AHORA QUIEREN CAMBIAR EL NOMBRE DE LA CORTADA BARON DE MAUA

Medio siglo de inmerecido homenaje

¿El Barón de Mauá fue sólo el financista brasileño que creó el primer banco en Rosario, o un estafador equivocadamente homenajeado a pesar de servir a intereses contrarios a la patria? En esta historia, se puede descubrir el fascinante ascenso financiero de quien en realidad se llamó Ireneo Evangelista de Souza.

Por César Seveso

¿Quién fue realmente Ireneo Evangelista de Souza, también conocido como el Barón de Mauá?. ¿Un emprendedor empresario brasileño que fundó el primer banco que tuvo Rosario o un rapaz especulador al servicio de Pedro I, el rey de Brasil? ¿Fue quien sentó las bases del sistema bancario rioplatense o el enemigo encubierto que financió la guerra contra Buenos Aires para expulsar a Juan Manuel de Rosas del poder? Las preguntas, que aparecieron días atrás sugeridas por un concejal peronista preocupado por la legtimidad con que carga el nombre de una de las cortadas de la zona centro de la ciudad, sirven de excusa para incursionar en la vida de uno de los hombres más poderosos del siglo XIX.

En el año 1905 una ordenanza instituyó con el nombre de doctor Francisco Rivas a la cortada ubicada entre las calles San Luis, San Juan, San Martín y Sarmiento. Luego, mediante otra ordenanza, esta vez la número 207 del mes de setiembre de 1942, se reemplazó el nombre existente por el de Barón de Mauá: se quiso reconocer, según cuenta el documento legislativo, a aquél que por el año 1858 fundó el primer banco que tuvo la ciudad, adhiriendo, además, al 120§ aniversario de la independencia del Brasil. Sin embargo, para el año 1948 se advierte que el verdadero nombre del médico no era Rivas sino Riva, de manera que se vuelve a dar el nombre de doctor Francisco Riva a una calle de la sección catastral cuarta, paralela a Presidente Quintana. En éstos últimos días volvió a discutirse el asunto: esta vez se solicitó que se "dejase sin efecto la designación Barón de Mauá a la cortada que lleva su nombre" y que en su lugar se la reemplazase por el de Madre Teresa de Calcuta.

Pero, en este embrollo de nombres queda aún sin respuesta la primer pregunta: ¿quién fue realmente el Barón de Mauá? En el último proyecto aludido no se lo recuerda de la mejor manera: del bancario brasileño se dice que estuvo al "servicio de intereses opuestos" a los de "nuestra patria", dándose para el caso un ejemplo que lo sindica como el sostenedor económico de la alianza del imperio del Brasil con el gobierno uruguayo y con los gobernadores disidentes de las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes que, a comienzos de 1852, puso fin al gobierno de Rosas. De hecho, fue por su generosas colaboraciones a la campaña antirosista que lo nombraron, a Ireneo, Barón de Mauá en el año 1854.

Ahora bien, el mismo Barón de Mauá respondió a su manera --hace ya más de un siglo-- la pregunta. En Autobiografía (exposi�ao ao credores y ao publico) editada por primera vez en el año 1878, explicó a lo largo de casi trescientas páginas toda su vida. Este trabajo --una biografía laboral, podría decirse-- fue escrito ya en la vejez de Ireneo Evangelista de Souza, Barón y Vizconde de Mauá, cuando acosado por la muerte trató de dejar por escrito un relato de su vida. Y es que la vida del brasileño le importaba a muchos: por empezar, a todos aquellos que habían tenido una relación comercial con él --de hecho, exposi�ao ao credores significa exposición, aclaración, solicitud destinada o dedicada a los acreedores�. Es decir, el Barón, que durante parte del siglo XIX llegó a ser la persona económicamente más poderosa del Brasil, dedicó varios de los últimos meses de su vida a aclararles al sinnúmero de acreedores que lo perseguían cuál había sido la causa de su vertiginosa caída en el mundo de las finanzas. Pero, antes de llegar al nudo de su trabajo relató cómo de ser un simple cajero de una firma comercial inglesa se convirtió en el representante de alrededor de dos decenas empresas.

Ireneo Evangelista de Souza nació en 1813. Hijo de una familia no tan acomodada del Brasil, queda huérfano (el padre fue asesinado) a los cuatro años de edad y la madre al poco tiempo lo entrega al amparo de un tío que, en mejor posición económica, podía hacerse cargo de la crianza del niño. Además, según escribe Ireneo, parece que él representaba un estorbo para la joven madre en busca de un nuevo pretendiente. Durante dos años asistió a la escuela, la que deja para incursionar en el ramo de las firmas comerciales que Inglaterra tenía en Brasil y, como no podía ser de otra manera, el primer trabajo del joven Ireneo lo tuvo al lado de un prominente hombre de negocios británico --que será su mentor-- al lado del cual ascendió rápidamente. A los 27 años realizó su primer viaje al Reino Unido, donde descubre las posibilidades de desarrollar en el Brasil la fundición de hierro y la producción de maquinarias asociadas a la construcción naval. Además, gracias al contacto cultural con los ingleses, amalgamó su no tan contundente creencia bíblica con un puritanismo económico, de cuño protestante, que orientará toda su vida comercial.

A su retorno al Brasil incursionó denodadamente en una multiplicidad de emprendimientos que, de a poco, lo fueron convirtiendo en un destacado pilar de la economía brasileña: oportunas concesiones especiales otorgadas por el imperio le abrieron la puerta que le permitió constituirse en un empresario de peso. Canalizó ríos, fabricó los primeros puentes de hierro que tuvo Brasil, instaló el servicio de iluminación a gas en Río de Janeiro, inauguró el telégrafo submarino, construyó las vías para el trazado del ferrocarril, navegó el Amazonas y en sus costas estableció los remolcadores a vapor, incursionó en la minería y la curtiembre y en una infinidad de emprendimientos absolutamente novedosos para la época que le permitieron acumular cuantiosas sumas de dinero, poder e influencias. Ireneo, a partir de su vocación de hombre público, cuenta que por encima de los compromisos partidarios (cercano tanto a liberales como a conservadores) trató siempre de ser reconocido como "un capitalista emprendedor".

Pero, a la mitad de su vida advirtió que era necesario encontrar una ocupación que resumiera cada una de las diversas actividades que vertiginosamente lo habían tenido a él como el principal líder. Así, en un momento en que faltaba el dinero en el Brasil, advierte que el gran negocio pasaba por tener un banco.

En 17 años crea --con la generosa colaboración de capitales londinenses-- casi 20 sucursales del Banco Mauá & C. diversificadas en Europa, Estados Unidos, Brasil, Uruguay y Argentina (entre éstas sucursales funda la de Rosario en el año 1858).

El Barón de Mauá, conmovido por el estado calamitoso de las finanzas uruguayas, invirtió cuantiosas sumas de dinero para fomentar el crecimiento de la banca en este país. Sin embargo, los negocios no marcharon como se tenía previsto: "no preciso decirles que erré, y erré groseramente, a Ustedes, acreedores del Banco de Mauá & C.", explicaba así su fracaso el ya no tan prominente Barón de Mauá.

En su caída se sumaron tanto las deudas contraídas por el sostenimiento de las aventuras internacionales del imperio del Brasil en el Río de la Plata como la imposibilidad de responder con capitales contantes y sonantes a una crisis monetaria que sacudió la economía uruguaya y que provocó, además, un fuerte sacudón en la sucursal del Rosario que en el año 1872 debe poner fin a sus actividades. No obstante, la causa de la cesación de pagos del barón hay que buscarla allende los mares: "la crisis del crédito europeo, al caer sobre un país que durante la guerra paraguaya había acrecido su deuda externa, provocó una crisis bancaria de la que fue víctima principal el Vizconde de Mauá, cuyo banco había dominado la vida financiera brasileña durante el tercer cuarto del siglo XIX.

En 1889 el Barón --nombrado Vizconde en 1874-- muere prácticamente apartado de la vida económica justo en el mismo año en el que un golpe militar liderado por un mariscal puso fin a la monarquía e instituyó la República del Brasil. Así, aquél banqueiro con cora�ao do brasileiro que creció al amparo del imperio y de los capitales británicos, terminó muriendo justo en el momento en el que también expiró un sistema del que él había sido uno de los hijos pródigos.