Cerca de 12 mil niños entre los 6 y 12 años participan de los campeonatos en las diferentes ligas de fútbol infantil en Rosario y los alrededores. Un fenómeno que crece.
Por Sergio Roullier
Minuto cero. Dos de la tarde de un sábado frío de julio. Una cancha de fútbol con siete pibes de cada lado. Una tribuna de madera repleta de señoras con el mate y un bolso en la mano y de hombres con el cigarrillo encendido y el rostro lleno de orgullo. Dentro de la cancha están por jugar sus hijos. Un árbitro vestido de azul indica el comienzo del juego. El morochito de camiseta rojinegra se persigna al estilo Diego y la toca para su compañero. Un flaco de casaca roja y celeste va fuerte sobre la pelota. Un rival cae. El juez sanciona. Los gritos y reclamos de los padres se escuchan desde afuera. Ha comenzado uno de los 500 partidos de fútbol infantil que se juegan cada fin de semana en Rosario.
Cerca de 12 mil niños entre los 6 y 12 años participan de los campeonatos en las diferentes ligas de Rosario y los alrededores. Existen 170 equipos entre clubes, agrupaciones infantiles y grupos de chicos que dirigidos por sus padres compiten en forma oficial. Si se multiplica por cuatro --una familia tipo--, 50 mil rosarinos están pendientes de los resultados del fútbol de los más pequeños. Uno de los mayores índices de popularidad en el deporte local.
De este semillero han surgido valores que hoy triunfan en el fútbol profesional: Roberto Bonano (Central, River), Gonzalo Belloso (Central, Cobreloa de Chile, Lanús), Eduardo Bustos Montoya (Central, Feyeenord, Central), Julio Zamora (ñuls, River, Francia, México, ñuls), Cristian Kily Gonzalez (Central, Boca, Zaragoza de España), Fabián Basualdo (ñuls, River), Diego Bustos (ex-Ferro y ahora Nantes de Francia), Daniel Faggiani (Newell's), Rodolfo Aquino (Newell's y Colón). Otros ya se retiraron pero dejaron un sello indiscutible: Omar Palma, Gerardo Martino, Juan Ernesto Simón, Jorge Sanabria, Ariel Cozzoni. Y hoy juegan los hijos de grandes futbolistas que buscan parecerse a sus padres: Almirón, Alfaro, Pavoni.
Belloso envío un mensaje a través de este diario a los miles de chicos que hoy juegan en el fútbol infantil de Rosario: "que no dejen de estudiar y de atender otras necesidades por el fútbol. Lo que me pasó a mí fue algo mágico, tuve un toque de suerte. Nadie tiene la receta para convertirse en futbolista profesional".
El fútbol infantil tiene sus propias reglas. Se juega en equipos de siete jugadores y en dos tiempos de 15 minutos. Los tres suplentes deben ingresar durante el partido. Las categorías van desde la 86 hasta la 92. Los partidos se disputan los sábados a la tarde y la temporada va de marzo a diciembre, con un receso por vacaciones de invierno.
La Asociación Rosarina de Fútbol organiza dos campeonatos anuales con sus treinta clubes afiliados. Hay algunos que tienen hasta cuatro líneas, es decir, cuatro equipos por categoría como en el caso de Newell's. Los mejores jugadores son seleccionados para representar a la entidad organizadora en torneos internacionales. Cabe destacar que este año las categorías 88 y 85 de la Rosarina se clasificaron campeones en los certámenes de la Space Coast Cup, en los Estados Unidos, frente a equipos del resto del mundo.
Por su parte, la Federación Infantil de Fútbol Asociado (FIFA) nuclea a siete ligas: AFIGRO, ARDYTI, ARFI, ADIROS, NAFIR, FIROS y la liga de Villa Gobernador Gálvez. Cada una está integrada por entidades de diferentes zonas de Rosario y de localidades vecinas. Los equipos representan a clubes, que también compiten en la Rosarina, a clubes ligados con la iglesia o la vecinal de un barrio y a agrupaciones infantiles formadas por los padres de los mismos jugadores.
El estado de las canchas varían de acuerdo a la institución. Algunas forman parte de un gran complejo deportivo como en el caso de Newell's, en Zeballos y Vera Mujica, Rosario Central en la Ciudad Deportiva y Central Córdoba junto al estadio Gabino Sosa. Tienen vestuarios, tribunas y estacionamiento para vehículos. Otras están en el medio de un barrio Fonavi, debajo de un puente o son el simple potrero de todo un barrio, de los que ya casi no existen.
El fenómeno del fútbol infantil cubre la necesidad de los chicos de practicar un deporte y, a la vez, de los padres en mantener a sus hijos entretenidos. "Pero son los mismos padres que vuelven hipercompetitivos a los chicos y a veces un partido de fútbol se convierte en un drama. Los padres sueñan con ver a sus hijos convertidos en un futbolista profesional y la posterior salvación económica" confió Juan Carlos Gazzo, encargado del Futbol Infantil de la Asociación Rosarina.
Gazzo admitió que hay clubes que con el dinero de las recaudaciones del fútbol infantil mantienen el resto de las divisiones inferiores y la primera división. Por cada jornada, se vende un promedio 120 entradas a dos pesos cada una. No obstante, el periodista Juan Alberto Topino agregó que "para que exista un verdadero desarrollo de la actividad debe haber apoyo oficial de la Municipalidad, por ejemplo, para organizar un gran torneo como lo hacen las ligas cordobesa o tucumana".
"Estamos cultivando un almacigo para que después los clubes grandes se lleven los frutos", graficó Reinaldo Di Bonis, prosecretario de FIFA. "Pero todos debemos tener en cuenta que el fútbol infantil es una pirámide a la que sólo muy pocos llegan a su punto más alto. De cada mil chicos pueden llegar tres o cuatro a la primera división de AFA", completó.
Quien desee enterarse de lo que ocurre con el fútbol infantil de Rosario puede sintonizar dos emisoras. "Baby Gol" es un programa que se emite todos los domingos, de 19 a 20.30, por FM Uruguay 90.9 y se dedica a informar de los resultados y tablas del torneo de la Rosarina.
"Cebollitas", con 19 años de transmisión ininterrumpida, presenta flashes con lo más importante de las ligas que integran la FIFA. Domingos de 20 a 21, por LT3.
El 10 rojinegro le pegó fuerte y abajo, inatajable para el arquero de buzo amarillo. En la tribuna, algarabía para unos y desconsuelo para otros. En la cancha sigue todo igual. Corren de un lado a otro, la pelota va y viene. Los gritos de los grandes son cada vez más fuertes. Silbato. Final del partido. 1 a 0 para los locales. Los padres siguen discutiendo. Los chicos se saludan y corren desesperados, como en el partido. El juego sigue en la cantina con el choripán y la coca.