritor apunta: El dónde es un pez secreto, el dónde es eso que en plena noche te sume en la maraña turbia de las pesadillas donde (donde del dónde) acaso un amigo muerto, una mujer perdida al otro lado de canales y de nieblas te inducen lentamente a la peor de las abominaciones, a la traición o a la renuncia, y cuando brotas de ese pantano viscoso con un grito que te tira de este lado, el dónde estaba ahí en su contrapartida absoluta para mostrarte el camino, para orientar esa mano que ahora solamente buscará un vaso de agua y un calmante, porque el dónde está aquí y el sur es esto, el mapa con las rutas en ese temblor de náusea que te sube hasta la garganta, mapa del corazón tan pocas veces escuchado, punto de partida que es llegada.