Deprimido, un ex empleado del correo amenazó con suicidarse con un arma. La policía se preparaba para ingresar y reducirlo.
La vivienda de calle Liniers 1694 fue escenario ayer de un tensa vigilia por parte de policías, periodistas y vecinos que esperaban con interés el desenlace de la historia protagonizada por el dueño de casa, Alberto Morales de 59 años. Este ex empleado de Correos y actual desocupado mantuvo en vilo a su familia al encerrarse en un dormitorio ubicado en los fondos, desde donde amenazaba con quitarse la vida con un arma que tenía en su poder. Como la habitación era de difícil acceso y ante el riesgo implicaba una irrupción violenta, la policía optó por dialogar y tratar de disuadir a Morales. Tarea que estuvo a cargo del doctor Rubén Giovagnoli, miembro del equipo del Centro de Asistencia al Suicida, quien trató de que el desocupado deponga su actitud. Pasadas, las 22.30, la policía se aprestaba a ingresar a la casa para reducirlo.
La historia había comenzado en horas del mediodía cuando el padre de familia le expresó a su esposa e hijos que "ya no aguantaba más", y que se iba a pegar un tiro pero como no tenía valor, primero iba a darse coraje con algo de alcohol.
Elba Moreno su esposa �docente de actividades prácticas de la escuela N§ 63 ubicada a Liniers y Cochabamba� revelaría después que su esposo se encontraba sumido en un estado depresivo luego de que fuera estafado en la compra de un chapa de taxi, que según la mujer habría sido vendida por "Alberto Sanfilippo jefe de inspectores de la Administración Provincial de Impuestos (API)", dado que la "chapa estaba inhabilitada, por lo que no la pudimos dar uso".
El dinero de este negocio era fruto de la indemnización que Morales había cobrado luego de su "retiro voluntario" como empleado de Correos, tarea que había cumplido a lo largo de su vida.
Su esposa relató que "hacía ya un año y como consecuencia de la privatización del Correo", Morales había colgado su uniforme de cartero y recalado con sus 58 años de entonces en la vivienda de la zona oeste. Allí se lo veía tomando mate por las tardes o jugando con su perro. "Parecía un hombre normal", repetían ayer sus propios vecinos.
Morales tiene tres hijos, Lionel de 17 años, Cristian de 23 y Carlos 30. Los tres ingresaban y salían de la vivienda ansiosos esperando que su padre desistiera de la actitud. La esposa, en tanto, con el correr de las horas sufrió una descompostura y debió ser atendida por una ambulancia de Ecco que concurrió al lugar.
Lo cierto es que la fisonomía del barrio se vio alterada ayer por el despliegue de patrulleros de la seccional 14, del Comando Radioeléctrico, ambulancias del SIES. Sobre el final de la tarde una brigada de asalto de las Tropas de Operaciones Especiales (TOE) estaban preparadas para entrar en acción en caso de que fuera necesario.
La preocupación policial expresada por el propio titular de la seccional 14, Alfredo Santángelo, a cargo del operativo, estaba centrada en la reacción que podría tener Morales, dado la cantidad de armas que tenía en su poder y cuya cantidad era difícil de calcular. Mientras en un principio su esposa hablaba de un arma antigua que estaba en su poder como herencia de su padre, con el correr de las horas las versiones comenzaron a multiplicar el armamento llegando hasta la cantidad de tres y agregando al mismo algunas armas blancas.
El único que pudo traspasar la puerta de ingreso a la casa de Morales, fue el doctor Rubén Giovagnoli, seguía en su infatigable tarea de disuadirlo.
Promediando la tarde también se hizo presente el juez de instrucción penal de la 11§ nominación Carlos Triglia quien estaba en contacto telefónico con las fuerzas policiales.
El magistrado en diálogo con la prensa trató de mantener un respetuoso silencio en torno de las causas que lo llevaron a Morales a tomar la drástica determinación, pero reveló que la situación a esa hora de la tarde era "crítica".
Triglia desmintió en igual tono que Morales hubiese retenido a algún miembro de su familia de rehén. "Solo se encerró en un dormitorio del fondo de la casa y manifestó su intención de quitarse la vida", remarcó Triglia.
Sobre las 18, el propio magistrado actuante no descartaba la posibilidad de ingresar por la fuerza a la habitación donde se encontraba Morales para reducirlo y terminar con su amenaza.
En tanto a escasos metros del lugar, una brigada de asalto de las TOE se colocaba los pasamontañas negros y los cascos, mientras el más corpulento del grupo blandía en sus manos un pesado ariete metálico, con el que presumiblemente derribarían la puerta del dormitorio de Morales en caso de que fuese necesario. Al cierre de esta edición, esto no había sucedido como así tampoco el ex empleado de Correos había depuesto su actitud.