Medio centenar de trabajadores del Hipódromo se movilizaron por el centro para reclamar ante el Jockey Club que se reanuden las reuniones. Tampoco este sábado habrá carreras en el Independencia.
Por César Seveso
Ariel tiene 20 años y llegó a Rosario, como tantos, en busca de un futuro más prometedor. Dice que en un principio quiso estudiar pero que tiempo después comenzó a frecuentar el Hipódromo tratando de reencontrarse con una pasión que ya fue parte de la vida de muchos en su familia. Ahora, después de tres años de sacrificios, es jockey, uno de los tantos que junto a otras cincuenta personas marcharon ayer en caravana desde el epicentro del turf en el Parque Independencia hasta la sede del Jockey Club, en la céntrica esquina de Córdoba y Maipú, la Municipalidad y el Concejo. Primero encontraron las puertas cerradas, después no fueron recibidos por el intendente Hermes Binner y, por último, lograron el apoyo del presidente del Concejo local Norberto Soriano.
Desde el Hipódromo partieron a las 10.30, algunos de a pie y otros -casi una decena- montados en portentosos caballos que, por más que insistieran a fustazos, de vez en cuando se retobaban ante la cercanía de los autos o de algún curioso que, como pocas veces en su vida, pudo tocar de cerca a un pingo de carrera. Pero los entendidos se dieron cuenta que muchos no eran tales, solamente una tal Juana, pura sangre de cinco años que, a pesar de las pocas montas, "promete, m'hijo, pero habrá que esperar unos años", como confesó en voz baja un cuidador casi con miedo de estar revelando un secreto conocido sólo por una cofradía de burreros.
Y entre esperas, los vareadores, herreros, jockeys y biruteros han pasado casi toda su vida. Algunas veces aguardando una fija y otras sólo que "estos ricachones que lo único que tienen es el doble apellido" les dispensen unos minutos. Ya cansados de esperar, decidieron ayer por la mañana abandonar las 30 hectáreas del Hipódromo y marchar hasta la sede del Jockey Club de Rosario. Pasaron por bulevar Oroño, Pellegrini, avenida Belgrano y, por último, subieron hasta Córdoba y Maipú. Añoran mejores tiempos: cien reuniones hípicas anuales —ahora que tanto cuesta llegar a 20— y cinco mil espectadoras por jornada. Pocos son los que van por en estos tiempos hasta el Parque persiguiendo un buen dato y sólo queda la mitad de los 1000 caballos que fueron entrenados en un pasado.
De los directivos del Jockey Club esperaron que "abandonen la cómoda postura de dedicarse exclusivamente a ingresar el dinero por la venta de boletos para las carreras de Palermo y San Isidro y que también atiendan la organización de las carreras locales", como sostiene un documento firmado por la Asociación Gremial de Cuidadores, Jockeys y Aprendices de Rosario y por la Asociación de Propietarios y Criadores de Caballos Puros de Carrera. "Tienen que entender los señores del Jockey que lo del Hipódromo no es una timba sino una fuente de trabajo para cerca de mil familias", dijo Angel Baratucci, secretario general del gremio de los cuidadores. La puerta de ingreso a la sede permaneció cerrada y luego se enteraron que tampoco mañana habrá reunión. Entonces, montando los diez caballos por la peatonal, llegaron hasta el Palacio de los Leones.
A fuerza de insistir algunos representantes de los cerca de sesenta manifestantes fueron recibidos al mediodía por Ricardo Brunet, asesor del intendente Hermes Binner. "Con el pretexto de que la ciudad recupere espacios verdes la Municipalidad se hizo cargo del 60 por ciento del Hipódromo para tenerlo ahora totalmente abandonado: las dos tribunas, los boxes donde se alojan los caballos y el óvalo central de la pista son un yuyal", enumeró Carlos Viscar, en representación de los propietarios de caballos. Brunet les contestó que los entendía y que la intendencia estaba al tanto de sus problemas, "que pronto encontrarían una solución, que hay que tener paciencia y saber esperar".
Nuevamente montados, marcharon hasta el Concejo. Allí el presidente Norberto Soriano los recibió dispuesto a escuchar los reclamos que, por tercera vez en el día, los hombres del turf tuvieron que repetir. "Esto es una desorganización muy bien organizada porque tener un predio como el que tienen y que no hagan nada es poco menos que un garito", fue el guiño de Soriano hacia la gente del Hipódromo. Ya pasadas las 13, los que llegaron a caballo y los que caminaron durante toda la mañana partieron juntos. A esperar, nuevamente.