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Días de fútbol

Por Gary Vila Ortiz

Leí un artículo, antes de que empezara el mundial, que a los intelectuales franceses no les gusta hablar de fútbol o de otros deportes. Sin ser francés, creo que es una de esas verdades a medida que suelen ser tan nocivas. El artículo habla de algunas excepciones, la inevitable de Camus, la de Raymond Aron. Se podrían agregar otras, pero lo haremos en otra ocasión.

Ahora quiero hablar de nuestros poetas o humoristas y el mundial. Los artículos que más me han gustado, que me han parecido macunados, como solía decir uno de mis abuelos en la cancha de Newell's, son los de Rafael Bielsa y Martín Prieto, y en este no tiene nada que ver el cariño y el respeto que le tengo a los dos, aunque sea un siglo y días, que no tomamos un café. Pero el afecto y la amistad (eso ocurre también con el amor) suelen ser unilaterales y no quedan invalidados por tal tristeza.

Pero vayamos al grano. Nunca he podido mirar el mundial sin tener en cuenta los países que los juegan. Mis simpatías, en el fútbol mundial, son por lo que pienso de los países que juegan. A veces me entran dudas, pero en general apuesto a uno de los cuadros por simpatía a lo que son sus pueblos. Por ejemplo: dudé cuando jugaron España y Nigeria, pero me gustó que ganaran los nigerianos, pidiendo perdón por todo lo que amo a España. Creo que el Quijote y sobre todo Sancho Panza, me comprendieron, porque siempre anduvieron peleando del lado de los que tienen menos. También dudé cuando jugaron Holanda y Bélgica, pero al final sentí simpatía inevitable por la defensa belga, inferior futbolísticamente pero casi heroicos para defenderse, en un partido malo me dice, pero que a mi me gustó bastante. En cuanto a Croacia y Jamaica mis apuestas estaban para el lado de los jamaiquinos, sobre todo por esas caras de tristezas que tenían algunos negros en la tribuna y por el ritmo musical que desde las mismas tribunas expresaron la alegría y la tristeza. Otra duda: Dinamarca y Sudáfrica. La Africa del Sur de Mandela goza de todo mi cariño, no la de los "boers" que me parece abominable. Pero también amo al pueblo dinamarqués, que supo ser un pueblo heroico hasta las últimas consecuencias, cuando los nazis lo invadieron. Ganaron los dinamarqueses, pero celebré el triunfo moderadamente. En cuanto a Brasil, que es otro Brasil claro, ganó de chiripa con un gol en contra y sentí que ese escocés que quiero tanto, Robert Louis Stevenson, se ponía triste allá lejos, que es el lugar que todavía no conocemos.

El lector me preguntará qué me pasa con Argentina. Confieso, con culpa, que nunca me he sentido representado por nuestro seleccionado y sólo lo sentiré como expresión nuestra cuando lo formen con once muchachos del interior, de Central, de ñuls, de Talleres de Córdoba, de Colón, de Unión o de otros cuadros provincianos. Por ahora, aunque jueguen muchachos nacidos en el interior y muchos formados en ñuls y Central, representan una selección porteña. Y todavía soy de los que creen que esa "cabeza de Goliath" nos sigue perjudicando.

Pero lo que sí me da bronca es la actitud de los diarios en algunos de sus títulos (no todos claros), por ejemplo los que dicen que no teníamos obligación de golear. Y eso me suena a un pobre justificativo. Ganamos, pero podíamos golear y no lo hicimos.

En cuanto a los partidos que vienen, tengo mis simpatías por Estados Unidos, apostaré a Colombia, porque uno tiene deseo de que hispanoamérica sea solo un país, incluyendo a las islas del Caribe, empezando por Cuba, y aceptando incluso a Brasil, aunque tenga mis reservas, no con su magnífico y paciente pueblo, sino por cosas que un argentino no tendría necesidad de explicar.

En cuanto a Japón, pienso que mas que jugar un partido de fútbol, se juegan la vida, ya que me temo mucho que algún jugador, un poco tradicional, se haga el hara�kiri. Además, si uno lee los Hai�ku o los Tankas, no puede dejar de sentir simpatía por ese pueblo, lo mismo que sentía por China si jugara, en nombre de Confucio, Lao�Tse y Li�Po.

Esto que escribo no rozará las notas de Bielsa, Prieto o Fontanarrosa, por lo cual es un homenaje a ellos, a esos otros, que desde lugares que no son el comentario deportivo, se juegan para decir lo que piensan y lo dicen como si fuera un poema.