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Tus Besos Fueron Míos

Por Eugenio Previgliano

--Julio —le dijo el recordado crítico Jaime Potenze a Julio Tahier el día del estreno de Gotán—, has inventado un nuevo género.

Julio Tahier asintió y a la anécdota la recordaba sonriente cada vez que podía. De esto hace más de quince años, y desde entonce el género que decía Potenze que inventó Tahier ha evolucionado notablemente: Opera rantifusa había subtitulado Julio Tahier a su Gotán, que narraba una historia de desencuentros a lo largo de la vida de una pareja utilizando letras de cincuenta y cuatro conocidos tangos.

El recurso es guía y parte constitutiva de los trabajos de Betty Gambartes quien viene de presentar Tus Besos Fueron Míos el 17 y 18 de Abril en el Centro Cultural de España, con la actuación de Héctor Pilatti, Mónica Buscagli y Jorge Nolasco: esta obra le da continuidad a la serie tal vez se inicie con Arrancame la Vida que venía a contar la historia de los desencuentros de una pareja valiéndose de melosos boleros.

Sin embargo desde el estreno de Gotán de Julio Tahier, pasando por las alrededor de cuatrocientas funciones que hicimos con la dirección de Pepe Costa de la ópera rantifusa hasta este Tus Besos Fueron Míos de Betty Gambartes (libro, idea y dirección general), ha corrido mucha inundación por el arrabal. Un hito descomunal es la puesta que tuvo nada menos que a Susana Rinaldi como protagonista de Gotán los años 96 y 97, que incorporó, a diferencia de las puestas de Pepe Costa y de Julio Tahier a verdaderos cantantes de tango y le agregó una descomunal coreografía de tango europeo realizada por J.C. Copes.

Todos hemos aprendido de esta puesta de Gotán, incluso Betty Gambartes, que en esta nueva presentación incluye un excelente cantor que avanza hacia el proscenio y canta gesticulando, y eso alcanza, rebosa y satisface al espectador que ame el tango; también incluye una pareja que danza, según anuncia el programa, sobre una coreografía de Ana Stekelman. El vestuario, lejos del aire naturalista y de evocación de los años treinta a que nos tienen acostumbrados el teatro y el tango, es realmente teatral, ficticio y bello.

Al conjunto lo completan, como en las obras de Tahier un piano y además --innovadora y clásica presencia- un bandoneón que amén de acompañar al cantor y a los actores cuando cantan, señalan un ritmo para la obra y ofrecen un motivo de entretenimiento y gratificación al amable público cuando la acción se interrumpe, cosa que pasa varias veces a lo largo de la representación.

La obra empieza con nuestro gran cantor de tangos interpretando una pieza poco conocida y de inmediato pasa a la acción encarnada por un hombre y una mujer que volverán a aparecer en sucesivos desencuentros motivados por la relación de la mujer con otro hombre encarnado con poca virtud actoral por quien se perfilaba como cantor en la escena del comienzo. La acción transcurre sosteniéndose en la tensión que genera esta controversia triangular y toma singular brillo por momentos en razón de la refinada selección tanguera que toda alma melancólica, sensible y valiente sabrá valorar con justeza y hombría.

¿Es un exceso exponer una colección de tangos que como resultado deja a la mujer del protagónico acaso no bien parada pero, digamos, dueña de la situación? Sabrá el lector qué pensar; "!milonguitas!", dirán lacónicamente algunos; lo que no se puede dejar pasar es que esta acción dramática que tan interesante resulta, se ve por momentos interrumpida y esta disrupción se aprovecha bien para que toque el del bandoneón bien para que aparezca la pareja que baila y, dicho sea sin malicia, donde como dice el poeta, "todos bailan", hay que ser muy guapo para ponerse a bailar tango sólo con una naifa delante de tan calificado auditorio. Alguien podrá decir que no le gustó que dos actores a la vez interpreten tipo canon dos tangos distintos con resultados desparejos y no siempre felices, o que en ocasiones el bandoneón rezonga y hasta podría haber quien diga que el sonido amplificado es una anomalía a las reglas del teatro o del tango y que no le gusta la ecualización. Lo cierto es que se puede pasar con esta nueva puesta de Betty Gambartes un lindo rato escuchando segmentos de bellas y nostálgicas composiciones tangueras, reir y emocionarse, evocar a Julio Tahier y salir del teatro con una sonrisa satisfecha.

El último párrafo lo dedico a mi vanidad: Ada Mascó de Nasini, compasivamente, ya en la puerta del teatro, en la noche, frente al río y terminada la función me lo dijo sonriente y bajito: "A mí me gustó más Gotán en la puesta de Pepe Costa".