EL PADRE LUIS FARINELLO Y LA RE-REE

"Carlos Menem no se imagina sin poder y eso es muy peligroso"

Casi 35 años de sacerdocio, alejados de la Iglesia tradicional, y su tarea cotidiana en la parroquia Nuestra Señora de Luján de Quilmes, le dan al padre Luis Farinello autoridad como para hablar del presente político, la re-ree y la crisis del capitalismo. Estuvo en Rosario para participar del lanzamiento de la propuesta económica del Movimiento de Trabajadores Argentinos.

Por Guillermo Lanfranco

-Usted ha dicho que la única riqueza que posee es la de la fe, un concepto que va a contramano del sistema capitalista mundial y hegemónico.

-Todo este sistema es fruto del pecado, del egoísmo del hombre. Hace un mundo loco, enfermo que pone la finalidad de la vida no en la felicidad de todos, en la común unión de todos. Es decir el mismo espíritu, el mismo destino, la misma esperanza. Cuando vos crees que esto es mío y solo mío, empieza la infelicidad. Como en el fútbol, si alguien dice que la pelota es de él y se la lleva, se acabó el juego. El juego del amor se pierde cuando alguien se lleva la pelota. Incluso el Papa habla de hipoteca social, porque el dinero también puede hacer el bien común, si sirve para otro. San Ambrosio decía en el siglo IV que nacemos en comunión con el cuerpo de Cristo, compartimos el pan ¿y entonces por qué no compartimos el dinero? Si no lo hacemos, no somos cristianos.

-Ese egoísmo puede ejercerse también desde el poder, como esa obsesión de permanecer ligado a él.

-Es todo lo mismo. La gente quiere el dinero porque da poder. La plata es el último escalón antes del más alto de todo, el poder. El deseo de ser dueño de tu vida y de la de los demás.

-Concretamente, ¿qué opina del proyecto re- reeleccionista de Menem?

-Hay como una enfermedad, ha llegado a convencerse de que su persona está necesariamente unida al poder. Menem es poder, poder es Menem, no se concibe sin él. Ya no tiene la capacidad de delegar, de ser humilde. No se imagina sin poder y eso es muy peligroso. Esto ya no tiene que ver con la democracia, es como una elección que Dios ha hecho recaer sobre él. Incluso le falta hacerse llamar Dios. Tiene el convencimiento de que es un elegido, tocado por la varita mágica de Dios. Y como tal, todos deberían alabarlo y agradecerle que así sea, porque él es bueno y piensa y decide por el bien de todos. Esa es su concepción del poder. Y se enoja cuando alguien está en contra de su proyecto, porque, dice, si yo hace el bien, cómo es que no me lo agradecen, no se dan cuenta de que es lo mejor. Es una cosa enfermiza.

-¿Y ese cosmos menemista crea sus propios mandamientos?

-El habla de la lealtad, y efectivamente fue leal, por ejemplo, a los carapintadas. Lo que les había prometido, lo cumplió. Para llegar al poder mintió, recibió dinero hasta de Khadafi. Tuvo lealtades mentirosas. Todo se lo permite para llegar al poder, pero una vez que llega, hay que ser leal con él. Cuando hizo la campaña de la primera presidencia, él hizo un pacto incluso con otros partidos, la democracia cristiana, el Partido Intransigente, y dijo lo que iba a hacer. Del otro lado estaba Angeloz. La gente votó lo que Menem propuso, pero al ganar, dijo que iba a hacer lo prometido por Angeloz. Cuando alguien se lo recordó, dijo riéndose: Si voy a decir lo que tengo que hacer, no me vota nadie. Se da estos lujos de ser desleal, mentiroso y traidor con lo que promete, pero a la vez requiere lealtades.

-Usted tiene un contacto cotidiano con los sectores más desplazados, ¿cuáles la visión de ellos ante esa realidad: resignación, bronca, la posibilidad de hacer explotar alguna vez la revancha?

-Hay un resentimiento muy grande, pero la gente más pobre guarda silencio, no se involucra ni se da cuenta que la consecuencia de su situación es la política. Vive todo esto como algo que le viene fatalmente, no percibe que proviene de decisiones de otros. El día que intuya que lo que le sucede tiene que ver con el voto y no con el fatalismo, viene la revolución. Mientras, la angustia es qué voy a comer hoy, o que no me roben, o mi hijo está en la droga, o mi hija se fue con un hombre 40 años más grande que ella. Con eso tiene bastante, que es básicamente sobrevivir. También está la ventanita de la televisión que la ayuda a sobrevivir y escapar de tanta angustia. Incluso ni yo en la misa puedo hablar con serenidad de ciertas cosas. Siempre hay perros, borrachos, interrupciones, tiros a la distancia. Nosotros somos privilegiados que podemos tener amigos, saber qué vamos a comer, leer el diario. Eso te da capacidad de creación. Pero nuestra gente no tiene esas posibilidades. Y esa ignorancia es provocada a propósito por los políticos que necesitan de esa gente. El puntero tiene las zapatillas, los colchones, y domina esa ignorancia. A lo mejor adentro de la casa la gente lo putea, pero vienen las elecciones y lo utilizan al pobre, por supuesto sin amarlo.

-En los sectores sociales desplazados, esas actitudes clientelistas siempre se las adjudican al justicialismo.

-En nuestra gente todavía hay un sentimiento peronista muy hondo. Todavía ves la foto de Perón y de Evita, como decía Osvaldo Soriano: "De política no entiendo nada, siempre fui peronista". Mi papá siempre me decía que no me olvidara que el primer par de zapatos se los compró con Perón. Muchas abuelas todavía en la villa tienen la cama de bronce que les dio Eva Perón. Una vez una abuelita de más de cien años se moría en la villa y le dijeron que venía el padre Luis. Entonces le doy la comunión y, con los muy ojos abiertos, en lugar de "amén" me dice "gracias Perón". Qué conmovedor y profundo, porque a lo mejor lo único bueno que tuvo en su vida fue lo que recibió en la época del primer peronismo. Claro que lo de Menem es otra historia, nada tiene que ver con aquello.

-Actualmente, con el aprovechamiento de esos sentimientos, en el fondo hay como una actitud de desprecio hacia ellos.

-Es lo peor que puede hacer un hombre, despreciar al pobre. Hay que amar su paciencia, su resignación, su música, sus empanadas, su cultura. Si no partís de ese amor, nunca los vas a querer en serio. Un sacerdote peruano me dijo un día: Mirá Luis, me quedan dos caminos. Uno, dar misa en la Catedral de Lima los domingos por la tarde y que me miren como el cura marxista de ideas brillantes, y hasta la zurda me viene a escuchar. Después de la misa donde los deslumbro a todos, me voy a la plaza a tomar una cerveza fresquita y soy el capo de los curas intelectuales. El otro camino, es subir a la montaña y amar y morirme con los indios en silencio, sin decir misas brillantes. En definitiva, la historia la hacen ellos, y si no los entendés, meas afuera del tarro. Porque hacer política es construir el reino de Dios, y allí se te va la vida. Es una construcción constante, con frutos que a veces vemos y a veces no se dan. Solo la constancia en esa construcción nos asegura que estamos cumpliendo con la palabra de Dios.

-Esos sectores no están representados políticamente. Si bien su lugar como sacerdote es junto a ellos, ¿no sería necesario llevar su voz a otros ámbitos, como el Congreso de la Nación?

-Hasta ahora siempre dijimos que no. Si algún día el Polo Socialcristiano crece, puede ser, pero por ahora quiere ser suprapartidario, porque ni Duhalde ni la Alianza nos merecen confianza. Con todos estos sueños, meterte en partidos o grupos que no quieren combatir estos males, es sufrir y sufrir. Es mejor empujar una cosa distinta y mantener el contacto con la gente. Si un día tenés el poder, será el poder de la gente. No basado en una reunión con uno con otro, a los que les debés favores. Levantá la mano por esta ley aunque no estés convencido, porque después el otro bloque nos va a votar una nuestra. Y vos levantás la mano como un boludo. Siempre con movicones, con un traje y corriendo, y reuniones y discutiendo puestos. No sé si uno está para eso.

-Tal vez lo necesario es llegar a esos puestos para terminar con esas actitudes y hacer algo distinto.

-Con el tiempo a lo mejor se da, pero con los amigos nunca lo hemos visto claro. Uno es más eficaz haciendo otra cosa, dando valores humanos, donde yo me siento cómodo, más que discutiendo en un despacho.

-¿Entonces dónde está la esperanza para los sectores más desplazados?

-Meterse a trabajar en una sociedad de fomento, un comedor barrial, un sindicato. Construir desde lo chiquitito con un espíritu nuevo porque el fuego calienta desde abajo. Ninguna de las estructuras políticas me merece confianza.