PALMA LO VERA DESDE AFUERA. ZAMORA LO SUFRIRA DESDE ADENTRO
Son amigos desde la infancia, pero cada vez que se encuentran tienen prohibido hablar de Ñuls y de Central, por obvias razones.
Por Alejo Diz
Para que el clásico sea como alguna vez lo supo ser una fiesta de la ciudad no hay nada mejor que escuchar a dos ilustres para desdramatizar el encuentro. Uno ya dejó de ser jugador, el otro será un activo intérprete del juego. Son Omar Arnaldo Palma y Julio Alberto Zamora, las dos cara de la moneda del fútbol rosarino. Ellos, con su amistad, reconcilian las partes. Se conocieron en los picados que se jugaban en los barrios Sarmiento y Casiano Casas, y con sólo verse jugar encontraron coincidencias: La gambeta, la rabona, la pegada perfecta a la pelota, la picardía para sacar el partido adelante. Esa rara habilidad que los distinguió desde niños, y que continuó cuando treparon al profesionalismo. Se llaman Omar Arnaldo Palma y Julio Alberto Zamora. Uno nació en Campo Largo, Chaco, el 12 de abril de 1958, el otro en Rosario el 11 de marzo de 1966, y han construido una amistad que da que hablar más allá de las fronteras del la ciudad.
Los dos portan con una virtud innata que les permite desenvolverse dentro de una cancha de fútbol con singulares facilidades. Son conocidos con el seudónimo cariñoso de "Negro", deleitaron a sus seguidores con un juego exquisito y audaz. Pasaron por el fútbol mexicano y afianzaron su amistad en River, en 1989. Pero no tuvieron mejor idea que diferenciarse por las antípodas del fútbol rosarino. Son ídolos de multitudes en Rosario, pero uno --Palma-- en Central y el otro --Zamora-- en ñuls. "Con Omar (Palma) tenemos una relación en común que es el barrio, la familia, pero nuestra amistad se acrecentó cuando jugamos en River. Ahí es donde llegamos a ser grandes amigos. De chicos fue medio difícil ser muy amigos por una cuestión de edad, pero jugábamos torneos de fútbol juntos", dice Zamora con la vista en el suelo como queriendo transportarse imaginariamente a aquellos años de niñez.
Mientras que Palma con una sonrisa como pasaporte al diálogo recordó que "a Julio (Zamora) lo conocí en el barrio cuando ese atorrante vendía flores. El empezó como yo, venía de una familia muy humilde pero tuvo la suerte de haber triunfado y por eso estoy muy contento".
Recuerdan sus irreconciliables divergencias futbolísticas, y explican la receta básica que les permite mantener intacta la amistad. "Siempre los dos tirábamos para el lado contrario --recuerda Zamora con un dejo de nostalgia--, yo de ñuls y él de Central. Pero cuando nos juntamos con él nunca hablamos de fútbol, nunca hablamos de lo que es ñuls y lo que es Central. Siempre conversamos de nosotros, de lo que nos está pasando".
Mientras que el otro Negro, el de sangre auriazul, acota que "él (por Zamora) siempre fue un atorrante (risas), no cambió en nada. Pero él de chico era como ahora: jugaba parado, si no le das la pelota al pie no la agarra (más risas). Hablando en serio, Julio (Zamora) es un jugador que siempre se caracterizó por su técnica, muy buen trato de pelota y habilidad".
"A mi no me gusta que Central gane o salga campeón, pero mientras a él le vaya bien me pone muy contento, si a un amigo le salen bien las cosas es lo mejor que nos puede pasar. No tiene nada que ver que él esté de un lado y yo del otro, lo único que importa es nuestra amistad y siempre digo lo mismo: yo cuando juego defiendo mi camiseta", reconoció Zamora.
"Generalmente hablamos muy poco de fútbol para mantener la amistad, porque si no nos tendríamos que pelear siempre", acota, con ironía, Palma.
"El Negro (por Palma) además de una gran persona yo creo que es el mejor jugador que tuvo Rosario. Ahora, igual que antes, me lo imagino como siempre, lleno de éxitos", dice el otro Negro.
Palma reconoce que el Negro Zamora es "uno de los amigos que cuando uno deja de jugar, como es mi caso ahora, siempre lo podés encontrar, para compartir muchos momentos, y eso es importante".
Los Negros de Central y ñuls son símbolos ineludibles de las últimas alegrías deportivas de la ciudad. Palma fue el principal intérprete de aquella mágica función de hazaña que los canallas protagonizaron el 19 de diciembre de 1995 alzándose con la Copa Conmebol bajo una melodía de proeza que todavía se entona por los rincones de Arroyito. Además de integrar el equipo que logró el Nacional 1986/87. Mientras que Zamora fue parte importante de la era Marcelo Bielsa --la más exitosa de ñuls-- conquistando el torneo en la mismísima bombonera y peleando con los mejores del continente por la Copa Libertadores de América.
Fueron, y son, los Negros exitosos que representaron a la ciudad en su mejor expresión deportiva. Quizás ahí, en sus genes de gloria, se explique su relación. Son fieles a la amistad del mismo modo que al club de sus amores. Son Palma y Zamora, Central y ñuls, a corazón abierto.