Por Gary Vila Ortiz
En algún momento la calle era el lugar privilegiado. Para todos y para todo. Quiero decir, por las calles se protestaba, se lloraba, se expresaban las ideas, se festejaba o se caminaba en silencio cuando se estaba triste.
La calle era nuestra, tuya, de Juan o Mario, de Sebastián o Miguel, de Susana o Rita, de Mercedes o de Paula y también mía. Yo conocí la calle. Quiero decir, vi en la calle, lo que es imposible de ver en televisión. La explosión de lo que el hombre quiere expresar solamente tiene por escenario la calle, no la televisión o algún salón cerrado que solamente muestra el cuadrito iluminado de lo que se desea mostrar. Algunos ejemplos que bien podrían ser calificados de anacrónicos, pero no lo son.
Memorias. Memorias de memorias. Memorias de memorias de memorias. Y entonces la calle fue como una brisa de tristeza, una lágrima única contenida en los ojos del pueblo, en su dolor, había muerto don Hipólito Irigoyen.
Otra vez (esto no tiene un orden cronológico) el llanto popular, la muerte lejana de Gardel, sus tangos como diciendo al fin y al cabo sigo vivo. Todavía canto.
Muerte por tortura de Ingalinella. La manifestación en la calle, en las plazas, el escuadrón a los corridas y a los machetazos le tocara a quien le tocara. La cuestión era lastimar.
Agosto de 1944; liberación de París. Otra vez el grito de júbilo en las calles y la represión que demolía con más fuerza que nunca porque los nazis estaban perdiendo. Y allí estaban los caballos del escuadrón de seguridad entrando en el viejo Palace, en el cine Palace, machete por aquí, machete por allá.
Una noche a las 20.25, la hora en que se comunicó la muerte de Eva Perón. Yo estaba en el cien. Se suspendió la función. La tristeza del pueblo colgaba del cielo, había mujeres llorando, gente sorprendida. Preguntas que nunca terminaron de ser respondidas: ¿quién nos defenderá ahora?, decía una viejita llorosa cerca del cine Monumental. Me acuerdo. Me vuelve a la cabeza su enorme desgarro íntimo, la imposibilidad de curar esa herida, la vida desatenta.
Corpus Christie. Manifestación en Rosario por la noche. Manifestación de hombres. Nunca terminaban de pasar. Y los hombres que miraban desde los balcones o de la calle misma, se plegaban a la procesión, lenta, con una oración en cada boca, y luego, como si el espacio se pudiera pasar a mil kilómetros por segundo; ya estábamos en el Parque Independencia. Y la cámara (supongamos que hubo una cámara que no estuvo, no de televisión sino de cine) y la cámara hace un extenso plano y recorre todos los lugares del parque y en cada lugar, en la calle, cerca de la fuente, en las proximidades del palomar, en la montañita, curas dando la comunión a quienes la pedían hincados en la esperanza. El escuadrón miraba con odio. Pero no actuaron, por suerte.
Bombardeos de junio de 1955. Perón invita a salir a la calle. El pueblo sale a mostrar su bronca en la calle. Los fuegos y las fogatas. El suicidio de Lisandro de la Torre (ya dije, esto no es cronológico) y la tarde estaba como apretada por un calor inmenso, por un verano cruel, con una bala en el corazón de todos los argentinos que creían en el Fiscal de la Patria.
Antes había sido Alem. Alguna vez fueron Lugones, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga, Alejandra Pizarnik, Eduardo Jorge Bosco. Tantos otros, pero en esos casos la calle se pone vacía pero nadie sale, nadie camina, el cielo gris como en los Viernes Santos de mi infancia.
Una fecha: 1955. Por la mañana la algarabía en la calle, acaso la desmesura, lo que en realidad se hacía pero no todos sentían de la misma manera. Por la noche la rabia de los que eran partidarios de Perón. Miles y miles, la ciudad tomada.
La ciudad tomada, como en los dos rosariazos. ¿A nosotros nos hablan del cordobazo? Pero sí que lo conocimos, fue mucho mas grave y nadie quiere hablan. Otras fechas: habla Alfonsín�presidente. El acto de Rosario quiere decir: el peronismo perderá sus primeras elecciones.
Saqueos. Fecha infame. Golpe de estado económico contra Alfonsín. Por la mañana y la tarde, la multitud en los saqueos dirigidos vaya a saber por quién o quiénes. Por la noche la ciudad como el desierto de Sahara.
Otra fecha: habla Angeloz. En Rosario se sabe: no será presidente. Recorre la ciudad Menem. En Rosario se sabe, Menem será presidente. En los últimos años unos y otros y los de más allá han desaparecido. Los actos son en los locales cerrados, como si la calle fuese una prohibición de un papelón por la poca gente. En un lugar chico se nota menos. Nunca será lo mismo.
De vez en cuando algunos bufones (como yo) que siguen creyendo que la calle es nuestra como la es de los vecinos que sacan o sacaban la silla a la vereda, el pijama fresco, la calle es de todos.
La realidad dice no. Tal vez la calle se llena alrededor de algún estadio donde actuará algún conjunto de rock o música fusión o de cosas parecidas.
La calle se ha perdido. Ha sido reemplazada por un cuadrado mas o menos grande que televisa lo que se desea televisar. Nunca es lo mismo. La calle se ha perdido. La pregunta ahora es: ¿se habrá perdido para siempre? Nada puede reemplarla. Todo lo otro es sustitutivo de eso que pasa en la calle. Ya Juan de Mariena no puede dar su elección: "Alumno Pérez ponga en lenguaje poético. Los acontecimientos que acontecen en la rúa". El alumno escribe: "Lo que pasa en la calle". Y Juan de Mairena le dice: "Muy bien".
Parece tan simple y ahora inalcanzable: lo que pasa en la calle.