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El lunes a las diez de la noche se entregan los Oscar versiÛn 1998. Pero este aÒo el mito se renueva. Va por la seÒal de cable Volver y el conductor ser· Eduardo de la Puente. En exclusiva para Radar, el solemne conductor escribe pestes sobre el cine argentino, los Oscar y los conductores anteriores.

Adem·s, arriesga sus pronÛsticos, propone nuevas categorÌas y explica por quÈ no verlo el lunes. Como bonus track, rarezas y records varios de una ceremonia con setenta aÒos.

De la Puente


El lunes voy a estar a cargo de la transmisiÛn de la entrega de los Oscar, escribo esto el viernes anterior y todavÌa no vi ninguna de las cinco pelÌculas nominadas. No me parece gracioso: me espera un largo fin de semana internado en el cine, y Titanic sola me puede llevar toda una tarde. En rigor de verdad, tampoco vi muchas de las otras, pero el despotismo de la pantalla me permite escribir sobre los premios y la transmisiÛn. Adem·s: no las vi pero sÌ sÈ de quÈ se tratan. Para empezar, se trata de que no se aburran. Tarea Ìmproba, si las hay. Yo era de los que empezaban viendo la transmisiÛn a las diez de la noche en punto y a las doce ya estaba profundamente dormido, sin enterarme de los cinco premios que me interesaban, habiÈndome bancado dos horas viendo desfilar a las celebridades ignorando con notable eficacia a nuestros enviados especiales. Y ya se sabe lo importante que es enterarse de quiÈn ganÛ categorÌas como Mejor M™sica Incidental o Mejor Maquillaje. Durante alguno de los tantos baches de atenciÛn que brindan esas fascinantes categorÌas (momentos en los cuales ustedes intentar·n seguramente cambiar de canal), es probable que cuente la verdadera historia y revele de una vez por todas por quÈ el muÒeco se llama Oscar. Adelanto, para que puedan ir al baÒo cuando lo cuente el lunes: la silenciada historia se remonta a los aÒos 20 (1928 para ser rigurosos), cuando un tal Cedric Gibbons, director de arte de la MGM, presentÛ el diseÒo de estatuilla para unos premios con los que la Academia querÌa reconocerse una vez por aÒo. La presentÛ a la eminencia correspondiente para que fuera aprobada y, en este punto, la historia se pone confusa: hay diversas versiones que involucran a una bibliotecaria, a un columnista de espect·culos y hasta a la malvada Bette Davis. La cuestiÛn es que, quien fuera el responsable, mirÛ la estatuita y soltÛ un „Uy, cÛmo se parece a mi tÌo Oscar¾. Y de ahÌ le quedÛ, de chiquitito. El Oscarcito.

øSer· por estos arranques de nostalgia que decidieron que todo el asunto saliera por Volver y no por Canal 13? Bueno, la excusa oficial es potenciar la seÒal de cable, que adem·s llega a mucha m·s gente que el canal de aire (????). Aunque no son arriesgados quienes barajan la posibilidad de sintonizar Volver y encontrarse con la entrega de los Oscar 1964. Lo que nos lleva a otro tema peliagudo: quiero decir que voy a estar transmitiendo desde el piso en Buenos Aires, con jeans y remera, y no en el Shrine Auditorium, vestido de gala, rodeado de celebridades y con diversas invitaciones a las muchas fiestas posentrega, como corresponderÌa. La historia oficial ‚de nuevo‚ serÌa que no hay plata. Pero admit·moslo: hay que ser al menos intrÈpido para ir de enviado especial al lugar de los hechos. AsÌ que sirva de consuelo personal y de alivio nacional que no habr· ning™n enviado especial de la Argentina papando moscas en vivo y en directo. Es sabido que, se mande a quien se mande, el pobre no hace m·s que entorpecer la excelente transmisiÛn que hacen los yanquis. AmÈn de que ser enviado especial a la entrega de los Oscar ha dejado manchas indelebles en la carrera de muchos, ‚y si ahora esperan que dÈ nombres y hable pestes de los conductores anteriores, lo harÈ:

1) øCÛmo olvidar la presentaciÛn estelar de Claudio MarÌa DomÌnguez recitando poesÌa para el alma desde all·, mientras nadie se podÌa enterar de lo que pasaba sobre el escenario? AcompaÒado por Lucho AvilÈs y Daniela Cardone (quien, no olvidemos y seamos justos, aportÛ lo mejor de aquella transmisiÛn en el momento exacto en que se le escapÛ una teta delante de las c·maras).

2) Catalina Dlugi y Marley tambiÈn estuvieron all·. Y aunque los redima que hayan viajado sin productores, por siempre existir· el tape en el que Catalina le marca a Marley alg™n actor de cuarta mientras Steven Spielberg les pasa olÌmpicamente por atr·s. Para eso est· tambiÈn Volver: para rememorar grandes momentos de memorables transmisiones.

3) Me dicen que alguna vez transmitieron TetÈ Coustarot y Fernando Bravo. Me puedo imaginar las travesuras de Pochulu y la cara de institutriz inglesa de Stella Maris. Por suerte se ha borrado de mi memoria.

4) Ya hace tiempo, por los mismos aÒos durante los que Mauro Viale relataba f™tbol, la entrega era transmitida por Jorge Jacobson, que ahora ha dejado esos menesteres de crÌtico cinematogr·fico para evolucionar a la categorÌa de analista social, una suerte de sucesor tibio de Corzo GÛmez. Ser· porque el cine argentino es muy social. Y realmente: no sÈ quÈ es peor.

Ahora hablemos en serio: lamento desilusionar, pero no hay mucho para especular acerca de los premios, porque la baraja ya est· repartida. El aÒo pasado, a pesar del reconocimiento al cine independiente (digamos que El paciente inglÈs es una pelÌcula independiente, a pesar de sus treinta palos de presupuesto), la entrega estuvo un poco floja. Creo que este aÒo la Academia dar· un cimbronazo y Titanic va a ganar un Oscar m·s que los 11 de Ben Hur (la pelÌcula con m·s estatuitas de la historia). Me dicen que las dos funcionan como publicidades de desodorante: El paciente inglÈs como comercial de un hipotÈtico Axe Desert, y Titanic como lanzamiento de un Axe Marine. Es cierto. Pero tanta plata ‚de eso se trata‚ tiene que irse por la puerta m·s grande. Hasta Di Caprio puede ganar, aunque no estÈ nominado. Y Cameron va a retirar el Oscar que le debÌan por Terminator 2 (desde el vamos, infinitamente superior, no me importa lo que piensen ustedes: no puedo imaginar un momento de mayor emotividad en la obra de Cameron que el de Schwarzenegger hundiÈndose en el ·cido hirviendo, por m·s que los noviecitos se quieran mucho en cubierta y bajo cubierta, por m·s grande que sea la maqueta que se va a pique).

Ah, los grandes ignorados. Me dicen La boda de mi mejor amigo, pero a mÌ no me pareciÛ gran cosa. Y, aunque nunca sabremos si haber sido ignorado por Catalina fue lo que despertÛ en Hollywood las sospechas de que Spielberg ya no era el de antes, Amistad apenas mordiÛ una nominaciÛn a Mejor Catering. No la vi. Me dicen fuentes m·s que confiables que, asÌ como sÛlo pudo hacer La lista de Schindler siendo judÌo, para hacer Amistad deberÌa haber sido negro. Lo creo. Para Spielberg en versiÛn n·utica, prefiero TiburÛn. Y, ah, los pequeÒos ausentes y los grandes vencedores morales de la noche. Es una verdadera pena que no haya ninguna pelÌcula argentina para repetir el conmovedor Good bless you de la Norma. Ya tuvimos nuestras nominaciones con Los martes orquÌdeas y con La tregua y el reconocimiento con La historia oficial. Nos dijeron: „Ya est·, el testimonial lo hacen muy bien, listo¾. Ahora, para llegar al Oscar, hay que filmar algo mucho m·s yanqui, y el que mejor lo va entendiendo es PiÒeyro. Calma, calma: hay otras pelÌculas mucho m·s representativas del cine argentino, pero ac· estamos hablando de ganar un Oscar, no de preservar y defender la supuesta cultura nacional. Si me piden tres pelÌculas argentinas que deberÌan haber competido por el Oscar, ac· van: Lucrecia Borgia (con Olinda Boz·n), El hermoso Brummel (con Fidel Pintos) y para la tercera tendrÌa que pensar mucho. Pero dudo que ganemos con testimoniales aburridos y comedias picarescas como La herencia del tÌo Pepe ‚que dentro de diez aÒos proyectaremos en alg™n ciclo de cine bizarro‚ ni con pelÌculas que est·n muy bien hasta que entra en escena uno de nuestros grandes fetiches. Luppi siempre hace de Luppi. Ya sÈ: me van a decir que tambiÈn Nicholson siempre hace de Nicholson. Entonces, øpor quÈ uno puede ver las pelÌculas de Nicholson cinco veces sin aburrirse? No siempre es una cuestiÛn de cifras millonarias: un r·pido y esclarecedor ejemplo son las pelÌculas porno argentinas. No debe existir gÈnero m·s barato, porque ni ropa se necesita, y aun asÌ nuestras porno son siempre peores que la peor extranjera. Eso falta: un Oscar a la Mejor Porno, para que el tÌo quede contento.

QuÈ m·s decir. Vamos a tomar la transmisiÛn directamente, con traducciÛn simult·nea directo desde all·. Los que tengan el sistema SAP en su televisor y entiendan inglÈs podr·n obviar a los traductores (pero no a mÌ, lamento decirles). Por mi parte, no puedo m·s que prometer importantes invitados (entre los que probablemente se encuentren los otrora encargados de la transmisiÛn), un pequeÒo Prode entre crÌticos de cine (con el que me propongo desenmascararlos a todos), una acompaÒante femenina (para quienes extraÒen a la Cardone) y todo mi histrionismo. Como si estuviÈramos todos juntos en el living de mi casa. Aun asÌ, quedan advertidos: nos vamos a aburrir mucho, empieza muy tarde y termina muy temprano, la vida de ning™n televidente se va a modificar con los resultados, puedo llegar a ser insoportable despuÈs de tres horas en la pantalla y no garantizo que a la figura femenina se le escape una teta.


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