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El Príncipe II

Por Sergio R. Di Pietro*

I. Meng-tsé, nuestro conocido, de visita a Liang-Hei-Wang, príncipe del reino de Wei, volvió a hablar, y dijo:

"Ningún príncipe se ha equivocado cuando ha respetado las leyes y ha restablecido las instituciones de los antiguos emperadores".

"Los antiguos alcanzaron el límite de la perfección visual, transmitiendo a la posteridad el compás, el nivel y la plomada con los que pudieron construirse objetos redondos, cuadrados, nivelados y verticales; la perfección de estos instrumentos no ha sido todavía superada. Alcanzaron también el límite de la perfección auditiva, transmitiendo a la posteridad las seis reglas musicales que sirven para armonizar los cinco tonos. Alcanzaron finalmente la máxima perfección en el descubrimiento de las verdades de la inteligencia y de los sentimientos del corazón, transmitiendo a la posteriedad las normas de gobierno que prohiben tratar con crueldad a los pueblos, y difundieron el bien por el Imperio".

"Nadie puede negar las siguientes verdades transmitidas por los antiguos: si queréis levantar un edificio sólido, construid sus cimientos sobre una colina o sobre una elevada meseta; si, por el contrario, queréis construir una endeble choza, colocadla en un terreno bajo y húmedo. Cuando los gobernantes no imitan a los antiguos emperadores, no pueden ser tenidos por sabios y prudentes".

"Sólo el hombre bondadoso y compasivo con todos es digno de sentarse en el trono. Si ocupa el trono un hombre perverso y cruel, su maldad será como una plaga que se extenderá sobre todos los súbditos".

"Cuando el príncipe no se sujeta a unas normas y no practica una conducta virtuosa, tampoco el pueblo se someterá a las leyes ni obedecerá a sus superiores. Si en la corte impera el desorden, si en ella no existe disciplina, si los funcionarios no respetan las instituciones de los antiguos y actúan al margen de las mismas, y si el pueblo se rebela contra las órdenes, la estabilidad del reino peligra y sólo eventualmente puede mantenerse en pie entre tal anarquía" (Confucio, 551 a 479 a J.C., Los Cuatro Libros Clásicos, Barcelona 1968, Editorial Bruguera SA, Libro Cuarto, Meng-tsé, Capítulo II, página 315).

II. Nuestro país, repite la legendaria anécdota de hace más de veinticinco siglos. Las autoridades de gobierno no se sujetan a las normas consensuadas en el Contrato Social (Constitución Nacional), no respetan las antiguas leyes y las viejas instituciones. No tienen una conducta virtuosa. Pretenden olvidar la añejas enseñanzas democráticas. Democracia no sólo es el gobierno del pueblo, por medio de sus representantes, sino que es el recambio permanente de hombres evitando los excesos del ejercicio del poder.

Esas autoridades pretenden cambiar de compás, de nivel y de plomada y así pierden la perfección visual para construir objetos. Pretenden mutar las reglas musicales y así pierden la perfección auditiva. Pretenden transmutar las verdades de la inteligencia y los sentimientos del corazón transmitiendo la posteridad las normas de gobierno que permitan la crueldad y la difusión del mal ejemplo. La estabilidad del reino (perdón, país) peligra.

Sin embargo, ahora, justamente en este año el penúltimo del milenio, la ciudadanía puede levantar un edificio sólido, evitando una choza endeble. Si el príncipe se equivoca, cuando no respeta las leyes y las antiguas instituciones, el pueblo puede encontrar un hombre bondadoso y compasivo. Posee sus propias herramientas (compás, nivel, plomada, reglas musicales) acuñadas luego de muchas luchas y pesares. Posee sus propias verdades y sentimientos del corazón. Posee la libre elección de sus representantes, tiene el poder y la fuerza del voto que permite rebelarse sin anarquía, legando a la posteridad enseñanzas de bondad y prudencia.

* Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la Universidad Nacional de Rosario.